Las palabras de David eran como dardos venenosos, diseñados para herir.—¿Qué demonios quieres? —le espeté, ya sin paciencia.David sonrió con cinismo, su mirada fría y calculadora.—Estaba pensando en no presentar las pruebas que tengo en tu contra a la corte a cambio de que dejes a ese hombre y continúes siendo mi esposa.Mi corazón se aceleró por la indignación, pero mantuve la calma exterior.—No me interesa tu oferta —repliqué firmemente.—Marisol, él no te ama. Seguro sabe de qué familia vienes y sólo te está usando. No quiero que mi hijo esté al lado de un hombre como él —argumentó, con su tono mezclando desprecio y manipulación.—¿Ah, pero si puedo estar al lado de un infeliz que me ha sido infiel y que nunca ha sido un buen padre? Eres un... —comencé, pero la rabia me cortó la voz.David cambió su expresión, ahora cargada de desdén.—Fue un error haberme fijado en ti, Marisol. Antes eras hermosa, y ahora mírate, eres una mujer que no tiene gracia —dijo, examinándome de arriba
★ Leonardo Mi oficina parecía más un campo de batalla que un espacio de trabajo. Caminaba de un lado a otro, como un león enjaulado, mientras mi mirada saltaba entre los rascacielos que adornaban la ciudad y el reflejo de mi propio rostro en el vidrio. Mi mente era un laberinto lleno de dilemas, y en el centro de todo estaba ella: Marisol. Pensar en su sonrisa me tranquilizaba... al menos por un instante. Pero ahora no podía apartar de mi mente la incertidumbre de cómo decirle quién era en realidad. ¿Cómo enfrentarla con la verdad y no perderla en el proceso? La ansiedad empezó a acumularse como una marea creciente. ¿Por qué no llegaba? Miré el reloj por quinta vez en diez minutos. Estuve a punto de llamarla, pero algo me detuvo. Tal vez necesitaba espacio, o quizás enfrentaba algo más grande de lo que me estaba dejando ver. Intenté distraerme en reuniones y comités de la empresa, donde era conocido como «el tiburón». Mi reputación de ser implacable no era gratuita, pero ni siquier
—El vino tinto es muy bueno y no se despega fácilmente. Conseguiré un poco y le diré a mi secretaria que te acompañe a «manchar» a las que hablaron mal de tu mamá —pronuncié, compartiendo la complicidad de Matías en su pequeña venganza imaginaria.Marisol asintió, agradecida por mi disposición a hacerle el juego a su hijo.Hice señas a mi secretaria para que viniera y llevara a Matías a hacer travesuras un rato, mientras Marisol y yo quedábamos a solas por un momento.—No tienes que ser un amor —mencionó Marisol, con una mirada llena de gratitud y cariño.—Tu hijo me agrada —mencioné, sintiendo la calidez de la conexión que había entre ellos—. Él es todo lo que yo no pude ser a su edad.—Seguro a su edad eras igual de tremendo que él —mencionó Marisol, con una sonrisa cálida que iluminaba su rostro mientras recordaba travesuras pasadas.Me quedé por un instante observándola, sus mejillas estaban sonrojadas, iluminadas por la emoción que brillaba en sus ojos, y sin que ella parara de r
—Hermanito —saludo al contestar la llamada.—Hola, Tailandia. Dime que no fuiste tú quien le dio la dirección a Karla de Marisol —pregunté directamente, con una pizca de preocupación en mi voz.Ella se quedó en silencio por un momento, y pude sentir la tensión a través del teléfono.—Lo siento, es que discutimos. Ella vino a buscarme a la consultoría pidiendo ayuda para conquistarte y no sé qué tanto, pero me negué. Se molestó y comenzamos a discutir. Se llevó mi libreta de notas, donde tenía escrita la dirección de Marisol. Seguro la tomó de ahí, pero te juro que me las va a pagar —explicó Tay con frustración y arrepentimiento.—Está bien, Tay... —respondí con calma, intentando tranquilizarla.—Perdóname. ¿Ya le dijiste que tiene que venir a visitarnos el fin de semana? —preguntó, tratando de cambiar de tema.—Aún no, se lo diré esta noche —confirmé.—Ok, madre quiere que pasemos el fin de semana en Cancún, en la casa junto a la playa. Deberíamos ir —propuso Tay con entusiasmo.—Le d
Las manos me sudaban y no podía respirar. Solo de pensar que hoy sería el gran día en que no tendría más secretos con mi hermosa Cachetitos, me ponía muy nervioso. Sentía un nudo en el estómago y el corazón me latía con fuerza.El pequeño Matías, con su energía y alegría habituales, abrió la puerta del auto, sonrió ampliamente y subió, ajustándose el cinturón con precisión.Luego, abrí la puerta del copiloto para mi linda Cachetitos. Ella me regaló una sonrisa tímida y subió al coche, arreglándose el vestido antes de sentarse.No podía ni abrir la boca de lo nervioso que estaba. Solo Marisol tiene ese toque de ponerme nervioso todo el tiempo. Su presencia y su aroma, todo de ella me trastorna.—¿Se pelearon? —preguntó Matías, rompiendo el silencio del momento y lanzándome una mirada curiosa a través del espejo retrovisor.—No, mi amor, es solo que Leoncito quiere estar callado. ¿No crees que deberías guardar silencio? —mencionó Marisol, viéndome con esos hermosos ojos que me fascinan.
—¿Entonces? —preguntó, con un tono de voz entre curioso y preocupado.—¿Puedes sentarte? —le pregunté, señalando una de las sillas altas de la barra.—Sí, dime qué sucede. Me volveré más loca si no hablas —dijo, sentándose lentamente.Tomé asiento a su lado y me bebí el vaso de agua que ella había dejado. Respiré hondo, preparándome para lo que estaba a punto de decirle.—Te contaré una historia —dije, intentando sonreír para calmarla un poco.—Bien, te escucho —respondió, con una leve sonrisa que me dio el valor para continuar.—Cuando era un niño, no era precisamente un niño modelo. Era gordito y usaba gafas. Todos se burlaban de mí —mencioné, sintiendo un nudo en la garganta al recordar esos tiempos.—Pobre de mi Leoncito —dijo, tomando mi mano con cariño.—Sí, bueno, aún así, un día mis ojos vieron a una niña muy hermosa y me enamoré de ella. Ella fue mi primer amor. Era hermosa, es hermosa, como ninguna otra mujer. Brillaba con luz propia, y yo solo la miraba de lejos, sabiendo q
—Claro, este fin de semana podríamos pasar tiempo juntos en Cancún, en la casa de la playa —propuse, emocionado con la idea de crear nuevos recuerdos juntos en un lugar especial.—¡Nunca he ido a Cancún! ¿Qué debo ponerme? —preguntó, su entusiasmo palpable mientras se levantaba de la cama y corría hacia su armario, dejándome admirar su energía y vitalidad.—Relájate, Mar. —intenté calmarla, sabiendo que a veces su mente podía ir demasiado rápido.—No, ¿y si no les gusta cómo me visto? —su preocupación era palpable, pero yo estaba decidido a hacer que se sintiera segura y amada.—A mí me encanta cómo te vistes, y también cómo te desvistes —bromeé con una sonrisa, tratando de aligerar el ambiente con un toque de picardía.La luz tenue de la lámpara de noche bañaba la habitación en un cálido resplandor dorado. Marisol, con su vestido ligero y su cabello suelto, se movía con una gracia natural que siempre me había fascinado. No pude evitar acercarme, atraído por su presencia como un imán.
★Marisol.A pesar de que estaba feliz, aún así tenía miedo. Los días habían pasado demasiado rápido hasta llegar el fin de semana. Leonardo estaba emocionado de que yo ya supiera su secreto; jamás hubiera imaginado que mi primer amor resultaría ser ese papasote con su sonrisa encantadora y sus ojos que parecían brillar cada vez que me miraba.Mi habitación estaba llena de maletas y ropa esparcida por todos lados. Andreina, mi mejor amiga desde la infancia, había venido a ayudarme a empacar. Sus rizos dorados rebotaban con cada movimiento y su risa contagiosa llenaba el cuarto.—¿Ya tienes todo listo? —comentó Andreina mientras doblaba una blusa con destreza.—¿Qué es esto? —preguntó al ver los vestidos que había escogido. Su expresión era una mezcla de sorpresa y desaprobación.—Son vestidos para el día. Obvio, deben taparme bien, por si quiere que vayamos a la playa. No quiero dejar en vergüenza a Leonardo; ya me imagino una mujer con un cuerpo tan grande en un bikini cachetero. ¡Qué