Y es cuando me doy cuenta, que ha sido con mi nuevo jefe con quien he chocado aparatosamente. Él se inclina tomándome del brazo, para ayudarme a levantar. Mi piel se eriza por completo, ante el contacto de su mano y un extraño y desconocido estremecimiento me sacude completamente.—¡Señor Christian! ¡Discúlpeme, estaba muy entretenida y no lo vi! —Dije soltandome de su agarre.—No pasa nada —dice mirándome fijo y sonríe reconciliador. —No ha sido sólo culpa suya, señorita Sardino, también iba mirando entretenido unos mensajes en mi teléfono. ¿Segura no le hice daño y está bien?—Sí, estoy bien, no fue nada —respondo sin dejar de mirar sus increíbles hermosos ojos azules. Nos quedamos un momento en silencio en lo que él me mira como si estuviera pensando en algo. Pareciera que está dudando si preguntarme algo o no. Voy a hablar cuando observo como suelta todo el aire y comienza a hablar.—Isabella…, disculpa, señorita Sardino, yo sé que le dije que no comienza usted hasta mañana,
Después que mi jefe Christian me dejó, me senté en mi coche y me quedé por mucho rato pensativa. Estaba casi segura de que yo lo conocía de algún lugar, aunque no lo recordaba. Aunque no tenía ninguna experiencia en las relaciones, sabía que mi jefe me llamaba la atención como hombre. ¡Era endemoniadamente guapo! No podía darme el lujo de enamorarme, pues estaba consciente de que ningún joven, apuesto y millonario, me aceptaría con mis dos hijos. Mi decisión de quedarme soltera la vida entera era la más acertada. Solté todo mi aire, resignada y decidida a cumplir con mi decisión de dedicar mi vida a criar a mis hijos y a trabajar. Los hombres estaban fuera de esa meta que me había trazado, sobre todo uno tan apuesto, millonario y agradable como mi jefe. Puse en marcha mi auto, y cuando estaba por salir, vi como la comitiva de mi madre cruzaba por mi lado. Me escondí lo más que pude, aunque un último coche que pasó lentamente detrás de ellos y que por un instante se detuvo junto al
Apenas pude dormir por la ansiedad, por un lado, el nuevo trabajo. Quería hacerlo todo muy bien, y por el otro, papá. ¿Sería en verdad él anoche o lo imaginé? ¿Y si era él, por qué no entró y qué hacía a esa hora de la noche aquí? Está todo muy extraño. ¿Qué estará pasando con papá? Tengo que ir a verlo, no puedo dejarlo solo si está enfermo. ¿Volvería a las drogas? ¡Ojalá que no sea eso! Sería terrible que recayera después de tantos años de abstinencia, si es eso, de seguro mima no puede enterarse, o se muere del disgusto. Deberé ir a verlo lo antes posible, él no es malo conmigo y soy su única hija. ¿Por qué mamá no querría darle más hijos? Si tuviera un hermano, o hermana sería más llevadero todo esto, menos mal que conocí a Marta. Luego de darle vueltas en mi cabeza una y otra vez a las cosas, me quedo dormida. El despertador suena y me despierto asustada, lo puse media hora antes de lo que acostumbro a levantarme, no quiero que me agarre el tráfico. Hago todo de prisa, y me a
Christian se aleja conmigo después de darle una seria mirada de advertencia a Luis, me pareció, y me lleva por el brazo hacia el elevador, mientras puedo sentir la mirada de odio de Luis, clavada en mi espalda. Entramos en el ascensor, y muy a mi pesar, tiemblo del susto. Mi jefe me mira, sé que se ha dado cuenta de mi estado de nerviosismo, pero no dice nada, cosa que le agradezco. Llegamos al último piso. Me pide que lo acompañe a la cocina, me da un vaso de agua que tomo sin protestar. Lo veo como se mueve, haciendo un café.—¿Tomas café? —pregunta amablemente.—No señor, no tomo. Pero muchas gracias —Respondo de la misma manera.—¡Yo no puedo vivir sin una taza de café en la mañana!
¡No puedo creer que esto me esté pasando! ¡De todos los trabajos del mundo, justo tenía que venir a parar donde se encontraba Luis! Arreglo mi blusa lo mejor que puedo y la introduzco en mi saya. La puerta del elevador se abrió, y ahí estaba yo, frente a frente con mi jefe, quien me miraba con los ojos muy abiertos, evidentemente sorprendido por mi apariencia. Traté de ocultar mi incomodidad y molestia ante la situación. Sin previo aviso, mi jefe toma mi mano y me saca del elevador, llevándome rápidamente a su oficina. Mi corazón latía con fuerza, preguntándome qué pensaría de mí al verme en este estado. —¿Qué fue lo que te pasó, Isabella? ¿Quién te hizo eso en tu cara? —pregunta mi jefe, visiblemente preocupado. Intenté disimular la incomodidad y nerviosismo, respondiendo con una fingida indiferencia. —¿Eh? ¿Qué quieres decir? Es solo un pequeño accidente, no es gran cosa. Pero sabía que no podía engañarlo. La vergüenza me invadía, y me sentía vulnerable y expuesta ante su mirada
Después de pasar media hora en el baño, he logrado hacer desaparecer las marcas, que me dejaron las manos de Luis. Salgo y me dirijo a mi oficina. Al instante, veo aparecer a mi jefe. Se queda mirándome fijamente. Me observa detenidamente, acercándose sin dejar de mirar fijamente mi rostro, al punto de ponerme algo nerviosa. —¡Si no lo hubiese visto con mis propios ojos, no me lo creería! —exclama realmente, sorprendido y sonrío ante su ingenuidad. —¡Ese maquillaje hace maravillas! ¡Has quedado Isabella, como si no tuvieras nada! Y lo mejor, es que apenas se nota el maquillaje. —Es porque he puesto, una capa de máscara del color de mi piel, señor. No se nota, pero así es. —Le explico, todavía sonriendo de ver lo asombrado que está. —Bueno, entonces vamos ahora mismo a hacer la presentación —dice recogiendo apresurado las cosas en su buró y agrega. —Vamos ahora antes que se te caiga eso. —Ja, ja, ja… No se va a caer, señor —le digo con calma, y aguantando mi risa, ante su total desc
Me quedo callada, porque siento que tiene razón en lo que dice. No debió suceder eso en un sitio cerrado que te piden tantas identificaciones para entrar, en eso no le voy a quitar la razón. Mejor lo dejo así, que lo arregle mi jefe, y mi abuelo no se entera, ya me las arreglaré para pagarle. Llegamos a nuestro destino. —No sé si voy a poder hacer la presentación señorita, estoy tan furioso y desconcentrado que no podré. —Cálmese, si me permite la puedo hacer yo y usted me asiste. —¿Usted? ¿Cree poder? —Sí, señor. Ya le expliqué que ese era mi trabajo en Francia. Deme todos los papeles y tranquilícese por favor, me hace falta sereno a mi lado. Toma y suelto aire una y otra vez. Le ayudo de nuevo con el nudo de su corbata, lo tenía torcido. Y aquí vamos, nos están esperando en la sala de reuniones unos cuantos tipos muy serios mirando sus relojes. Solo nos demoramos dos minutos. En lo que reparto las carpetas, Christian conecta la computadora a la pantalla. —Buenos días, mi nombre
—¡Eso mismo, pensé yo! —Sigo contándole en lo que me quito mi ropa y me meto en la ducha a realizar un baño. —¡Pero la historia no acaba ahí, hay más!—¿Qué pasó? ¿Te volvió a agredir ese degenerado? ¡Lo mataré! ¡Lo mataré con mis propias manos! Tienes que decirle al abuelo Bella. No puedes dejar que te agreda cada vez que se encuentre contigo. ¿Qué otra cosa te hizo? —pregunta tratando de ver si tengo alguna otra marca en mi cuerpo, por lo que me apresuro a decirle.—¡No, a mí no me hizo más nada! Pero cuando llegué al parqueo hoy, mi auto estaba todo rayado. ¡Pero rayado! No tenía un lugar que no estuviera. Mi jefe se puso hecho una furia. Lo mandó arreglar, al principio me negué, pero después acepté para que abu, no se entere.—¡Ese mal nacido, no sabe con quién se está metiendo! —Vocifera a todo dar girando como una fiera enjaulada, se ve muy cómica. —¡Mañana mismo voy a ir, a esa empresa contigo, y lo moleré a palos! ¡Tienes que dejar ese trabajo, Bella, y buscarte otro!—¡No, Ma