ANDREA—¿Licenciada Flores? —expreso cuando me cruzo con la mujer en la calle. Nunca pensé que la encontraría aquí.El clima está perfecto para salir y es domingo, por eso traje a los niños al parque, a pasear un rato, para que también se distraigan mientras comen un poco de helado. Yo los observo desde la banca que estoy sentada. Y ahora he visto pasar a la psicóloga del colegio, delante de mí, y le he hablado.Ella se detiene en cuanto me ve. Sus ojos se mueven para todas partes, como si estuviera buscando algo.—¿Viene sola? —inquiere ella.—No —niego. —Traje a los mellizos al parque, —señalo en dirección hacia donde están ellos en los columpios. —Ya no me volvió a llamar para concretar otra cita.—He estado muy ocupada últimamente —contesta rápido.Recuerdo lo que me dijo la secretaria, que había salido de emergencia, tal vez algún familiar suyo le pasó algo malo.—Espero todo este bien. —Ella se muestra confundida. —Es que en la oficina me comentaron que había salido por una emer
ANDREAA medida que nuestras miradas se conectan, una electricidad silenciosa pasa entre nosotros. Mis latidos se aceleran, y me doy cuenta de que David y yo compartíamos una atracción profunda y que es prohibida. La química entre nosotros es innegable, incluso hay algo que me dice que ese sentimiento ha estado presente desde el primer día en que nos conocimos.Sin previo aviso, David da un último paso, acortando toda la distancia entre nosotros. Nuestros rostros están a centímetros de distancia, y la tensión en la cocina se vuelve casi insoportable. Parece que ese beso que todavía no me ha dado, se ha convertido el mi más grande anhelo. Mis ojos se cierran con anticipación, esperando a que finalmente toque sus labios con los míos.Todo pasa tan rápido, así como siento ese calor abrazador en un segundo, tan así me alcanza un frío que entumece hasta mi corazón. Abro los ojos y compruebo que se ha alejado.—Buenas noches, señorita Andrea —dice usando de nuevo ese tono formal.Hace lo mi
ANDREADe regreso a la universidad, me sentí un poco extraña, no en un mal sentido, es solo que parecía que hubieran pasado muchos años desde la última vez que estuve aquí.El día transcurrió rápidamente, entre clases, una reunión con algunos compañeros para un proyecto encargado por el profesor de diseño y una pausa para comer con mi amiga.Cuando termino mi última clase, me dirijo hacia la parada de autobuses. Un coche se acerca a la acera antes de que ponga un pie en la calle. La ventana se baja lentamente, y del otro lado veo a un chico, o más bien, a Arturo.—¡Hey! —me saluda con una sonrisa.Me inclino hacia adelante para verlo mejor.—Hola —trato de sonar natural, aunque aún me siento apenada por lo del sábado.Lo había dejado casi plantado. Se que no quedamos en nada, pero esa noche él se acercó a hablar conmigo y tuvimos una conversación agradable. Luego, mi jefe llegó e hizo una escena rara como si él tuviera control sobre mí. Me sentí incómoda y decidí no contarle nada a Ar
ANDREA—No se preocupe, yo le pasaré el mensaje al señor en el instante que logre comunicarme con él —informa Hilda cuando entro a la cocina.Cuelga la llamada. La observo con el ceño fruncido; noto que algo le preocupa.—¿Qué pasa, Hilda? —pregunto. Ella da un pequeño respingo cuando capta mi interrupción. Estaba distraída con algo en su mente. —¿Estás bien?Me angustia; no veo que esté bien. Se ve pálida e inquieta. Toma un pañuelo que estaba antes sobre la encimera y comienza a restregarlo en sus manos, como si las trajera sucias, pero no tiene nada en ellas.Definitivamente, algo malo le ocurre.—¿Hilda? —insisto. Me acerco a ella y coloco una mano en su hombro. —¿No me dirás qué te ocurre? No te ves bien; me preocupas.—Perdón —se disculpa y se aparta de mi lado, se pone a lavar unos platos que están en el fregadero.—La llamada de antes, ¿es la causante de que estés así? —me atrevo a preguntar.Tal vez sea algún problema familiar o algo referente a su vida, pero claramente oí qu
ANDREA Cuando llego a la oficina de la directora, le informo a la secretaria que estoy aquí en representación del señor McKibbon. Luego de que le da el aviso a la directora, me señala con la mano para que pase a la puerta contigua. Llamo antes de entrar, y, cuando me lo indican, entro en la habitación. Al entrar, me encuentro con dos pares de ojos inquisidores. Siento que he ingresado a un campo de batalla. Escaneo a las personas de la sala: una mujer de unos 30 o 40 años me está mirando con furia, mientras que un hombre alto se gira para verme en ese mismo momento. El rostro de este último se suaviza al notar mi presencia. Los observo a ambos por unos segundos con el ceño fruncido y después aparto la vista para fijarla en la mujer de mediana edad que está sentada detrás del escritorio; supongo que es la directora del colegio. —Buen día… —No sé a qué le quiere llamar “buen día” —me interrumpe la mujer que está acompañada por ese hombre—. Llega aquí y se presenta así, sin un ápice
ANDREANo sabía cómo sentirme con respecto a lo que Axel me contó. Al parecer, ese niño fue quien empezó todo, aunque Axel no entró en muchos detalles. Me dijo que le soltó el golpe porque ese compañero lo había estado molestando desde hace tiempo. No me reveló el motivo ni qué fue lo que el niño le dijo para reaccionar de esa manera. No quería forzarlo, así que lo dejé pasar, solo por esta vez, que me explique cuando se sienta seguro. Supongo que más adelante me contará el resto; solo debo ser paciente y no presionarlo.Después de la conversación con Axel, voy directo al cuarto de baño que comparto con Hilda cuando está en casa. No me molesto en ir a buscar ropa a mi habitación, entro así y cierro la puerta con mi pie mientras comienzo a desnudarme.Tengo mucho calor, estamos en mero verano, en una temporada muy calurosa. Desde que llegamos a casa he estado deseando darme una ducha con agua tibia, porque aunque haga mucho calor, nunca suelo ducharme con agua fría. Termino de desvesti
DAVIDMis ojos se quedan impactados por el monumento bello que tengo enfrente, las palmas de mis manos pican ansiosas por moverse y tocar ese cuerpo desnudo, esos senos que me invitan a probarlos. Sus pezones están duros, puedo notarlo desde aquí, mi pene se agita dentro de mis pantalones, me molesta eso que está causando en mi cuerpo. No por lo que me está haciendo sentir, porque no puedo tenerla y tocarla como quisiera hacerlo ahora mismo.Cuando subo la mirada, me encuentro con la suya. Ella parpadea varias veces y reacciona, rápido se mueve estirándose para recuperar su toalla que seguía atorada en los barandales de las escaleras. Fue un error haberme quedado viéndola, de repente el entorno se siente incómodo; no soy yo, es ella que se nota muy preocupada por cubrirse de vuelta.Me acerco y le ayudo a librar la toalla, pero en el intento de hacerlo, al tirar del trapo, accidentalmente mi mano roza uno de sus pechos. Andrea deja de moverse, y yo trato de controlar el deseo de volve
ANDREA—¿Y qué hiciste?—Nada, ¿qué se suponía que tenía que hacer? Solo me paralicé.Le explico a mi amiga como ocurrió lo del accidente con la toalla y como termine desnuda delante de mi jefe; sin mencionarle la parte donde su mano rozo uno de mis pezones y como me sentí por ese toque suyo.No estaba bien eso, no debo sentir nada por mi jefe que no sea respeto, o tal vez ni siquiera eso. Algo en mí había cambiado, ya no me siento como al principio cuando llegue a esa casa, ahora, ¿tengo miedo?, incluso ganas de escapar de allí.Ya no es un sitio agradable, ahora es incómodo, solo de pensar encontrarme con él en cada rincón de esa casa, me hace temblar de la cabeza a los pies.¿Por qué tengo miedo? ¿Acaso temo de sentir lo que me está haciendo sentir?—¡Qué locura! —exclama mi amiga con los ojos casi saliendo de órbita. —Entonces te vio toda, así como Diosito te mando al mundo, sin nada de nada —dice todavía incrédula, recorre mi figura con su mano en el aire.—Sí, ya te lo repetí co