—El vino tinto es muy bueno y no se despega fácilmente. Conseguiré un poco y le diré a mi secretaria que te acompañe a «manchar» a las que hablaron mal de tu mamá —pronuncié, compartiendo la complicidad de Matías en su pequeña venganza imaginaria.Marisol asintió, agradecida por mi disposición a hacerle el juego a su hijo.Hice señas a mi secretaria para que viniera y llevara a Matías a hacer travesuras un rato, mientras Marisol y yo quedábamos a solas por un momento.—No tienes que ser un amor —mencionó Marisol, con una mirada llena de gratitud y cariño.—Tu hijo me agrada —mencioné, sintiendo la calidez de la conexión que había entre ellos—. Él es todo lo que yo no pude ser a su edad.—Seguro a su edad eras igual de tremendo que él —mencionó Marisol, con una sonrisa cálida que iluminaba su rostro mientras recordaba travesuras pasadas.Me quedé por un instante observándola, sus mejillas estaban sonrojadas, iluminadas por la emoción que brillaba en sus ojos, y sin que ella parara de r
—Hermanito —saludo al contestar la llamada.—Hola, Tailandia. Dime que no fuiste tú quien le dio la dirección a Karla de Marisol —pregunté directamente, con una pizca de preocupación en mi voz.Ella se quedó en silencio por un momento, y pude sentir la tensión a través del teléfono.—Lo siento, es que discutimos. Ella vino a buscarme a la consultoría pidiendo ayuda para conquistarte y no sé qué tanto, pero me negué. Se molestó y comenzamos a discutir. Se llevó mi libreta de notas, donde tenía escrita la dirección de Marisol. Seguro la tomó de ahí, pero te juro que me las va a pagar —explicó Tay con frustración y arrepentimiento.—Está bien, Tay... —respondí con calma, intentando tranquilizarla.—Perdóname. ¿Ya le dijiste que tiene que venir a visitarnos el fin de semana? —preguntó, tratando de cambiar de tema.—Aún no, se lo diré esta noche —confirmé.—Ok, madre quiere que pasemos el fin de semana en Cancún, en la casa junto a la playa. Deberíamos ir —propuso Tay con entusiasmo.—Le d
Las manos me sudaban y no podía respirar. Solo de pensar que hoy sería el gran día en que no tendría más secretos con mi hermosa Cachetitos, me ponía muy nervioso. Sentía un nudo en el estómago y el corazón me latía con fuerza.El pequeño Matías, con su energía y alegría habituales, abrió la puerta del auto, sonrió ampliamente y subió, ajustándose el cinturón con precisión.Luego, abrí la puerta del copiloto para mi linda Cachetitos. Ella me regaló una sonrisa tímida y subió al coche, arreglándose el vestido antes de sentarse.No podía ni abrir la boca de lo nervioso que estaba. Solo Marisol tiene ese toque de ponerme nervioso todo el tiempo. Su presencia y su aroma, todo de ella me trastorna.—¿Se pelearon? —preguntó Matías, rompiendo el silencio del momento y lanzándome una mirada curiosa a través del espejo retrovisor.—No, mi amor, es solo que Leoncito quiere estar callado. ¿No crees que deberías guardar silencio? —mencionó Marisol, viéndome con esos hermosos ojos que me fascinan.
—¿Entonces? —preguntó, con un tono de voz entre curioso y preocupado.—¿Puedes sentarte? —le pregunté, señalando una de las sillas altas de la barra.—Sí, dime qué sucede. Me volveré más loca si no hablas —dijo, sentándose lentamente.Tomé asiento a su lado y me bebí el vaso de agua que ella había dejado. Respiré hondo, preparándome para lo que estaba a punto de decirle.—Te contaré una historia —dije, intentando sonreír para calmarla un poco.—Bien, te escucho —respondió, con una leve sonrisa que me dio el valor para continuar.—Cuando era un niño, no era precisamente un niño modelo. Era gordito y usaba gafas. Todos se burlaban de mí —mencioné, sintiendo un nudo en la garganta al recordar esos tiempos.—Pobre de mi Leoncito —dijo, tomando mi mano con cariño.—Sí, bueno, aún así, un día mis ojos vieron a una niña muy hermosa y me enamoré de ella. Ella fue mi primer amor. Era hermosa, es hermosa, como ninguna otra mujer. Brillaba con luz propia, y yo solo la miraba de lejos, sabiendo q
—Claro, este fin de semana podríamos pasar tiempo juntos en Cancún, en la casa de la playa —propuse, emocionado con la idea de crear nuevos recuerdos juntos en un lugar especial.—¡Nunca he ido a Cancún! ¿Qué debo ponerme? —preguntó, su entusiasmo palpable mientras se levantaba de la cama y corría hacia su armario, dejándome admirar su energía y vitalidad.—Relájate, Mar. —intenté calmarla, sabiendo que a veces su mente podía ir demasiado rápido.—No, ¿y si no les gusta cómo me visto? —su preocupación era palpable, pero yo estaba decidido a hacer que se sintiera segura y amada.—A mí me encanta cómo te vistes, y también cómo te desvistes —bromeé con una sonrisa, tratando de aligerar el ambiente con un toque de picardía.La luz tenue de la lámpara de noche bañaba la habitación en un cálido resplandor dorado. Marisol, con su vestido ligero y su cabello suelto, se movía con una gracia natural que siempre me había fascinado. No pude evitar acercarme, atraído por su presencia como un imán.
★Marisol.A pesar de que estaba feliz, aún así tenía miedo. Los días habían pasado demasiado rápido hasta llegar el fin de semana. Leonardo estaba emocionado de que yo ya supiera su secreto; jamás hubiera imaginado que mi primer amor resultaría ser ese papasote con su sonrisa encantadora y sus ojos que parecían brillar cada vez que me miraba.Mi habitación estaba llena de maletas y ropa esparcida por todos lados. Andreina, mi mejor amiga desde la infancia, había venido a ayudarme a empacar. Sus rizos dorados rebotaban con cada movimiento y su risa contagiosa llenaba el cuarto.—¿Ya tienes todo listo? —comentó Andreina mientras doblaba una blusa con destreza.—¿Qué es esto? —preguntó al ver los vestidos que había escogido. Su expresión era una mezcla de sorpresa y desaprobación.—Son vestidos para el día. Obvio, deben taparme bien, por si quiere que vayamos a la playa. No quiero dejar en vergüenza a Leonardo; ya me imagino una mujer con un cuerpo tan grande en un bikini cachetero. ¡Qué
★Itzel.Estaba enojada y mi gata ya hasta huyó de mí. Solo me descuidé un momento y se fue.Giré para buscarlo por todos lados, pero no estaba.—¿Cirquera, dónde estás? —mencioné, tratando de mantener la calma.Pero mi pequeña gata no estaba por ningún lado, seguro andaba explorando como siempre.Mi vista se fijó en Kerem, quien acariciaba a mi gata con una sonrisa tranquila en su rostro.Me acerqué a él y me senté a su lado, tratando de ocultar mi alivio al ver a Cirquera sana y salva.—Tienes pegue con las gatas cirqueras —pronuncié, intentando sonar casual.—Me gusta tu gata —respondió Kerem sin apartar la vista de Cirquera, quien ronroneaba contenta en su regazo.—Se llama Cirquera. La encontré en la calle; es una gata testaruda que peleaba porque no podía atravesar un cristal. Pero no deja de ser mi gata. ¿Y te dije que le puse Karla la Cirquera? —dije, recordando el día en que la recogí, sucia y desorientada, pero con un espíritu luchador.—Te llamé y no respondiste —dijo Kerem,
★Taylandia.Esperar a que mi hermano llegue con su nueva conquista siempre me da dolor de cabeza. Leonardo siempre ha sido de tener muchas mujeres porque es un hombre muy apuesto y, además, millonario. Casi todas se fijan en él por eso, así que estoy preocupada por él. No me gusta que le vean la cara de idiota, y sé que esa tal Marisol, la dueña del corazón de mi hermano, lo hará.Mi primera opción para él era Karla, pero resultó ser muy payasa y controladora. ¿Qué se cree?Salí de mi habitación y me dirigí al porche, donde estaban mis padres y el idiota de Ian.Me cae en la punta del iceberg porque de niña me hacía travesuras, como poner arañas en mi cabeza o espantarme escondiéndose detrás de las puertas y gritando "¡Boo!".—Taylandesa —dijo Ian poniéndose en pie.Me sorprendió que no haya venido con el resto de los chicos o con su hermano Jhonatan.—¡Señora Alicia, qué gusto verla! —exclamé, saliendo corriendo a abrazar a Ali.Ella es como una madre para Jhonatan, Ian, Brian, Jhon