ESCENA
IVEL NIGROMANTEDesperté esta vez en mitad del campo, donde no había másque tranquilidad por ese entonces. Era un domingo por lamañana, casi el mediodía, cuando un fuerte golpe se escuchó en la puerta de madera. Por la intensidad de los bastonazos inmediatamente intuí que se trataba de una emergencia, por lo que acudí al llamado rápidamente. Al abrir la puerta, me encontré con un hombre de aspecto muy antiguo, aproximadamente unos setenta años de edad, parecido a un nigromante al que recordaba cuando en una de misregresiones viví en el África.–Dígame, ¿qué sucede? –pregunté.El hombre tenía toda la apariencia de un médico brujo, quizá con conocimientos de magia negra. Sin decir una solapalabra, se dirigió hacia la chimenea de la casa y cogió conmucho cuidado los restos de aquel librito que días anteshabía tirado al fuego. Su aspecto era desordenadESCENAVLA PIEDRA EN EL ESTANQUEUna luz blanca inundaba toda mi visión y al terminar dedifuminarse, me vi junto a diversas clases de planos que seesparcían por toda la habitación junto a una serie de apuntes sobre fórmulas y esquemas.Entre ellos, se describía lateoría del agujero de gusano la cual era el atajo a través delespacio y el tiempo del que hablaba Einstein. De improviso, me adapté a la situación rápidamente y supe de qué setrataba: El archivo titulado “Buscando el origen” estabaentre un cúmulo de libros y cajas. Al leerlo, pude compro bar que me encontraba creando la nave.Tenía presente todo lo sucedido antes de despertar eneste lugar nuevamente, pese a la duda de que todo haya sidoun sueño raro desde el comienzo. ¿Cómo estar seguro deque no estoy loco? Tenía la certeza de haber estado enmuchas otras vidas, como
TERCERA PARTEESCENAILA CARRERAHoy desperté a orillas de un lago muy hermoso, en mitad deun valle lejano, y junto a mí una bella joven con cabellosrizados descansaba plácidamente. Eran alrededor de lasseis de la mañana y el poderoso sol nos llenaba de calor yenergía con sus destellos de luz que reflejaban la belleza dellugar en las aguas. Apenas podía ponerme de pie, por lo quedecidí sumergirme en el lago y refrescarme para detener unpoco el dolor de cabeza que me aquejaba. Poco a pococomencé a recordar lo que una semana atrás me había ocurrido: era un día festivo en aquel acogedor pueblito. Habíamúsica alegre y coloridos cartelones que decían“BIENVENIDOS A NUESTRA MARATÓNETÍLICA”, la cual hacía referencia a una borrachera generalizada y no a un deporte específico.Yo era uno de losparticipa
ESCENAIIEL REENCUENTRODe pronto, algo inusual en esa vida me ocurrió. Volví a per der la conciencia y desperté en otra vida, tal como me habíasucedido en otras ocasiones. Esta vez me encontré con unfrío y húmedo clima de invierno. El viejo coche que metransportaba botaba humo negro y las piezas del motor pare cían querer salirse de su lugar.Las bocinas de los automóvilessonaban por todas partes, y el cartel que decía: Prohibidohacer ruido, parecía no importarle a nadie. El bullicio ensordecedor de la muchedumbre no me dejaba ni pensar y eldolor que mi pobre cabeza sufría se tornaba insoportable.Yo no estaba muy consciente de aquella realidad, y minovia, en aquel entonces, una bellísima mujer de 24 años deedad, había terminado su profesión hacía poco tiempo, yfue muy difícil la decisión, pero viajó fuera del país paras
EPÍLOGOSin luces ni sobresaltos, tomé conciencia nuevamente yescuché la voz de la partera, quien muy llena de emocióndecía.–Es una hermosa criatura.–¿Cómo se encuentra ella? –pregunté muy asustado…–Su mujer está en perfecto estado. Usted es padre de unhermoso varón –me respondió después de segundos.–¿Varón? –pregunté con asombro.–¡Sí!, un sano y robusto varón. Su mujer quiere que pasea verla para que elijan el nombre.Al escuchar eso, salté de alegría ya que nadie moriría y lahistoria no se tendría que volver a repetir.–¿Cómo te sientes preciosa? –le pregunté con ternura.–Muy bien mi amor –me respondió.–Lograste que sea el hombre más feliz del universo, asíque quiero que seas tú la que elija el nombre de nuestro hijo.–¿Estás seguro de eso?–Completamente –le respondí muy seguro.El
LA NO HISTORIA DE BURTON MILLERChristopher Iturbe.ESCENA IMIAMe encontraba perdido en plena jungla húmeda de las montañas, donde a leguas de distancia se oían los gritos y berridos salvajes, advirtiéndome presencias peligrosas. En unade sus cuevas me refugiaba, pensativo y solitario. Mi apariencia poco común entre los lugareños me recordaba cons tantemente mi origen.Bajo aquella cueva, las tribus bulliciosas y dispersasiluminaban con hogueras la noche que parecía de una oscu ridad eterna. Sus llamas eran apagadas constantemente porla lluvia purificadora y el viento que al correr llegaba a crear breves remolinos, arrastrando enormes pajonales semejan tes a almas en pena, que recorrían la aldea en un vagabun deo desesperado.Frente a una de las inmensas hogueras se sentaban cientos de niños, hombres, mujeres y ancianos, concentrándoseen historias fascinantes que narraba cada noche en mi forzado desvelo. Yo le
ESCENA II CAMBIO DE ÉPOCAEra el año dos mil ochenta y en los laboratorios del doctorBurton Miller se escuchaban murmullos, que progresivamente se convirtieron en voces hablando entre sí:–Esto es lo más grande que jamás se ha realizado en la historia de la ciencia.–¡Vamos, apúrate!, Miller no está aquí. Tenemos que idear la forma de llevarnos la máquina.–La única opción que tenemos para apropiarnos delinvento es deshacernos de él. Lo he pensado mucho durante este último año.Me hallaba en el interior de Génesis, nombre con el quebauticé a la nave, y pude escucharlos hablar. La nave se ac
ESCENA IIIÉPOCAS PRIMITIVASSe oyó un grito en la jungla, seguido por un rugido espeluznante. Una bestia hambrienta tenía acorralada a la pequeñaMia, quien gritaba con todas sus fuerzas.–¡Auxilio, auxilio, por favor, alguien ayúdeme!Afortunadamente no andaba lejos y pude oír de inmediato a la niña.–¡Mia! ¿Dónde estás? –grité con todas mis fuerzas.La niña volvió a dar un grito de auxilio y corrí de inmediato.–No te muevas –le dije con voz serena.Trepada en lo alto de un roble seco, que estaba a puntode ser quebrado por la fiera, la pequeña se aferraba a la vida. Quedé anonadado por el impresionante porte del animal:patas enormes, garras perversas, músculos poderosos entodo el cuerpo, acompañados de una mirada asesina y col millos tan afilados que podrían partir a un caballo de unasola mordida. Miré a la niña con rostro empalidecido y sentí como si alguien cogiera mis pies y los atara contra el suelo. Mi cue
ESCENA IVEL ZATARAMe acostumbré a vivir en aquel tiempo, fortaleciendo vínculos con Saabu y la pequeña Mia. Junto a ellos aprendí a reconocer aquel estado primario de las cosas. Una mañana estábamos trabajando en la construcción de una balsa, sirviéndonos de un enorme tronco que habíamos halladoen una caminata buscando alimento. Nos valíamos única mente de piedras con filo para tallar aquella madera tanrobusta. Algunas técnicas que usaba Saabu para elaborar la balsa, así como la habilidad que tenía Mia para aprender de nosotros, me sorprendió mucho. Les había prometido enseñarles a navegar cuando todo esté listo, y así poder atrapar algunos peces que abundaban en ríos lejanos, ya que teníamos algunas redes que días atrás habíamos tejido con lianas y fibras vegetales.–Podremos conocer miles de lugares nuevos: bosques, montañas y llanuras de diferentes tipos. Daremos a conocernuevas especies a la aldea explorando el mundo con esta balsita. Y si ten