Fue un instante el que me distraje, en unos cuantos minutos. Axel y Alexia ya no están a mi lado y eso me preocupa.—¿No vistes a dónde se fueron los mellizos? —le pregunto a mi amiga mientras los busco con la vista entre la multitud de gente que hay en el salón.—No, ni idea —contesta, sin un gramo de preocupación. —¿Qué no estaban contigo?—Lo estaban, pero me distraje un momento mientras hablaba con Arturo y de la nada desaparecieron.—Ves, eso te pasa por estar coqueteando —dice bromeando.—No estaba coqueteando —aun así me molesto. —¿Me ayudas a buscarlos?Ella gira los ojos luego de suspirar.—Sabes que no me agradan los niños, pero haré un esfuerzo para ir a buscarlos.—No te estoy pidiendo que los cuides, solo que si los ves por allí, me avises pronto. Si David se entera de que se me escaparon…—¿Así que David? —alza una ceja mientras me sonríe. —Ahora ya no es el ogro.—Lo es —espeto.—Pues ya no parece igual. No sé, yo tengo ese instinto de que hay algo más ahí entre ustedes
David me lleva hasta su auto, no sé en qué momento él y los niños se subieron, solo supe que comenzó a conducir.—¿Por qué hiciste eso? —comienza a decirme. —Te dije que te quedaras con los niños y que se mantuvieran alejados, ¿es tan difícil hacer eso?Ladro furioso. Por más que quiera ignorarlo, no puedo. Debo sacar todo lo que tengo atorado.—Esa… —aprieto los labios para no soltar insultos delante de los mellizos. —Mujer, comenzó todo, yo lo único que hice fue darle su merecido.—Esa no es la manera.—No me podía quedar allí viendo cómo empujaba y zarandeaba a Axel, no voy a permitir eso.—Podías haber hablado, no llegar a los golpes. Y Axel está castigado indefinidamente.—¡Cómo te atreves a hacerle eso! —suelto.—¿Cómo me atrevo? —Levanta su ceja. —¿Cómo te atraves tú a interferir en asuntos que no te corresponden? Solo eres su niñera, no eres su madre.Algo se rompe dentro de mí. Me giro en el asiento y mi enojo incrementa, lo observo fijamente.—¿Por qué lo vas a castigar? ¡So
Llegamos a casa algo ya tarde. Subo con los mellizos a sus dormitorios, Axel no quiere que lo acompañe, así que ayudo a su hermana a cambiarse para después entrar bajo las sábanas de su cama.Antes de salir de allí, ella me detiene para que le lea un cuento.—Está bien, pero solo será por un momento —digo. Me acerco al librero para tomar uno de los cuentos y vuelvo a su lado.Diez minutos después, ya está durmiendo y yo cerrando el libro para devolverlo a su sitio. Los niños y yo, no hablamos nada de lo que paso este día, Axel y Alexia estuvieron callados todo el camino de ida, cuando vieron a dónde nos dirigimos, sus rostros cambiaron de serios a sorprendidos.Nunca habían ido a un lugar como el que los lleve, y el haberles visto sus caritas contentas, eso hizo desaparecer el enojo que traía encima, incluso pude olvidarme por un instante de su padre.Cuando termino ahí, bajo para ir a mi habitación. Estoy cansada y lo único que quiero ahora es dormir. Cruzo el vestíbulo, pero antes d
Despierto sintiendo unas caricias en mi espalda y mi hombro derecho. Giro la cabeza, y lentamente abro los ojos. Sigo en la misma posición que me quedé dormida.—Hola —murmura David, me observa de un modo que me hace derretir.Sonrío con satisfacción al recordar lo bien que lo pasamos.—Hola —contesto en un tono más bajo que el suyo. —¿Qué hora es?Me muevo en la cama, quedando de boca arriba y vuelvo mi cabeza hacia un lado para verlo de nuevo.—Las ocho.—¡Qué! —me siento de inmediato, mientras tomo las sábanas en mis manos para cubrir mi desnudes. —¿Por qué no me despertaste?Saco mis pies fuera de la cama y cuando estoy por ponerme de pie, David me sujeta del brazo y me devuelve a la cama. Caigo en el suave colchón, pero antes de algo más, él me mueve para acomodarme como estaba antes acostada y después se sube encima de mí.—¿Qué haces? —pregunto. —Debo ir a alistar a los niños, la profesora de música siempre llega quince minutos antes.—Hoy no hay clases de piano —dice, lo miro
No sé cuántas veces lo hicimos; he perdido la cuenta. Lo hemos hecho en casi todos los rincones de la casa, no solo en su cama. Ahora me está alimentando, espero que solo sea para que recupere energías y no para continuar quemando calorías. Es la mejor forma, ahora lo sé, pero estoy muy exhausta.Estoy sentada en el taburete de la cocina mientras David y yo comemos. Ninguno de los dos cocinó, al parecer, tenía todo planeado o improvisó sobre la marcha. Hilda nos preparó la comida y la dejó guardada en unos recipientes de cristal dentro de la heladera. Me pregunto qué le habrá dicho para que también preparara comida para mí.—¿Le contaste a Hilda? —inquiero, tomo un bocado de ensalada con pechuga.—¿Contarle qué cosa? —Se nota relajado, como si nada le preocupara.—De esto —nos señalo a nosotros. —De que soy yo con quien estarías pasando el día.Deja de comer y fija su mirada en mí. Tarda en responder.—No —dice finalmente. —Le dije que tengo mucho trabajo y que estaré ocupado hasta ta
Mi teléfono no deja de replicar en mi bolsillo del pantalón. Lo sigo ignorando y me concentro en terminar de empacar las cosas de Axel. David no me dijo que echar y cuanta ropa deben llevar las maletas, así que meto todo lo que quepa en ellas. Elijo unas prendas formales y otras casuales; no tengo ni idea de a donde viajaran.Luego de terminar aquí, voy a pasar a la habitación de Alexia para hacer lo mismo. A ella ya sé que le voy a poner en su equipaje, serán varios vestidos coquetos, pero también le pondré algo sencillo.De nuevo, mi teléfono cobra vida. Suspiro y lo saco, miro la pantalla y compruebo que otra vez es Danna llamándome. Si no le respondo ahora, ella seguirá y seguirá, hasta lograr comunicarse conmigo.—Hola, Danna, ¿qué pasa? —digo, porque no entiendo la tanta insistencia.No me molesta que me llame, cuando hace eso es porque está preocupada por mí, ya que no le respondo con brevedad. Pero no sé qué puede temer que me pase, si sabe que estoy en casa de David, puesto qu
Media hora más tarde, me encuentro cómodamente sentada en un sillón reclinable en la esquina de la sala de estar, inmersa en la lectura de un libro mientras estudio. De repente, percibo unos pasos acercándose.Alzo la vista del libro y me encuentro con la mirada severa de David. Me desconcierta. ¿Por qué me mira así? ¿Qué hice ahora?—¿Qué se supone que estás haciendo? —suelta con un tono mordaz.—¿No es obvio? —respondo, levantando una ceja mientras señalo el libro con mi mano. —Estoy estudiando.—¿Ahora? —continúa con preguntas sin sentido. —¿Olvidaste lo que te dije que hicieras?Trato de recordar. Supongo que se refiere a los equipajes que ya están listos y que dejé en el pasillo para que él los viera. ¿Qué es lo que quiere ahora?—Lo hice —contesto. —Si vas arriba, te darías cuenta.Vuelvo a mi libro.—Andrea —sisea mi nombre. Lo veo de reojo. —¿Estás jugando conmigo? Porque no tengo tiempo para esas tonterías.Me doy cuenta de que ya no puedo seguir estudiando así que cierro de
Cando mencionaron vacaciones, imaginé un hotel en la playa o un lugar recreativo para que los niños se divirtieran, pero no, este lugar es todo lo contrario a la diversión. No tengo nada en contra del campo; sin embargo, desde este punto de vista, se me hace aburrido.Incluso pensé que viajaríamos en avión, pero tampoco fue así. David condujo en su auto durante casi 4 horas y se desvió por un camino de tierra hasta llegar a esta choza moderna y grande. Es bonito el lugar, no hay queja en eso; puedo decir que hasta se ve acogedor.Los niños salen corriendo del auto en cuanto David lo detiene en el sendero que lleva a la entrada de esa casa; se apresuran a la puerta, no hacen nada por abrirla, solo se quedan allí de pie.Como si la puerta cobrara vida, se abre sola. Luego me doy cuenta de que no es así; una mujer de unos cuarenta años o menos es la responsable de ese mecanismo. Les dice algo a los niños mientras les sonríe.Cuando bajo del auto, escucho que Alexia la saluda; Axel ya ha