No los dejaría solos sin importar lo que tuviera que afrontar, mima en verdad estaba muy delicada. Quería estar a su lado lo que le restaba de vida. Ayudando y apoyando a mi querido abuelo también. No lo dejaría sufrir por la pérdida de mima y se me fuera a enfermar también, no podía perderlo a los dos. Además, quién sabe si dios nos hacía el milagro y mima se recuperaba.—¡Gracias, hija, muchas gracias! Lo arreglaré todo —dijo muy emocionado, se levantó, me abrazó muy fuerte y me besó. —Muchas gracias Bella, eres el mejor regalo que nos ha dado tu padre.—Ja, ja, ja…, sí, al menos no le puedes quitar ese mérito.—No se lo quito, ahora empieza a empacar, que ya compré los pasajes.—¿En serio? ¿Por eso me hiciste sacarles pasaportes a los niños? Debiste avisarme abuelo, ahora ya hubiese dado el aviso en el trabajo. No importa, pediré la baja mañana. ¿Puedo llevarme a Marta?—¡Claro! ¿Crees que acepte?—Ella no tiene familia, creo que sí.—Yo invité a Eugenia, tampoco tiene a nadie, me
Hago todo lo que me dice, tomo el elevador y respiro varias veces profundo hasta llegar al quinto piso. Salgo al abrirse la puerta, un gran silencio me recibe, por suerte es verdad. La secretaria, una señora muy amable, me saluda y luego de verificar que soy yo. Me indica que me siente. Y aquí estoy, media hora antes de lo que estipula la entrevista, sentada en la antesala de una gran oficina, junto al buró de la secretaria, que al fin me llama. —¿Isabella Sardino Giménez? Por favor pase, en un momento le atenderá el señor Christian. Vaya, ¿está adentro? Y yo esperando todo el tiempo verlo aparecer por el elevador para ver como era. Me pongo de pie, acomodo muy bien mi falda que cuando me siento tiende a subirse, y camino hacia la puerta que me indica ella. Al ir a pasar por su lado, le agradezco. — Muchas gracias, señorita. —Suerte, y no te asustes por el aspecto de su oficina. —Me advierte ella. Tomo aire y decidida, camino lo más calmada posible, toco levemente y escucho el ade
Y sin más di la vuelta y caminé despacio evitando mover mis caderas para que no fuera a pensar otra cosa. Salí cerrando con cuidado la puerta, entré en el elevador todavía sin poder creer que lo había logrado.¡No puedo creer que me hayan dado el puesto! ¡Que haya encontrado trabajo en mi primera entrevista para editora en una de las editoriales más famosas y reconocidas del país! Porque aunque era muy joven, en ese poco tiempo de funcionamiento había logrado colocarse en los primeros lugares. Salí de la empresa, la recepcionista al enterarse de que obtuve el trabajo me felicitó efusivamente. Lo mismo que el portero, que no se cansó de hacerme recomendaciones para el otro día, que confieso, no les presté atención. Casi corrí para llegar a mi auto, y al fin solté un gritito de alegría. Saqué mi teléfono y llamé a mi abuelo, que enseguida me contestó como siempre.— Abu, no lo vas a creer. ¡Me aceptaron en el trabajo! —Grité emocionada, sin importar las miradas de los transeúntes que
Y es cuando me doy cuenta, que ha sido con mi nuevo jefe con quien he chocado aparatosamente. Él se inclina tomándome del brazo, para ayudarme a levantar. Mi piel se eriza por completo, ante el contacto de su mano y un extraño y desconocido estremecimiento me sacude completamente.—¡Señor Christian! ¡Discúlpeme, estaba muy entretenida y no lo vi! —Dije soltandome de su agarre.—No pasa nada —dice mirándome fijo y sonríe reconciliador. —No ha sido sólo culpa suya, señorita Sardino, también iba mirando entretenido unos mensajes en mi teléfono. ¿Segura no le hice daño y está bien?—Sí, estoy bien, no fue nada —respondo sin dejar de mirar sus increíbles hermosos ojos azules. Nos quedamos un momento en silencio en lo que él me mira como si estuviera pensando en algo. Pareciera que está dudando si preguntarme algo o no. Voy a hablar cuando observo como suelta todo el aire y comienza a hablar.—Isabella…, disculpa, señorita Sardino, yo sé que le dije que no comienza usted hasta mañana,
Después que mi jefe Christian me dejó, me senté en mi coche y me quedé por mucho rato pensativa. Estaba casi segura de que yo lo conocía de algún lugar, aunque no lo recordaba. Aunque no tenía ninguna experiencia en las relaciones, sabía que mi jefe me llamaba la atención como hombre. ¡Era endemoniadamente guapo! No podía darme el lujo de enamorarme, pues estaba consciente de que ningún joven, apuesto y millonario, me aceptaría con mis dos hijos. Mi decisión de quedarme soltera la vida entera era la más acertada. Solté todo mi aire, resignada y decidida a cumplir con mi decisión de dedicar mi vida a criar a mis hijos y a trabajar. Los hombres estaban fuera de esa meta que me había trazado, sobre todo uno tan apuesto, millonario y agradable como mi jefe. Puse en marcha mi auto, y cuando estaba por salir, vi como la comitiva de mi madre cruzaba por mi lado. Me escondí lo más que pude, aunque un último coche que pasó lentamente detrás de ellos y que por un instante se detuvo junto al
Apenas pude dormir por la ansiedad, por un lado, el nuevo trabajo. Quería hacerlo todo muy bien, y por el otro, papá. ¿Sería en verdad él anoche o lo imaginé? ¿Y si era él, por qué no entró y qué hacía a esa hora de la noche aquí? Está todo muy extraño. ¿Qué estará pasando con papá? Tengo que ir a verlo, no puedo dejarlo solo si está enfermo. ¿Volvería a las drogas? ¡Ojalá que no sea eso! Sería terrible que recayera después de tantos años de abstinencia, si es eso, de seguro mima no puede enterarse, o se muere del disgusto. Deberé ir a verlo lo antes posible, él no es malo conmigo y soy su única hija. ¿Por qué mamá no querría darle más hijos? Si tuviera un hermano, o hermana sería más llevadero todo esto, menos mal que conocí a Marta. Luego de darle vueltas en mi cabeza una y otra vez a las cosas, me quedo dormida. El despertador suena y me despierto asustada, lo puse media hora antes de lo que acostumbro a levantarme, no quiero que me agarre el tráfico. Hago todo de prisa, y me a
Christian se aleja conmigo después de darle una seria mirada de advertencia a Luis, me pareció, y me lleva por el brazo hacia el elevador, mientras puedo sentir la mirada de odio de Luis, clavada en mi espalda. Entramos en el ascensor, y muy a mi pesar, tiemblo del susto. Mi jefe me mira, sé que se ha dado cuenta de mi estado de nerviosismo, pero no dice nada, cosa que le agradezco. Llegamos al último piso. Me pide que lo acompañe a la cocina, me da un vaso de agua que tomo sin protestar. Lo veo como se mueve, haciendo un café.—¿Tomas café? —pregunta amablemente.—No señor, no tomo. Pero muchas gracias —Respondo de la misma manera.—¡Yo no puedo vivir sin una taza de café en la mañana!
¡No puedo creer que esto me esté pasando! ¡De todos los trabajos del mundo, justo tenía que venir a parar donde se encontraba Luis! Arreglo mi blusa lo mejor que puedo y la introduzco en mi saya. La puerta del elevador se abrió, y ahí estaba yo, frente a frente con mi jefe, quien me miraba con los ojos muy abiertos, evidentemente sorprendido por mi apariencia. Traté de ocultar mi incomodidad y molestia ante la situación. Sin previo aviso, mi jefe toma mi mano y me saca del elevador, llevándome rápidamente a su oficina. Mi corazón latía con fuerza, preguntándome qué pensaría de mí al verme en este estado. —¿Qué fue lo que te pasó, Isabella? ¿Quién te hizo eso en tu cara? —pregunta mi jefe, visiblemente preocupado. Intenté disimular la incomodidad y nerviosismo, respondiendo con una fingida indiferencia. —¿Eh? ¿Qué quieres decir? Es solo un pequeño accidente, no es gran cosa. Pero sabía que no podía engañarlo. La vergüenza me invadía, y me sentía vulnerable y expuesta ante su mirada