Capítulo 3. El besador

Mia Lennox

—¡Papá! —me lanzo a este cuando lo veo en el lobby del hotel, me carga y me abraza con fuerza.

         —Pequeña.

         Ahora que lo ve me doy cuenta de que lo extrañaba bastante, me deja varios besos en mi frente y luego conecta su mirada con la mía.

         —¿Por qué no avisaste que venías? —interrogo.

         —Quería sorprenderte.

         —Lo has logrado, —anuncio.

         —¿Dónde está tu madre? —pregunta.

         —Está esperándome en el comedor, ya sabes lo exigente que es con las horas de comida, —mi padre asiente y nos ponemos en marcha hacia el lugar mencionado.

         Los ojos de Diana se abren de sobre manera al verlo y brillan con intensidad, camina con toda la elegancia del mundo y se abrazan, me hace feliz ver como se dan ese beso afectuoso y al fin tengo a mis padres juntos, ella lo ama y es la pareja más perfecta que conozco.

Siempre he soñado con encontrar a alguien que sea como mi padre, formar una pareja como la de ellos, sin embargo, hoy día las personas se van más a lo físico y sexual. No existe una primera cita, se da la conversación por teléfono, comparten fotos hot y luego quedan para degustar lo que mostró en su foto, el mundo necesita muchas cosas del tiempo pasado.

Las cosas necesitan un equilibrio, es claro que antes las relaciones eran muy de mujer sumisa y conservada, pero ahora son liberales y está bien que seamos de ese modo.

Lo que está mal es que los hombres hoy día solo quieren revolcarse contigo, una, dos y tres veces en un mes. Después, si hablas de cosas serias, se desaparecen del mapa, no obstante, las conversaciones que te llevan a dar ese paso están creadas a bases de mentiras y sueños que no quiere cumplir contigo. Es bueno que existan personas libertinas y que sean claro con respecto a lo que buscan, lo que está jodido es que quieren llevarte a la cama con engaños.

—Mia, —me llama mi padre y enseguida fijo mi mirada en él. —Te preguntaba si quieres que alquile un salón en el hotel para tu fiesta de cumpleaños, —anuncia.

—No somos tanto para eso, —le digo.

—Me gustaría invitar a algunos amigos, no caería nada mal una pequeña fiesta, —afirma.

—Entonces no hay ningún problema, —sonríe.

—Perfecto.

En realidad no importa mucho en donde se celebre mi cumpleaños, me hace feliz que mis padres estén a mi lado y que mi mejor amiga me haga compañía.

(…)

—Hoy debo conseguir un sugar daddy, —me dice Ashely al ver tantos hombres de trajes pasearse por mi fiesta de cumpleaños.

—Mi padre tiene amigos muy extraños, —murmuro—Parecen mafiosos, —le digo, ella se ríe por mi paranoia.

—Solo veo empresarios, apuestos y sexi, —dice.

—La idea de invitarlos fue maravillosa, pero ver que esto se convirtió en una junta de negocios me parece aburrido, no quería una fiesta de cumpleaños con esta temática.

Cuando mi padre hablo de invitar a algunos amigos, pensé en tres hombres de su edad, sin embargo, no esperaba que invitara a todos los de su trabajo a mi fiesta de cumpleaños y para el colmo ellos trajeron invitados.

—No seas aburrida, Mia, —reprocha—Mañana nos vamos a alguna playa a broncear nuestros cuerpos americanos, —anuncia.

—Eso es una buena idea, —el mesero se acerca y nos entrega una copa de champán, no me queda duda de que mi cumpleaños se ha convertido en una junta de negocios.

—Siempre estoy aquí para salvar tus días, —afirma para luego guiñarme el ojo—Ahora déjame buscar una presa, ser americana tiene sus ventajas en este lugar, —arregla su escote y me deja sola en mi mesa.

—Traicionera, —susurro.

         No me queda de otra que abandonar el salón e irme lejos de todos, no me gusta estar rodeada de personas y menos cuando son desconocidos. De mi bolso saco mi cigarro electrónico, me relaja fumar, aunque mis padres están en contra de esto, no le agrada la idea de que fume.

         Lo que ellos nunca entenderán es que la ansiedad que tengo es lo que me lleva a fumar. Desde mi primera participación en una pasarela agarré mi primer cigarro, no tenía nada para controlar aquella sensación tan molesta en mi cuerpo y expulsar humo me hizo aliviar la tensión.

         Es obvio que sé que el cigarro trae complicaciones, sin embargo, prefiero vivir lo poco que me quede a terminar suicidándome por el estrés que me ocasionan algunas situaciones.

Kendall Marchetti

         —Pensaba regresar a casa, —le digo a mi hermano.

         —No te vayas, me disculpo por dejarte solo en la fiesta, —su voz sale seria como siempre. —Prometo esta noche no dejarte solo, —afirma.

         Suspiro.

         —¿Qué clase de fiesta es esta? —cuestiono.

         —Un cumpleaños de humanos, nada interesante, —nunca he ido a uno de esos.

         Las fiestas en la manada son escasas y casi no voy a ninguna, es molesto ver la cantidad de chicas que se abalanzan sobre cualquier hombre de mi familia. Los Marchetti somos alfas, es por eso que mi padre sin duda es rey ¿Quién en su sano juicio retaría un alfa con tanto poder?

         Leones y lobos alfas, mi hermano Dantes es un claro ejemplo de poder, no ha perdido ninguna lucha en entrenamiento y mi padre se enorgullece de él, le admiro mucho, mis molestas hermanas son buenas guerreras, sin embargo, no le gusta ensuciarse sus lindas manicuras.

         Estar en casa es un caos y tener muchos hermanos es algo lindo, pero a veces nos toca pelear por cualquier cosa y es por eso que padre nos llama cachorros, Leonardo, es el rey más honorable que pudo llegar a esta tierra y su ejército uno de los más grandes.

         En fin, mi familia es enorme y muy capaz de defenderse de cualquier altercado. Llegamos al lugar de la fiesta y está lleno de hombres en trajes. Llevo mi mirada a mi hermano pensando que debe estar jodiéndome una broma al traerme a un evento de negocios, Enzo hace una mueca.

         »Juro que es un cumpleaños, —murmura.

         —Esto parece algo de negocios, —reprocho.

         —Nos podemos ir… —niego.

         —Ya estamos aquí, —me separo de este para ir a la barra por algo de whisky.

         Otra cosa es que todos los Marchetti amamos esta bebida, mi madre siempre nos peleaba al encontrarnos reunidos en el estudio de mi padre tomando de este maravilloso elixir, no entendía que jamás nos emborracharíamos y es obvio que aunque ella sea una omega, con una sola orden nos marchábamos de ese lugar.

         Nunca hemos desobedecido a nuestra madre, es nuestro orgullo y lo más preciado de toda la casa, Kara es una omega y debemos cuidarla, mi padre siempre nos inculcó eso, no podemos dejarla sola nunca y estar pendiente de sus necesidades es lo primordial.

         Todos somos adultos y podemos hacer lo que queramos, pero madre es madre en cualquier momento, no importa que seamos alfas, Kara tira de nuestras orejas si le llegamos a desobedecer. Ni siquiera Enzo se salva de sus jalones de oreja.

         Justo a mi lado se sienta una humana, no puedo evitar mirarla, es muy bonita y el olor a flores que emana de su cuerpo, me gusta, aunque también es cubierto por el del alcohol, ella dirige su mirada hasta mí y alza sus cejas.

         —¿Se te perdió algo? —por su forma de hablar no tengo duda de que es extranjera y el idioma inglés, me confirma que es de procedencia americana.

         —Pensé que los americanos tenían algo de educación, —le digo en su mismo idioma, mi madre también es de Estados Unidos, no podemos negar nuestro origen de procedencia materna en ningún lado.

         La chica se sorprende al escucharme hablar su idioma.

         —¿Qué dices? —cuestiona. —Creí que todos aquí hablaban italiano, —lo último lo dice para sí misma.

         —Algunos nos educamos, —le digo.

         —¿Amigo del señor Lennox? —pregunta.

         —He venido con mi hermano, —llevo mi mirada por todo el local buscándolo, pero veo que me ha dejado solo otra vez.

         —Entiendo.

         —¿Cómo te llamas? —cuestiono para no dejar morir la conversación.

         —Ashely, ¿y tú?

         —Kendall Marchetti, —le estiro mi mano y ella la acepta.

         La humana Ashely toma alcohol a mi lado y la sigo, no me hace efecto, sin embargo, ella comienza a soltar su lengua y decir cosas que son confusas.

         —Ya estoy borracha, —afirma.

         —Bastante, —me río, Ashely se pone de pie y por la altura de sus tacones se tambalea, me encargo de sujetarla y de ese modo evito que se vaya al suelo—¿Quieres ayuda? —cuestiono.

         —Espero no seas un italiano pervertido, —niego. —No veo a mi amiga por ningún lado, ¿me llevas a mi habitación? —interroga.

         —No hay problema.

         —Es la 125, —camino sujetándola hacia el ascensor, Ashely se nota incómoda por sus tacones y para hacer más fácil el proceso de llevarla a su habitación, la tomó en brazo. —Eres muy fuerte, —balbucea.

         —Ejercicios, —afirmo.

         La puerta del ascensor cierra y se pone en marcha hacia su piso, Ashely se queda dormida en mis brazos y el cajón de metal llega a su destino, camino por el pasillo hasta su habitación.

         »Hey, huma… Ashely, —abre los ojos—Llegamos a tu habitación, —le informo.

         —En mi bolso… la llave.

         —No puedo sacarla contigo en mis brazos, —murmuro, Ashely se carcajea y sin duda está muy borracha, ella se encarga de abrir la puerta e ingreso a la habitación que al parecer comparte con alguien.

         Debe ser aquella amiga que menciono, Mía, creo que se llama, no veo rastros de esa humana y llevo a esta chica a su cama, la cual reconozco por el olor.

         —Ayúdame con mis zapatos, —suspiro y me arrodillo, le saco los tacones y quedo muy a la altura de su rostro, ya que ella está sentada en la cama—¿De qué libro te escapaste? —cuestiona.

         —¿Qué?

         —Es que pareces un personaje de un libro, —balbucea. —¿Serás real? —cuestiona en un susurro.

         La humana se inclina hacia mí y me besa, sus labios se mueven sobre los míos y permanezco tenso mientras esta sigue besándome, me separo de ella y frunzo mi entrecejo.

         —¿Qué crees que haces? —pregunto.

         —Mierd@… es real, —balbucea—¿Es tu primer beso? —interroga, me sorprendo de que diga tantas tonterías.

         —Insolente, —expreso.

         Esta vez soy quien la besa y lo hago con rudeza, muerdo su labio inferior y la escucho gemir, me aprovecho de esto para invadir su boca con mi lengua. La humana lleva su mano a mi nuca y me sigue el beso del mismo modo.

         —Diablos, —jadea.

         —¿Eso responde tu pregunta? —cuestiono.

         —No fue tan malo, —frunzo mi ceño.

         —Eres una mujer insolente, —afirmo.

         —Que seas una bestia besando quita muchos puntos, —dice.

         La vuelvo a besar y trato de hacerlo con delicadeza, no dejaré que una humana quiera ofenderme de tal modo, me muevo hasta dejarla recostada en su cama, con mi cuerpo sobre el de ella. No puedo evitar que mi polla se ponga dura, el olor de su excitación alborota mis sentidos y es allí cuando me doy cuenta de que debo detenerme.

         —Eso deja claro que soy un buen besador.

         —¿Qué cosa? —cuestiona.

         —Tus bragas mojadas.

         En seguida me alejo de ella y arreglo mi saco, la miro por última vez antes de abandonar su habitación, dejándola con su rostro sorprendido, sonrojado y también excitada, aunque el problema en mis pantalones muestra que esa humana logro calentarme y hacer que desee probar algo que nunca he hecho.

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