— ¡Basta! — la voz de Mateo era la mezcla del terror y el enfado exacta, no sabía cómo detener a su sobrino e hijo, dos de los mejores asesinos que existían, aunque por suerte, Gabriel se detuvo sin problema.— No puedo creer que pensaras que estaba por hacerle algo a la cucaracha que tienes de herm
— ¿Gabriel? ¡¿Qué rayos haces?! — Cielo estaba cortando verduras, dejando adelantado lo que cocinaría de almuerzo, aprovechando que su jefe la había dejado en el departamento, ni siquiera se detuvo a pensar porque sabía que era Gabriel quien la abrazaba por la espalda, solo le sorprendió que lo hici
Cielo:El día había sido una verdadera revelación, más que eso, el día había sido trascendental, diría yo, este hombre, mi nuevo jefe, me estaba enloqueciendo y de la mejor manera, Gabriel Ángel era un hombre interesante, demonios, Gabriel Ángel era “EL hombre”, eso lo describiría a la perfección,
— ¡Cierra esa puta boca de una buena vez! — el maldito me amenazo y no solo de palabra, pues encendió la picana y de forma automática me apoye en la pared, pues las piernas no dejaban de temblarme, tenía miedo de preguntar que querían, no deseaba saber porque estaban en mi casa, porque se me ocurría
— Espero que no nos mientas, no te gustar a lo que sucederá si ese es el caso. — la amenaza del idiota está de más, claro que lo sabía, yo sabía o podía imaginar cualquier cosa de ellos, porque yo ya pasé por las consecuencias de estar frente a los Crips, en un mal día, en un lugar equivocado, a la
Gabriel había tenido días malos en su vida, claro que sí, días llenos de culpa y dudas, temores y demás, pero siempre había contado con Baltazar, aunque tuviera a Alma no era lo mismo, esos 6 años de diferencia que se llevaban, para el tatuado era un acantilado que los separaba y que él no pensaba s
Con un suspiro resignado y no como si el universo le estuviera avisando que si secuestraba a Cielo esta lo odiaría, tomo el móvil.— Prima, creí que como madre responsable no te gustaban las llamadas de medianoche. — dijo de manera burlona, al recordar como Violeta se había molestado con él un par d
— ¿Qué? — no gritaba, ni gruñía, quien lo escuchara al otro lado, pensaría que solo estaba medio dormido, cuando en realidad era la furia lo que no le permitía hablar como debía.— ¿Señor Gabriel? — la voz de Pamela era un susurro muy parecido al suyo y de pronto tuvo que clavar los frenos, porque s