CAPITULO 119

Entonces, con un escalofrío recorriendo mi espina dorsal, me giro lentamente para enfrentar a David, esperando encontrar una expresión de sorpresa o incredulidad en su rostro. Pero lo que veo en sus ojos es una mezcla de decepción, dolor y enojo.

—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunto con voz temblorosa, sintiendo cómo el pánico me consume por dentro.

Su ceño se frunce más. Molesto es poco, debe estar furioso. Seguro creyó las palabras de esta mujer, pero a estas alturas, es absurdo que le crea a ella y no a mí. Debo hablar antes de que todo termine en un problema aún más grande.

—Deja que te explique lo de la psicóloga —digo, mientras me acerco a él, pero David retrocede dos pasos. Me detengo y respeto ese espacio que hay entre los dos. —Por favor, David, escúchame primero.

Lo único que hace es suspirar hondo, como si estuviera pensando qué decir.

—David… —pronuncio.

—Nada de lo que le digas servirá, él nunca confió en ti. —Martina sonríe triunfante, como si hubiera logrado lo que se p
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