Capítulo 2
Justo cuando estaba por hablar, la puerta de la habitación se abrió y Shaina entró con un ramo de flores en brazos y una caja llena de vitaminas.

—Señor y señora Merino, perdonen la molestia. Vengo a visitar a la señora, de parte de los del trabajo —dijo en tono amable.

Shaina llevaba tres años al lado de Andrew, y, cada vez que él hablaba de ella, era para tirarle flores.

Tenía un cuerpazo, era lista, extrovertida, y entendía todo en un segundo. Varios negocios de la empresa se habían cerrado gracias a ella. Y, cualquiera que le hiciera ganar plata a la empresa, le caía bien a Andrew. Y, si a él le caía bien, yo tenía que aguantarla.

Andrew apenas asintió, sin siquiera mirarla. Tenía los ojos clavados en mí, sin saber que yo estaba al corriente de que todo aquello no era más que una farsa.

—Muchas gracias —dije, dándome la vuelta—. Pero ahora quiero descansar.

Por un momento, pensé que Shaina se iría, pero en lugar de eso, arrastró una silla y se sentó junto a Andrew, quien empezó a masajearme la espalda, mientras ella, de pie, le frotaba los hombros a él.

Esta situación llamó la atención de algunas enfermeras que pasaban por ahí, quienes se quedaron mirando. Sin embargo, Andrew no apartó a Shaina, sino que, de hecho, parecía bastante cómodo.

Las enfermeras y las cuidadoras salieron de la habitación con disimulo, y yo no pude evitar imaginar la cantidad de los chismes que iban a correr por el hospital.

La mano de Shaina, poco a poco, se fue poniendo más atrevida, bajando desde los hombros al pecho, antes de detenerse un momento sobre el abdomen de Andrew.

Él la miró serio, pero esa mirada más bien parecía decirle que siguiera.

Shaina ni siquiera lo dudó. Metió los dedos entre los botones de su camisa y empezó a tocarle la piel. En respuesta, Andrew empezó a hacer más presión en mi espalda.

Yo cerré los ojos, tratando de no moverme. Hasta contuve la respiración para no delatarme.

Andrew pensó que de verdad me había quedado dormida, por lo que quitó la mano de mi espalda y la deslizó por la cintura de Shaina, dándole un pellizco suave.

Shaina se acercó a él y lo besó, a lo cual él respondió sin inmutarse.

Abrí los ojos apenas, y, a través del reflejo en la ventana, lo vi todo. Las lágrimas empezaron a empapar la almohada sin que pudiera hacer nada para detenerlas.

Algo en Andrew se activó de pronto. Cortó el beso, me miró y, sin decir una palabra, tomó a Shaina de la mano y se la llevó de la habitación.

Contuve el aire y los seguí a escondidas hasta otra sala del mismo piso.

Esa puerta mal cerrada era una burla; como si todo estuviera planeado para que yo lo viera todo.

Andrew agarró a Shaina del cuello y la empujó contra la cama.

—Te lo dije más de una vez. ¡Compórtate delante de Mali!

Shaina le sonrió con esos ojos atrevidos, mientras le acariciaba el pecho, subiéndole la temperatura.

—Ya pasaste mucho tiempo con ella. El bebé y yo te extrañamos... Andrew, ¿no quieres probar acá? Toda esta planta es nuestra. Nadie se enterará.

Andrew no dijo nada, por lo que Shaina le tomó la mano y se la puso en el pecho. Él bajó la cabeza y le empezó a besar el cuello.

—Con cuidado… El bebé todavía está chiquito, no aguantaría...

—¡Cállate! ¡Yo sé mejor que tú lo que se puede y lo que no se puede hacer!

Ya no pude ver más. Me di vuelta y salí corriendo. Aunque me tapara los oídos, los gemidos y murmullos de ellos seguían sonando en mi cabeza como una pesadilla.

Jamás pensé que iba a vivir algo así. Que tuvieran la cara dura de hacerme esto en mis narices.

La realidad me golpeó tan fuerte que me dejó sin aire.

Y no pude evitar desplomarme en el pasillo, rota, sin fuerza, hecha pedazos.
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