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Capítulo 2. Señor Lennox

Enzo Marchetti

—Las inversiones realizadas en la empresa para el nuevo yate son seguras y garantizan una rentabilidad superior a cualquier socio, no tendrán pérdidas. —le explico detalladamente sobre el modelo que se estará lanzado, es obvio que solo multimillonarios tendrán acceso a tal obra de arte que le proporcionara grandes ingresos a cualquier accionista.

         —No cuestionamos sus palabras y apruebo el proyecto, señor Marchetti —asiento sin mostrar emoción alguna. No me interesan sus inversiones y todo esto es una fachada para los negocios que llevo.

No hay mucho que agregarle a esta junta por lo quedamos por culminada la reunión, me paso a mi oficina y reviso algunos documento en mi laptop hasta que mi secretaria interrumpe.

         —Señor, su hermano Kendall ha llegado.

         —Que pase, —el mayor del parto de cuatrillizos de mi madre ingresa a la oficina con su ceño fruncido.

         —¿Desde cuándo tenemos que pedir permiso para entrar? —interroga tomando asiento.

         —Es nueva, no te enojes con ella, —Kendall solo deja salir un gruñido que me causa mucha gracia, es un cachorro muy gruñón.

         —¿Nos vamos? —cuestiona.  

         Lo miro sin comprender y puedo vislumbrar como su expresión decae.

         —Supongo olvidaste que hoy compro mi primer auto, —murmura.

         —Lo siento. Tengo tanto trabajo y compromisos que olvide este compromiso contigo.

         —Sí, claro, —refunfuña. —Seguro esa mujer…

         —¿Por qué todos odian a Kristin? —pregunto interrumpiéndolo al saber por dónde va su comentario.

         —Te aleja de nosotros y lo que hizo hace años es imperdonable, —suspiro.

Resulta que aquella rubia que conocí en la universidad se transformó en vampiresa en la primera oportunidad que tuvo. No me molesto en lo absoluto, ya que todo se hizo más divertido y no tenía que preocuparme de sencilleces.

Es claro que los leones o cualquier cambiante de nuestra categoría no puede dormir con humanas, sin embargo, Kristin se transformó para estar a mi lado.

Lo que hizo hace diez años es algo que todavía percute en su vida.

Asesino una humana de la manada de mi padre, ya que no controlaba su hambre para ese entonces y eso causo la furia de todos, incluyendo la del gran rey Leonardo Marchetti, el cual no le quería permitir vivir en el territorio y yo no podía dejar a Kristin que era la única persona que comprende cómo me siento.

Eso cabreo mucho a mi padre y no me quedo de otra que marcharme de su casa, me mude a Venecia y tome el poder de la mafia italiana con ayuda de mi tío Fernando.

El padre de Tamara le dejo todo a Fer antes de fallecer. No era inmortal como nosotros. Mi tío al ser beta de mi padre, no podía manejar estos negocios, me lo confió a mí y termine volviéndome el Don siciliano, ya que también me tome la libertad de tomar la parte que le correspondía a mi padre.

Estoy seguro que mi padre se molestó con él por eso, sin embargo, no tengo idea, ya que desde hace diez año no he vuelto a verlo. Mi madre viene a veces a Venecia, conversamos y regresa a la manada, por otro lado, mis hermanos suelen visitarme y hoy Kendall invade mi casa.

         —No hablemos de Kristin, te llevare por el auto en unas horas y luego en la noche vamos a alguna disco, —le digo.

         —¿Sin Kristin? —interroga.

         —Sin Kristin, solo tú y yo, —el trigueño asiente y abandona mi oficina para irse a recorrer el edificio. —Akor, —el hombre enseguida ingresa a la oficina—¿Hiciste lo que te pedí? —cuestiono.

         —He dejado a un hombre vigilándola, se buscara la información y sabremos quién es pronto, —asiento.

Esa chica es idéntica a ella, no pude evitar revivir sus recuerdos cuando vi su rostro, suspiro, Astrid murió, sin embargo, nunca he dejado de amarla, Kristin se molesta porque mi amor es lo único que no puede obtener y jamás le ganara al fantasma de mi ex.

Siempre le dije que no la amaría y que si se quedaba a mi lado seria miserable, lo único que puedo darle es lujos, comodidades y sexo, no tengo más que ofrecerle, ella lo acepto y me cabrea cuando reclama por cosas que dejamos clara en el pasado.

         —Quiero tener eso datos pronto, —mi hombre de confianza se limita a asentir y luego abandona la oficina.

         Mi concentración hoy día es pésima y no lograre trabajar bien de este modo, por lo que apago el computador, me levanto de mi sillón y quito arrugas inexistentes de mi traje.

         »Cancela mi citas pendientes, —le digo a mi secretaria cuando salgo de la oficina. —Y puede irte a casa al hacerlo, —la joven mujer asiente, no me cuestiona y eso es algo que me agrada.

         La señorita Vitale es buena ejerciendo su trabajo, no lleva mucho haciéndolo, sin embargo, en poco tiempo me ha llegado a entender, se inventa buenas excusas para cancelar mis juntas cuando no tengo ganas de asistir. Me reúno con Kendall en el recibidor y de allí vamos al estacionamiento para subir a una de las camionetas blindada.

(…)

‘‘¿Dónde estás?’’ Leo el mensaje de Kristin mientras llevo el vaso con whisky a mis labios.

         ‘‘No me esperes. ’’ Respondo para guardar mi teléfono.

         —¿Quieres que te consiga diversión? —interrogo hacia el trigueño.

         —Sabes que no podemos con humanas, —hago una mueca porque tiene toda la razón.

         —Buena respuesta, mocoso, —me pongo de pie.

         —¿Dónde vas?

         —Debo subir a la oficina, —asiente, camino hacia la puerta que es abierta por la seguridad del local.

         El pasillo está cubierto de luces rojas y algunos de los socios se divierten en sus habitaciones privada, el olor a sexo, alcohol y sustancia ilícitas inundan mis fosas nasales.

         —Señor Marchetti, —no muestro ninguna expresión mientras tomó asiento en mi sillón. Entrelazo mis dedos sobre el escritorio mientras que mi mirada va al sujeto frente a mí, se nota que lo han golpeado y puedo oler el miedo del humano.

         Los golpes no son visibles al ojo humano, tal vez es un apostador.

         —El señor Lennox, es un apostador endeudado en nuestro casino de Roma, —me explican el caso.

         Suspiro.

         Es muy normal que los humanos se endeuden hasta las pelotas, saco mi arma y la coloco sobre el escritorio. Escucho su corazón acelerarse y el olor a miedo incrementa.

         —Alpha, controlla il portafoglio dell'uomo, (Alfa, revise la billetera del hombre) —la voz de Akor llega a mi cabeza y hago caso.

         El destino debe ser muy bueno conmigo, no puedo creer lo que mis ojos vislumbran. Retiro la fotografía de su billetera y la lanzo al sujeto.

         —Es pero que sea un hombre de negocios, señor Lennox.

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