Al llegar a su casa, los encontré a los tres reunidos alrededor de la mesa del comedor.—Buen día, familia —saludé, mientras mi madre se acercaba para abrazarme con efusión.—¡Mi Leonardo! —exclamó ella con alegría, aunque su expresión pronto se tornó más seria.—¿Qué pasa? ¿Por qué tanta seriedad? —pregunté, anticipando que se avecinaba una conversación seria.—No seas dramático, Leonardo. Siéntate, tenemos que hablar seriamente —mencionó mi padre, conocido como el gran señor Ruiz, dueño de media ciudad peluche.—Prefiero estar de pie. Solo díganme qué quieren —respondí, manteniendo mi postura desafiante ante la seriedad del momento.—Enrique nos informó que rechazaste a su hija y que estás en una relación con otra mujer. ¿Qué mujer es mejor que Karla? —inquirió mi padre, con un tono de reproche en su voz.—Cualquier mujer es mejor que ella —respondí con desdén, sin ocultar mi frustración.—Cariño, no respondas con evasivas. Responde directamente a tu padre —intervino mi madre, trata
Las palabras de David eran como dardos venenosos, diseñados para herir.—¿Qué demonios quieres? —le espeté, ya sin paciencia.David sonrió con cinismo, su mirada fría y calculadora.—Estaba pensando en no presentar las pruebas que tengo en tu contra a la corte a cambio de que dejes a ese hombre y continúes siendo mi esposa.Mi corazón se aceleró por la indignación, pero mantuve la calma exterior.—No me interesa tu oferta —repliqué firmemente.—Marisol, él no te ama. Seguro sabe de qué familia vienes y sólo te está usando. No quiero que mi hijo esté al lado de un hombre como él —argumentó, con su tono mezclando desprecio y manipulación.—¿Ah, pero si puedo estar al lado de un infeliz que me ha sido infiel y que nunca ha sido un buen padre? Eres un... —comencé, pero la rabia me cortó la voz.David cambió su expresión, ahora cargada de desdén.—Fue un error haberme fijado en ti, Marisol. Antes eras hermosa, y ahora mírate, eres una mujer que no tiene gracia —dijo, examinándome de arriba
★Leonardo.Ahora solo debo pensar cómo decirle a Marisol quién soy en realidad. Me encontraba en mi oficina, caminando de un lado a otro mientras observaba los edificios altos y la bulliciosa ciudad desde la ventana.Mi mente estaba abarrotada con un millón de cosas por resolver.No paraba de pensar en mi hermosa Marisol.¿Por qué tardará tanto en venir?Estaba por llamarla, pero decidí no hacerlo; seguramente está ocupada y no está pasando por un buen momento. Recordé su voz suave y reconfortante, pero ahora estaba llena de preocupación y estrés.Mejor me enfrasqué en reuniones y nuevos comités que se formaban en la empresa; en algunas partes me conocen como el tiburón en los negocios, ya que nada se me sale de las manos.La reputación de ser un líder implacable me precedía, y era hora de mostrar por qué me llamaban así.Pero ahora estaba demasiado distraído. La ansiedad me agobiaba mientras mis pensamientos se enredaban.De repente, mi teléfono vibró con un mensaje de un número desc
—El vino tinto es muy bueno y no se despega fácilmente. Conseguiré un poco y le diré a mi secretaria que te acompañe a «manchar» a las que hablaron mal de tu mamá —pronuncié, compartiendo la complicidad de Matías en su pequeña venganza imaginaria.Marisol asintió, agradecida por mi disposición a hacerle el juego a su hijo.Hice señas a mi secretaria para que viniera y llevara a Matías a hacer travesuras un rato, mientras Marisol y yo quedábamos a solas por un momento.—No tienes que ser un amor —mencionó Marisol, con una mirada llena de gratitud y cariño.—Tu hijo me agrada —mencioné, sintiendo la calidez de la conexión que había entre ellos—. Él es todo lo que yo no pude ser a su edad.—Seguro a su edad eras igual de tremendo que él —mencionó Marisol, con una sonrisa cálida que iluminaba su rostro mientras recordaba travesuras pasadas.Me quedé por un instante observándola, sus mejillas estaban sonrojadas, iluminadas por la emoción que brillaba en sus ojos, y sin que ella parara de r
—Hermanito —saludo al contestar la llamada.—Hola, Tailandia. Dime que no fuiste tú quien le dio la dirección a Karla de Marisol —pregunté directamente, con una pizca de preocupación en mi voz.Ella se quedó en silencio por un momento, y pude sentir la tensión a través del teléfono.—Lo siento, es que discutimos. Ella vino a buscarme a la consultoría pidiendo ayuda para conquistarte y no sé qué tanto, pero me negué. Se molestó y comenzamos a discutir. Se llevó mi libreta de notas, donde tenía escrita la dirección de Marisol. Seguro la tomó de ahí, pero te juro que me las va a pagar —explicó Tay con frustración y arrepentimiento.—Está bien, Tay... —respondí con calma, intentando tranquilizarla.—Perdóname. ¿Ya le dijiste que tiene que venir a visitarnos el fin de semana? —preguntó, tratando de cambiar de tema.—Aún no, se lo diré esta noche —confirmé.—Ok, madre quiere que pasemos el fin de semana en Cancún, en la casa junto a la playa. Deberíamos ir —propuso Tay con entusiasmo.—Le d
Las manos me sudaban y no podía respirar. Solo de pensar que hoy sería el gran día en que no tendría más secretos con mi hermosa Cachetitos, me ponía muy nervioso. Sentía un nudo en el estómago y el corazón me latía con fuerza.El pequeño Matías, con su energía y alegría habituales, abrió la puerta del auto, sonrió ampliamente y subió, ajustándose el cinturón con precisión.Luego, abrí la puerta del copiloto para mi linda Cachetitos. Ella me regaló una sonrisa tímida y subió al coche, arreglándose el vestido antes de sentarse.No podía ni abrir la boca de lo nervioso que estaba. Solo Marisol tiene ese toque de ponerme nervioso todo el tiempo. Su presencia y su aroma, todo de ella me trastorna.—¿Se pelearon? —preguntó Matías, rompiendo el silencio del momento y lanzándome una mirada curiosa a través del espejo retrovisor.—No, mi amor, es solo que Leoncito quiere estar callado. ¿No crees que deberías guardar silencio? —mencionó Marisol, viéndome con esos hermosos ojos que me fascinan.
—¿Entonces? —preguntó, con un tono de voz entre curioso y preocupado.—¿Puedes sentarte? —le pregunté, señalando una de las sillas altas de la barra.—Sí, dime qué sucede. Me volveré más loca si no hablas —dijo, sentándose lentamente.Tomé asiento a su lado y me bebí el vaso de agua que ella había dejado. Respiré hondo, preparándome para lo que estaba a punto de decirle.—Te contaré una historia —dije, intentando sonreír para calmarla un poco.—Bien, te escucho —respondió, con una leve sonrisa que me dio el valor para continuar.—Cuando era un niño, no era precisamente un niño modelo. Era gordito y usaba gafas. Todos se burlaban de mí —mencioné, sintiendo un nudo en la garganta al recordar esos tiempos.—Pobre de mi Leoncito —dijo, tomando mi mano con cariño.—Sí, bueno, aún así, un día mis ojos vieron a una niña muy hermosa y me enamoré de ella. Ella fue mi primer amor. Era hermosa, es hermosa, como ninguna otra mujer. Brillaba con luz propia, y yo solo la miraba de lejos, sabiendo q
—Claro, este fin de semana podríamos pasar tiempo juntos en Cancún, en la casa de la playa —propuse, emocionado con la idea de crear nuevos recuerdos juntos en un lugar especial.—¡Nunca he ido a Cancún! ¿Qué debo ponerme? —preguntó, su entusiasmo palpable mientras se levantaba de la cama y corría hacia su armario, dejándome admirar su energía y vitalidad.—Relájate, Mar. —intenté calmarla, sabiendo que a veces su mente podía ir demasiado rápido.—No, ¿y si no les gusta cómo me visto? —su preocupación era palpable, pero yo estaba decidido a hacer que se sintiera segura y amada.—A mí me encanta cómo te vistes, y también cómo te desvistes —bromeé con una sonrisa, tratando de aligerar el ambiente con un toque de picardía.La luz tenue de la lámpara de noche bañaba la habitación en un cálido resplandor dorado. Marisol, con su vestido ligero y su cabello suelto, se movía con una gracia natural que siempre me había fascinado. No pude evitar acercarme, atraído por su presencia como un imán.