Mientras, un tiempo antes en París. Isabella se encuentra sentada en el medio de la sala de un hospital con la cabeza cabizbaja, ve como los pies de su abuelo cruzan por delante de ella en su andar de un lugar a otro. ¿Cómo pudo suceder esto? Es la única pregunta que retumba en su cabeza. Hasta que ve los pies detenerse a un metro delante de ella y lo escucha preguntar.—¿Y entonces dime, Bella? ¿Qué fue aquello que te impulsó a hacerlo? ¿El amor o el odio? ¿Cuéntame bien despacio, que hizo que tomaras esa decisión, Isabella Sardino? —pregunta, tratando de mantener la calma. Aunque claramente puede ver la frustración y desilusión reflejados en su rostro. En lo que ella piensa.¡Tres meses habían pasado desde esa noche, en que me entregué a un extraño!¡Tres meses, de haber desaparecido!¡Tres meses, en que me convertí en otra persona!Libre, decidida, alegre. En que de a poco, mis sueños comenzaban a hacerse realidad. Y heme aquí, ante la mirada inquisidora de mi abuelo.—Contéstame
Después de la conversación con sus abuelos, y de que su abuela la acompañara a dormir. Se pasó mucho tiempo tratando de encontrar el modo de encontrar al padre de su hijo. Hasta llamó al hotel, pero le informaron que no mantienen tanto tiempo las grabaciones de las cámaras de seguridad. Logró hablar con la chica que vendía bebidas, ella era lesbiana y le había dado su número por si algún día cambiaba de parecer y gustos. Luego de explicarle lo que quería saber, le dijo que no tenía ni idea quien era el joven, que se acordaba más o menos. Pero que este no había vuelto a aparecer en el hotel, que si lo veía le avisaría. Le dio las gracias sintiendo que su mundo cada vez se enredaba más. ¡Cielos! ¡Si su papá se enteraba de esto, la mataría, y ni hablar de su madre! Y entre tanto pensamiento negativo, su tristeza se acentuaba hasta que terminó por echarse a llorar, y quedarse dormida profundamente. Al otro día, su abuela la despertó bien temprano. De un salto salió de la cama y corrien
El eco de esas palabras resonaba en su cabeza mientras realizaba las cosas que la doctora le indicaba. Finalmente, se sentó frente a la doctora, quien escribía en su expediente antes de comenzar a hablar. Mientras tanto, las piernas de Isabella se movían incontrolablemente, y su cuerpo temblaba, incapaz de calmar sus nervios. —Bueno, cálmate, Isabella. Sé que puede asustarte la idea de tener dos niños en tu primer embarazo, pero puedo ver que tendrás mucho apoyo y amor —dijo la doctora, intentando tranquilizarla. Habla la doctora, tratando de que se calme, pero está tan asustada, que por mucho esfuerzo que hace, su pierna continúa saltando incontrolablemente, está asustada más allá de lo que yo puede controlar. —Por ahora, Isabella, deberás tomar estas vitaminas que te indico. Vendrás cada semana para un chequeo de rutina. También deberás hacerte todos estos análisis. Y, sobre todo, tienes que alimentarte muy bien. Veo que tanto tú como tus bebés están con bajo peso para el tiempo q
Para alejar a los curiosos, que querían siempre saber del padre. No sé qué importancia tiene, se meten en tu vida y quieren saber hasta el último detalle. Seguí con la historia de mis abuelos Por suerte, tenía a Marta, que primero se asombró y tuve que hacerle toda la historia de mi noche de locura. Pero que al saber que me quedaría con ellos, que no los abandonaría, me hizo subir ante sus ojos muchos escalones. Y se volvió mi guardiana estelar, no solo me ahuyentaba a los curiosos, sino que estaba al tanto de que no olvidara ninguna vitamina y cuando mis abuelos tenían que viajar, ella me acompañaba a toda partes y se quedaba conmigo en la casa. Por suerte, mi embarazo transcurrió sin problemas. Mi único malestar era el sueño y porque tenía la hemoglobina baja, pero con la buena alimentación y cuidado de mi amiga, más la señora Eugenia que se mudó a mi casa para no dejarme sola, todo fue muy bien. No me vi obligada a abandonar mis estudios.Mis abuelos habían tenido que regresar pa
No los dejaría solos sin importar lo que tuviera que afrontar, mima en verdad estaba muy delicada. Quería estar a su lado lo que le restaba de vida. Ayudando y apoyando a mi querido abuelo también. No lo dejaría sufrir por la pérdida de mima y se me fuera a enfermar también, no podía perderlo a los dos. Además, quién sabe si dios nos hacía el milagro y mima se recuperaba.—¡Gracias, hija, muchas gracias! Lo arreglaré todo —dijo muy emocionado, se levantó, me abrazó muy fuerte y me besó. —Muchas gracias Bella, eres el mejor regalo que nos ha dado tu padre.—Ja, ja, ja…, sí, al menos no le puedes quitar ese mérito.—No se lo quito, ahora empieza a empacar, que ya compré los pasajes.—¿En serio? ¿Por eso me hiciste sacarles pasaportes a los niños? Debiste avisarme abuelo, ahora ya hubiese dado el aviso en el trabajo. No importa, pediré la baja mañana. ¿Puedo llevarme a Marta?—¡Claro! ¿Crees que acepte?—Ella no tiene familia, creo que sí.—Yo invité a Eugenia, tampoco tiene a nadie, me
Hago todo lo que me dice, tomo el elevador y respiro varias veces profundo hasta llegar al quinto piso. Salgo al abrirse la puerta, un gran silencio me recibe, por suerte es verdad. La secretaria, una señora muy amable, me saluda y luego de verificar que soy yo. Me indica que me siente. Y aquí estoy, media hora antes de lo que estipula la entrevista, sentada en la antesala de una gran oficina, junto al buró de la secretaria, que al fin me llama. —¿Isabella Sardino Giménez? Por favor pase, en un momento le atenderá el señor Christian. Vaya, ¿está adentro? Y yo esperando todo el tiempo verlo aparecer por el elevador para ver como era. Me pongo de pie, acomodo muy bien mi falda que cuando me siento tiende a subirse, y camino hacia la puerta que me indica ella. Al ir a pasar por su lado, le agradezco. — Muchas gracias, señorita. —Suerte, y no te asustes por el aspecto de su oficina. —Me advierte ella. Tomo aire y decidida, camino lo más calmada posible, toco levemente y escucho el ade
Y sin más di la vuelta y caminé despacio evitando mover mis caderas para que no fuera a pensar otra cosa. Salí cerrando con cuidado la puerta, entré en el elevador todavía sin poder creer que lo había logrado.¡No puedo creer que me hayan dado el puesto! ¡Que haya encontrado trabajo en mi primera entrevista para editora en una de las editoriales más famosas y reconocidas del país! Porque aunque era muy joven, en ese poco tiempo de funcionamiento había logrado colocarse en los primeros lugares. Salí de la empresa, la recepcionista al enterarse de que obtuve el trabajo me felicitó efusivamente. Lo mismo que el portero, que no se cansó de hacerme recomendaciones para el otro día, que confieso, no les presté atención. Casi corrí para llegar a mi auto, y al fin solté un gritito de alegría. Saqué mi teléfono y llamé a mi abuelo, que enseguida me contestó como siempre.— Abu, no lo vas a creer. ¡Me aceptaron en el trabajo! —Grité emocionada, sin importar las miradas de los transeúntes que
Y es cuando me doy cuenta, que ha sido con mi nuevo jefe con quien he chocado aparatosamente. Él se inclina tomándome del brazo, para ayudarme a levantar. Mi piel se eriza por completo, ante el contacto de su mano y un extraño y desconocido estremecimiento me sacude completamente.—¡Señor Christian! ¡Discúlpeme, estaba muy entretenida y no lo vi! —Dije soltandome de su agarre.—No pasa nada —dice mirándome fijo y sonríe reconciliador. —No ha sido sólo culpa suya, señorita Sardino, también iba mirando entretenido unos mensajes en mi teléfono. ¿Segura no le hice daño y está bien?—Sí, estoy bien, no fue nada —respondo sin dejar de mirar sus increíbles hermosos ojos azules. Nos quedamos un momento en silencio en lo que él me mira como si estuviera pensando en algo. Pareciera que está dudando si preguntarme algo o no. Voy a hablar cuando observo como suelta todo el aire y comienza a hablar.—Isabella…, disculpa, señorita Sardino, yo sé que le dije que no comienza usted hasta mañana,