★Itzel.—Deja de besarme, idiota —lo empujé con fuerza, tratando de apartarlo de mí, pero su agarre era firme, como si no quisiera soltarme nunca.—Ni quién quiera besarte, estás loca —respondió con desprecio, su tono sarcástico me irritaba aún más.—Entonces suéltame y vete con la cirquera —dije, tratando de mantener la compostura, aunque mi voz temblaba ligeramente por la rabia.—Eres tan insoportable, mujer. Deberías ir a un loquero, quizás tienes un daño irreversible —se burló, sin mostrar la más mínima empatía.—Para tu información, soy psicóloga —protesté, buscando imponerme con mi profesión, aunque dudaba de que eso lo hiciera cambiar de actitud.—Ja, ja, ja. Seguro, eso ni tú misma te lo crees —rió con cinismo, sin mostrarse impresionado.—¿Ya me vas a soltar o quieres que te dé un golpe que te haga soltarme? Tu beso ni siquiera me gustó —amenacé, tratando de mantener la calma, aunque la tensión estaba en aumento.—¿Así? —respondió desafiante, tomando mi cintura y volviendo a
—Gracias por traerme —le dije, intentando romper el hielo que se había formado entre nosotros.—¿Me darías tu número de teléfono? —preguntó con una mirada cautivadora.—¿Te gustan las locas? —repliqué con una sonrisa coqueta, desviando la conversación hacia un terreno más juguetón.—No me gustan las locas, solo me gusta una —respondió con un brillo peculiar en los ojos que me hizo sonreír.—¿Quieres entrar? —propuse, buscando prolongar nuestra compañía, mientras desataba la tensión con una sugerencia audaz.—¿Vamos a pelear adentro? —preguntó con una pizca de picardía en la voz.—¿Si pelear en la cama cuenta? —respondí, desafiante pero con un tono juguetón, dejando claro que estaba dispuesta a seguirle el juego.Una sonrisa juguetona se dibujó en sus labios antes de acercarse para besarme con ardor.—Prefiero esperar, salgamos mañana —dijo, sorprendiéndome con su propuesta, que no dejaba de ser encantadora.—¿Me estás rechazando? ¿Es por la cirquera? —inquirí, medio en broma, medio pr
★Leonardo.A la mañana siguiente, los rayos del sol filtrándose por la ventana pintaban el rostro de Marisol con una suave luz dorada. Me quedé allí, admirándola en su sueño, fascinado por su belleza serena y la paz que irradiaba.—Te amo —susurré, dejando un beso ligero en su frente.Un pequeño suspiro escapó de sus labios entreabiertos mientras se acomodaba más cerca de mí, buscando el calor de mi cuerpo.Cerré los ojos, aferrándome al momento, deseando que el tiempo se detuviera y pudiera disfrutar por siempre de este instante de tranquilidad y amor.Sin embargo, el sonido insistente de mi teléfono interrumpió la calma. Marisol seguía durmiendo, ajena al mundo exterior, así que con cuidado tomé la llamada y me levanté de la cama, tratando de no perturbar su sueño.—¿Qué pasa? —respondí en un susurro, reconociendo la voz de Jhonatan al otro lado de la línea.—Tenemos un problema con el divorcio de Marisol —mencionó, mientras de fondo se escuchaba la voz de una mujer, probablemente s
Al llegar a su casa, los encontré a los tres reunidos alrededor de la mesa del comedor.—Buen día, familia —saludé, mientras mi madre se acercaba para abrazarme con efusión.—¡Mi Leonardo! —exclamó ella con alegría, aunque su expresión pronto se tornó más seria.—¿Qué pasa? ¿Por qué tanta seriedad? —pregunté, anticipando que se avecinaba una conversación seria.—No seas dramático, Leonardo. Siéntate, tenemos que hablar seriamente —mencionó mi padre, conocido como el gran señor Ruiz, dueño de media ciudad peluche.—Prefiero estar de pie. Solo díganme qué quieren —respondí, manteniendo mi postura desafiante ante la seriedad del momento.—Enrique nos informó que rechazaste a su hija y que estás en una relación con otra mujer. ¿Qué mujer es mejor que Karla? —inquirió mi padre, con un tono de reproche en su voz.—Cualquier mujer es mejor que ella —respondí con desdén, sin ocultar mi frustración.—Cariño, no respondas con evasivas. Responde directamente a tu padre —intervino mi madre, trata
Las palabras de David eran como dardos venenosos, diseñados para herir.—¿Qué demonios quieres? —le espeté, ya sin paciencia.David sonrió con cinismo, su mirada fría y calculadora.—Estaba pensando en no presentar las pruebas que tengo en tu contra a la corte a cambio de que dejes a ese hombre y continúes siendo mi esposa.Mi corazón se aceleró por la indignación, pero mantuve la calma exterior.—No me interesa tu oferta —repliqué firmemente.—Marisol, él no te ama. Seguro sabe de qué familia vienes y sólo te está usando. No quiero que mi hijo esté al lado de un hombre como él —argumentó, con su tono mezclando desprecio y manipulación.—¿Ah, pero si puedo estar al lado de un infeliz que me ha sido infiel y que nunca ha sido un buen padre? Eres un... —comencé, pero la rabia me cortó la voz.David cambió su expresión, ahora cargada de desdén.—Fue un error haberme fijado en ti, Marisol. Antes eras hermosa, y ahora mírate, eres una mujer que no tiene gracia —dijo, examinándome de arriba
★Leonardo.Ahora solo debo pensar cómo decirle a Marisol quién soy en realidad. Me encontraba en mi oficina, caminando de un lado a otro mientras observaba los edificios altos y la bulliciosa ciudad desde la ventana.Mi mente estaba abarrotada con un millón de cosas por resolver.No paraba de pensar en mi hermosa Marisol.¿Por qué tardará tanto en venir?Estaba por llamarla, pero decidí no hacerlo; seguramente está ocupada y no está pasando por un buen momento. Recordé su voz suave y reconfortante, pero ahora estaba llena de preocupación y estrés.Mejor me enfrasqué en reuniones y nuevos comités que se formaban en la empresa; en algunas partes me conocen como el tiburón en los negocios, ya que nada se me sale de las manos.La reputación de ser un líder implacable me precedía, y era hora de mostrar por qué me llamaban así.Pero ahora estaba demasiado distraído. La ansiedad me agobiaba mientras mis pensamientos se enredaban.De repente, mi teléfono vibró con un mensaje de un número desc
—El vino tinto es muy bueno y no se despega fácilmente. Conseguiré un poco y le diré a mi secretaria que te acompañe a «manchar» a las que hablaron mal de tu mamá —pronuncié, compartiendo la complicidad de Matías en su pequeña venganza imaginaria.Marisol asintió, agradecida por mi disposición a hacerle el juego a su hijo.Hice señas a mi secretaria para que viniera y llevara a Matías a hacer travesuras un rato, mientras Marisol y yo quedábamos a solas por un momento.—No tienes que ser un amor —mencionó Marisol, con una mirada llena de gratitud y cariño.—Tu hijo me agrada —mencioné, sintiendo la calidez de la conexión que había entre ellos—. Él es todo lo que yo no pude ser a su edad.—Seguro a su edad eras igual de tremendo que él —mencionó Marisol, con una sonrisa cálida que iluminaba su rostro mientras recordaba travesuras pasadas.Me quedé por un instante observándola, sus mejillas estaban sonrojadas, iluminadas por la emoción que brillaba en sus ojos, y sin que ella parara de r
—Hermanito —saludo al contestar la llamada.—Hola, Tailandia. Dime que no fuiste tú quien le dio la dirección a Karla de Marisol —pregunté directamente, con una pizca de preocupación en mi voz.Ella se quedó en silencio por un momento, y pude sentir la tensión a través del teléfono.—Lo siento, es que discutimos. Ella vino a buscarme a la consultoría pidiendo ayuda para conquistarte y no sé qué tanto, pero me negué. Se molestó y comenzamos a discutir. Se llevó mi libreta de notas, donde tenía escrita la dirección de Marisol. Seguro la tomó de ahí, pero te juro que me las va a pagar —explicó Tay con frustración y arrepentimiento.—Está bien, Tay... —respondí con calma, intentando tranquilizarla.—Perdóname. ¿Ya le dijiste que tiene que venir a visitarnos el fin de semana? —preguntó, tratando de cambiar de tema.—Aún no, se lo diré esta noche —confirmé.—Ok, madre quiere que pasemos el fin de semana en Cancún, en la casa junto a la playa. Deberíamos ir —propuso Tay con entusiasmo.—Le d