Eva está sentada en un elegante restaurante, sonríe pensando en la noche que pasó con su esposo. Sabía que no iba a beber de la botella de vino que había abierto, por eso había preparado la que estaba sellada, al final logró llevarlo a la cama como quería, y hacerle prometer, que le ayudaría en el compromiso de Isabella. Todo tiene que salir perfecto, esta vez no puede fallar porque hay mucho dinero en juego.Fue al mercado bien temprano y le compró muchos regalos a Isabella, quiere hacerse pasar por la madre perfecta que le estaba extrañando todo este tiempo y está muy arrepentida de todo. Ya practicó una disculpa por lo que le dijo cuando abandonó a Luis y la amenazó con desheredarla. También, por todo el tiempo que han estado sin verse ni hablar. Siempre odió a esa muchacha desde que nació, Bella siempre prefirió a los abuelos por encima de ella y de su padre.Aunque no puede negar que le preocupa Santiago, supo que ha estado yendo a ver a su madre de lejos. Siempre supo que adorab
El doctor Alfonso le alcanza una bebida hidratante que Santiago bebe a sorbos cortos como le indicara aquel que le dice complacido.—Al parecer ya te aliviaste, con eso que te di no vas a vomitar más. Y la tembladera va a pasar en un rato. ¡No vuelvas a caer en las trampas de esa mujer, mi amigo! Como tengo que decírtelo, todo lo que venga de ella es peligroso. ¿Ves? Ya estás dejando de estremecerte, en un rato no sentirás esa molestia.—Me alegro mucho, no me gusta vomitar, nunca me ha gustado. Y me siento mejor, gracias mi amigo. Cuando me levanté no pensé claro, me asusté y vine corriendo a pesar que me dijiste que no lo hiciera, no te preocupes, cuidaré que no te pase nada. ¡Diantres, odio vomitar!—A nadie le gusta vomitar Santiago. Ahora vete que tengo otros pacientes que atender, no soy tu doctor particular. Avísame cualquier cosa que te sientas, no importa la hora que sea, iré a verte de inmediato. Aunque no creo que te de más nada. Hasta luego y recuerda la consulta de esta
Ante la pregunta que le hace Isabella, él sonríe recordando lo que le dijera el abuelo Sardino, que ellos tenían que arreglarlo todo, porque estaba seguro que su nieta no había pensado en nada de eso y que si la dejaban sola le cogerían enseguida la mentira. Y era verdad, al ver como ella estaba de lo más preocupada, por eso sonrió y en un tono cariñoso le respondió.—Ya lo arreglamos, el abuelo consiguió dos pruebas falsas de paternidad. Recuerda que no somos novatos haciendo negocios mi querida esposa, ahora deja de preocuparte por esos detalles y vamos a mi casa a comer helado.—¿Y por qué nadie me dijo nada? —pregunta Isabella, sorprendida de que todos piensen en esos detalles y ella, que es la más interesada, no. —Y no podemos ir a tu casa, ¿o se te olvidó que la alergia es por una flor? No iremos hasta que estén bien, tomaremos helado, pero no en tu casa, sino en la mía.—Muy bien, me quedaré con ellos hoy. Vamos niños, papá hoy dormirá con ustedes —Y sin más se aleja rumbo al a
Me giro para Christian, que me mira sonriente, y mi mente trae de un golpe, todas las memorias de mi niñez junto a él. Como se empeñaba siempre en hacerme ir a jugar con él. En hacer travesuras que no me gustaban, las hacía para que me dejara tranquila, porque después aceptaba escuchar la historia que leía en lo que él hacía diferentes cosas y dibujos en mi casa del árbol o en la sofita. Siempre detrás de mí sin dejarme un momento de paz.—¡Ahora te recuerdo, siempre haciéndome hacer todo lo que querías! ¡Yo quería leer en mi casa del árbol, y tú te metías conmigo en ella, y me hacías jugar a tus juegos tontos del cazador! —Casi le grito, porque junto a mis memorias, llegaron también los sentimientos y no eran nada buenos, lo odiaba con todo mi ser.—¡Yo no recuerdo nada de eso, Bella! —Dice sonriendo inocentemente con un brilló diferente en su mirada, parece que le gusta que me haya acordado de él.—¡Muy conveniente para ti! —Le grito atrás, no me reconozco, en verdad pienso que deb
Terminamos de vestirnos, tomamos todo lo que creemos que nos va a hacer falta, y aquí vamos ya como un matrimonio feliz. Christian al volante, yo en el asiento del copiloto, y mis hijos en sus asientos en la parte trasera.—¿Cómo supiste que la empresa está llena de periodistas? —pregunto desconfiada, ahora mismo todo me parece un plan de él.—Me llamó el portero.—¿Qué vamos a hacer ahora, Christian? ¡No me gusta todo este alboroto! Si llego a saber que eras tan famoso, no te hubiera metido en esto —digo, realmente convencida de ello, debí averiguar primero antes de proponerle esto.—Tú no me metiste en nada, Bella —contesta muy serio. — Yo tomé la decisión, no te voy a mentir, estoy muy feliz de hacerlo.—No olvides que todo es un teatro, Christian, y un día se va a terminar. —Le recuerdo, pero no obtengo respuesta.Llegamos a su casa, él se baja y libera a los niños, como si fuera algo que hace todos los días, ellos corren felices. Veo dos camiones de mudanza, que están entrando co
Un hombre desconocido llega a la editorial de Christian, que está repleta de periodistas en las afueras, porque no los dejan entrar. Se acerca a uno de ellos y le pregunta.—¿Qué hacen aquí? ¿A quién vigilan?—Al dueño, es el heredero Thompson y dicen que está casado, ayer se la presentó a todos en la empresa.—¿En serio? ¿El chico ese que todas las mujeres millonarias persiguen? Eso debe ser un cuento, conozco a su familia y sé que tenía una prometida, no una esposa.—¿Tenía prometida?—Sí, pero tuvo un accidente, ¿debes haber oído de él? Hará como cinco o seis años. Y luego, después de un año en coma, se despertó y no se acordaba de nadie, y rompió con ella. ¿Cómo va a estar casado? Eso debe ser un tonto rumor.—Que no, conozco a una de las chicas de la recepción y me dijo que ayer cuando iba saliendo para almorzar, dijo alto y claro que si lo llamaban, que había ido a almorzar con su esposa, y la llevaba de la mano. Ella me llamó y me avisó, me fui al restaurante y era verdad estab
Hemos pasado el día de lo más hermoso, mi abuela está de lo más feliz, mis hijos también y no puedo negar que ver a todos felices, me hace a mí, feliz también. Estamos sentados después del almuerzo en el gran salón, puedo ver a mima como mira nerviosa su reloj y me doy cuenta de que es que se está acercando la hora en que papá va a verla. Me pongo de pie sonriente y me giro para Christian.—Christian, creo que por hoy la visita ha sido suficiente, tu casa es realmente linda, pero creo que es hora de regresar.—¿Por qué Bella? —pregunta, pero le abro los ojos y entiende. —Es verdad, no recordaba que te lo había dicho. Tenemos que terminar de planificar la presentación. Así que iré por los niños y Marta, para irnos. Pasaremos la tarde en tu casa.Mi abuelo no dice nada, y mi abuela sonríe feliz. Nos montamos en los autos, los niños se duermen en el trayecto, al llegar tomo a Luci y Christian a Lucas.—¿Dónde Bella?—Sígueme, esa es la habitación de Lucas y esta es la de Luci.—¿No duer
Sigo a Christian que lleva la enorme maleta a la habitación que le ha designado mi abuelo, justo al lado de la mía, y entro detrás de él y le pregunto.—¿Eso es lo que realmente quieres para tu vida?Termina de colocar la maleta encima de su cama, y se gira despacio para mirarme de frente, y se acerca muy despacio hasta estar a solo medio metro de mí.—Sí, quiero esto —responde firmemente. —No quiero estar más solo en un mundo que no conozco y del cual solo recuerdo el pastel que me hacía tu abuela. ¿Es malo querer estar aquí en el único lugar que existe algo que recuerde Bella?No sé qué decir, tampoco sé por qué vine y le hice esta pregunta estúpida, cuando fui yo la que le pedí ayuda. Voy a girar para marcharme, pero me toma por una mano y me retiene.—Mírame Isabella, no te haré nada. Vamos a tratar primero de ser los amigos que éramos de niños, aunque tú me odiabas, al parecer yo no. Tus abuelos me dan una seguridad en la vida, que no había sentido desde que me pasó el accidente.