Capítulo 3
—Señora, ¿está bien? ¿Qué le pasó? ¿Se ha pegado en algún lado?

No sé en qué momento ocurrió, pero varias enfermeras ya estaban a mi alrededor. Se miraban entre ellas, calladas, intentando consolarme de alguna manera.

Seguro sabían que mi esposo, Andrew, me había engañado, y que hasta se había atrevido a arrebatarme, sin piedad, la posibilidad de ser madre.

Toda la tristeza que había aguantado por tanto tiempo se me vino encima. Me dejé caer en la cama y lloré sin parar por un buen rato.

No sé en qué momento me venció el cansancio, pero, al abrir los ojos, solo Shaina seguía ahí, sentada junto a mi cama, con una expresión llena de burla.

—Ya sabes todo, ¿no? —dijo con sorna—. Ahora llevo al hijo de Andrew. El único que tendrá.

Agarró una mandarina, la peló con calma y empezó a comer, acariciándose la barriga con intención de herirme. No me quitaba la vista de encima.

—¿Desde cuándo están juntos...? —le pregunté con la voz temblando de rabia, mientras apretaba los puños, clavándome las uñas en las palmas, intentando no estallar.

—Tres años —respondió Shaina, tras soltar una risa cruel, mientras mostraba tres dedos—. Desde que entré al Conglomerado Merino como su secretaria. —Hizo una pausa, sonriendo, antes de continuar—: Andrew fue a una fiesta sin ti, y yo me ofrecí como su asistente.

»Le cuidé los tragos, lo llevé a mi apartamento… y esa misma noche nos acostamos. Al día siguiente, se sintió mal por haberte sido infiel. Me ofreció dinero para que desapareciera, pero le dije que lo amaba, que no me importaba nada, que solo quería seguir siendo su secretaria… y él aceptó.

»Pero después quiso dejarte toda su plata. Lo odié por ser tan ingenuo. Intenté frenarlo varias veces, pero no hubo caso. Igual puso todo a tu nombre a escondidas.

Cada vez que la miraba parecía más orgullosa de sí misma, mientras yo me contenía con todas mis fuerzas para no levantarme y darle una bofetada.

—Qué patética es su relación —continuó, masticando con placer—. Él piensa que dándote todo su dinero calmará su conciencia mientras está conmigo. ¿Sabías que en realidad él viene a verme todos los días? Vivo justo al lado. A veces, después de darte pastillas para dormir, tenemos sexo en la sala. Yo gritaba a todo pulmón, y ni así despertabas.

Mientras yo me iba quedando sin color en la cara, Shaina se emocionaba más y más.

—El día que perdiste al bebé, él estaba roncando en mi cama. Ni siquiera se molestó en contestarte el teléfono. —Suspiró, con fingida aflicción—. Mali, deberías irte por tu cuenta. Al final, soy yo quien tendrá un hijo con Andrew.

Después de oírla, jamás imaginé que mi paciencia se terminaría de esa manera. Esa traición me destrozó.

De verdad había creído que Andrew no me contestaba por el trabajo, que por eso no atendía mis más de diez llamadas de auxilio.

Incluso cuando vino al día siguiente, con los ojos hinchados, y se arrodilló junto a mi cama, pidiéndome perdón… me juró que estaba muerto de cansancio, que se había dormido tan profundo que ni siquiera había notado que el móvil se le había apagado.

¡Qué tonta fui por creerle!

Resulta que no era por trabajo... sino que era porque había pasado la noche con otra.

Cuando Shaina vio que no respondía, pensando que ya había ganado, acercó su teléfono a mi cara.

—Duerme bien. Mañana me caso con Andrew. Si tienes tiempo, estás más que invitada —repuso Shaina al ver que no respondía, y, pensando que había ganado, acercó su teléfono a mi cara—. Mira, esta es la dirección. Seguro te suena… Es el mismo en el lugar en el que tú te casaste con él.

Tras decir esto, Shaina se marchó, tarareando alegre.

Yo me sentía tan hecha pedazos que me dieron arcadas, y, un momento después, perdí el conocimiento.

Cuando desperté, ya era de noche y había pasado otro día entero.

Andrew, a mi lado, tenía los ojos rojos y me apretaba la mano con fuerza. Pero, al recordar todo, junté fuerzas y aparté su mano con asco, antes de comenzar a limpiarla, una y otra vez, contra la sábana.

Andrew me miraba con la mirada vacía, sin entender.

—¿Te acuerdas de los votos que hicimos cuando nos casamos? —le pregunté—. ¿En los que dijimos que, si ya no había amor, cada uno por su lado, y que, si me engañabas, yo me iría para siempre…?

Andrew asintió sin dudar.

—Claro que me acuerdo. ¿Hice algo que te lastimó? ¿O alguien te ha llenado la cabeza? —preguntó, antes de pararse de golpe y gritar en dirección a Shaina—: ¡Averigua ya mismo quién ha venido a verla estos días!

Sin embargo, Shaina contestó tranquila, como si ya lo tuviera preparado.

—Solo vinieron las enfermeras y cuidadoras… Pero solo cambiaron el suero y se fueron. Fui yo quien vino ayer, mientras usted dormía. No estuve mucho tiempo. Solo me quedé brevemente con ella. —Hizo una pausa y se giró hacia mí, agregando—: No se preocupe tanto, señora. Es necesario que mejore. El señor Merino solo piensa en usted.
Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP