Las manos de Gabriel tocaron con delicadeza el borde del hematoma, midiendo su inflamación y comprobando que nada grave pasaba más de lo que se veía, mientras deseaba tener a Sergio frente a él, se imaginaba como lo mataría y las cosas que le haría antes de eso, pero poco a poco toda esa carga asesi
— Eso sí que es destruir el ego de un hombre. —felicito su jefe, aunque lo que más queria hacer era ir y medir su pene, mostrarle que por lo que había aprendido en su adolescencia su tamaño era de privilegió, al igual que su anchura, definitivamente ella no podria llamarlo de esa forma y él podía de
Gabriel ingreso en su piso y su secretaria casi salta sobre él.— Señor Ángel. — lo llamo ente el alivio y desespero. — Qué bueno que al fin llega, la señorita Tiara lo está esperando en su oficina. — informo con pena y Gabriel dejo de caminar.— ¿Por qué esta en mi oficina? — indago viéndola sobre
— Pues del momento que mi tío Mateo se casó con tu madre eres mi prima, al menos ante la Ley, y mis ojos ¿se te olvido que llevas el apellido Zabet? — no merecía aquel apellido, claro que no cuando se comportaba de esa manera.— No me salgas con esas estupideces, que tu madre…— Ten cuidado lo que
— ¡Basta! — la voz de Mateo era la mezcla del terror y el enfado exacta, no sabía cómo detener a su sobrino e hijo, dos de los mejores asesinos que existían, aunque por suerte, Gabriel se detuvo sin problema.— No puedo creer que pensaras que estaba por hacerle algo a la cucaracha que tienes de herm
— ¿Gabriel? ¡¿Qué rayos haces?! — Cielo estaba cortando verduras, dejando adelantado lo que cocinaría de almuerzo, aprovechando que su jefe la había dejado en el departamento, ni siquiera se detuvo a pensar porque sabía que era Gabriel quien la abrazaba por la espalda, solo le sorprendió que lo hici
Cielo:El día había sido una verdadera revelación, más que eso, el día había sido trascendental, diría yo, este hombre, mi nuevo jefe, me estaba enloqueciendo y de la mejor manera, Gabriel Ángel era un hombre interesante, demonios, Gabriel Ángel era “EL hombre”, eso lo describiría a la perfección,
— ¡Cierra esa puta boca de una buena vez! — el maldito me amenazo y no solo de palabra, pues encendió la picana y de forma automática me apoye en la pared, pues las piernas no dejaban de temblarme, tenía miedo de preguntar que querían, no deseaba saber porque estaban en mi casa, porque se me ocurría