Volver a Berkeley para recoger mis cosas, así como hacer gestiones para terminan mi plan de estudios a distancia, de verdad me mataba. Más que todo por todas las libertades, anécdotas y momentos buenos que viví ahí, y a diferencia de los hombres Yakuza que mi padre puso a vigilarme, fueron los hombres de mi futuro esposo quien me tendieron pañuelos en los momentos en los que se me hizo imposible contener las lágrimas.
El primero de ellos fue anular el contrato de vivienda.
Despedirme del edificio fue terrible porque había sido mi casa en los últimos cuatro años, además de que ahí comencé a salir de mi caparazón, comencé a florecer, comencé a sentirme plenamente yo, a crecer como un ente social. Y eso que no lo era mucho.
—Andrà tutto bene, signorina —dijo Octavio, un hombre que podía
AmayaTodos ellos se quedaron viendo las caras ante las preguntas mudas y yo solo puede suspirar cansada de todo ese lío emocional que significaba hablar con mi madre, mantenerme en esa postura.No era justa, así que por eso mismo miré a uno de los hombres de mi padre y le dije:—Tráela aquí, y pasa por café y donas para todos nosotros, por favor.Él me asintió al otro guardaespaldas mientras todos me ayudaban a clasificar, organizar y elegir los regalos adecuados para los niños. No duraron más de veinte minutos en volver, así que cuando mi madre entró que vio todo lo que tenía en las manos, no pudo evitar sonreír.—¿Es para los niños de la biblioteca?—Sí, es para esos niños… Necesitan algo de luz, y como no van a tener a su maestra, me quiero despedir de una forma bonita, así como dejarle instrumentos que ayuden en su educación —apunté sin mirarla a los ojos—. ¿De qué quieres hablar?—Bueno, veo que la herencia de tu padre es más que asentada, pero me gustaría hablar en privado con
Amaya—Jamás se te ocurriría matar a ese hombre, lo amas con una locura que yo nunca voy a entender por lo que pierde tu tiempo, eso no va a cambiar y la molestia que tengas no va a suceder…—¿Crees que me quedaría tranquila ante el hecho de que mi única hija se va a casar con un hombre que ni ella misma conoce? —me preguntó con dolor.—No te estoy diciendo que te quedes o no tranquila, te estoy diciendo que es una pérdida total de tiempo porque es una situación que no va a cambiar —espeté sin más—. Mi padre te dirá alguna tontería que te amansará y ahí morirá el problema. Así que no, no es necesario todo ese despliegue de amor que no me hacen falta ahora.—Pero hija…—Madre, yo no tendré una vida normal, va a cambiar y voy a tener que renunciar a muchos de mis sueños por esa protección que buscan —le dije—. Y no te culpo, de verdad que no, pero todas estas decisiones son productos de elecciones que tu y mi padre tomaron. El hecho de que tú aceptes estar con él luego de tantos años, d
Amaya—¿Cómo es que…?—Esos hombres tiene que hacer reportes para mí, sobre todo si involucran tu seguridad. Eres mi prometida, por ende, debes estar más que segura… nadie, ni siquiera yo por muy arcaicas y tajantes que sean las tradiciones, tiene derecho a tocarte. Nunca, así que no lo olvides.Ese recordatorio fue bueno para mí, fue más que excelente porque hasta cierto punto me decía que podía quedarme tranquila con él, pero de ahí a que eso fuese una realidad tangible, había un camino muy largo.—Gracias por la aclaración —le dije—, pero resolví la situación completa y para esta hora, el chico debió tener medidas disciplinarias, problemas con los que lidiar.—Seguro que los tiene…—Bueno yo…No sabía ni qué
AmayaMiré el cúmulo de máquinas con el ceño fruncido, mi madre, sin venirse a cuento, decidió hacer que los guardaespaldas italianos compraran computadoras de última categoría para los niños y la biblioteca. Eso era mucho considerando la cantidad de personas, por lo que no fue un módico gasto, pero los hombres lo hicieron sin chistar.—Esto fue demasiado, mamá…—No lo es, procura estar para los niños, me dijo Kendra que llamó a sus orientadores y todos, así como los representantes, quedaron en venir… Te extrañaron mucho —apuntó con orgullo.No era la primera vez que venía a la biblioteca o que chismeaba con Kendra, esas dos se podían dar la mano. Sin embargo, el hecho de que estaba para mí en ese momento tan duro, fue como una visión de lo triste que podía resultar
Capítulo 23AlessioTenía algo que hacer en Berkeley.Se podría decir que estaba para ver a mi prometida, más después de la llamada inusual que tuvimos, no obstante, estaba ahí por otra buena razón: tenía que dar un buen escarmiento, uno que diera un mensaje.Caminé con calma hasta la habitación de mi objetivo, toqué y sonreí porque no solo había nadie en el pasillo, sino porque mis hombres se encargaron de las cámaras, lo que me daba algo de chance antes de que el prefecto principal se apareciera a dar las rondas. Cuando el chico abrió la puerta, se sorprendió al ver a un hombre con una máscara dorada, así como con un traje hecho a medida.—Lo siento, no lo conozco, ¿está perdido?—No, estoy donde debo de estar, listo para partirte los huesos —le respond&
AlessioPor eso no me quedé en ello.—Facciamolo, il tavolo è isolato e a nessuno interessa quello che facciamo o non facciamo.... Avete il coraggio di farlo o no?Me vio como si no pudiese entenderme.—Potrei prenderti a calci in culo, ma non mi piace attirare l'attenzione su di me in pubblico.—¿Por qué no? Es muy divertido hacerlo.Me vio con rabia y cuando llegaron los primeros, pidió más alitas, las suficiente como para que la camarera nos viese divertidas y exigió mucho picante.—Entonces Alessio, dime de ti, cuéntame cómo es que usas esa máscara tan llamativa —sacó a colación Pamela y Kendra se ahogó en el proceso.—Mamá… Por favor.—¿Qué fue lo que dije, cuestioné o pregunté? Quiero
AmayaLlegó el día de la despedida.Miré por última vez la universidad y me limpié las lágrimas para contener el dolor tan fuerte que significaba el hecho de dejar todo lo que verdaderamente amaba para pasar unos cuántos días en casa de mi padre antes de viajar con su familia a Las Vegas, así solucionar todo lo referente a la ceremonia.Era tan extremadamente deprimente que no emití ninguna palabra.Solo sentía que tenía seguir, solo sentía que tenía que caminar para solo dejar que el modo automático surgiera. No imaginé que, al aterrizar en los Ángeles, conocería una clase de infierno diferente, uno para el que verdaderamente no estaba prepara, para el que nunca me habían educado, para el que fui el objetivo perfecto de un trí
Amaya—Señorita, ¿está despierta? —preguntó Octavio mientras yo me estaba cambiando—. El señor está aquí, pidió verla y están preparando el desayuno para que puedan conversar a gusto en la terraza.Me quedé de piedra por el dato, más que todo porque no era algo que esperaba, pero dada su aparición hacía solo dos días en Berkeley, ya no dudaba de que vendría a controlar la situación. Parecía que no había recibido el memo, así que me tendría que decantar por hacérselo entender a las malas.Molesta salí con la decisión fija de decirle que tenía que dejar de controlarme, que ya mucho tenía con mi padre, con el resto y las exigencias, lo que le iba a dar de mí misma, como para que también pidiese más de mí.«