No sé si algunos de ustedes han sentido alguna vez lo mismo que yo, pero quiero que comprendan por qué cometí lo que considero mi mayor error. No pretendo justificar lo injustificable, solo anhelo compartir mi historia y encontrar empatía en sus corazones. En aquella primera vez en mi vida que decidí aventurarme sola, experimenté una amalgama de emociones. Desde mi infancia, me vi aprisionada en un mundo de restricciones impuestas por mi madre. Cada aspecto de mi vida estaba controlado; mi libertad era un lujo inalcanzable. Como si un invisible velo me separara del mundo exterior, me prohibieron tener amigos, excepto aquellos que ella elegía por mí. Pero esos supuestos amigos solo se burlaban de mi ignorancia sobre lo que acontecía más allá de los muros de mi hogar. El poder de elección me fue arrebatado, incluso en la elección de mis ropas, y era obligada a acatar sin protestar, aunque me sintiera incómoda. Mi voz era reprimida, sólo debía hablar cuando se me preguntaba y dar res
Lo tenía encima de mi cuerpo y no dejaba de besarme, o más bien de devorarme. Comenzó a besar mi cuerpo que se estremecía por las sensaciones. Cerré los ojos y me dediqué a sentir y dejarlo hacer, decidida sin pensar a llegar a donde quiera que fuera a parar esto. Estaba debajo de él, disfrutando de su cercanía y su presencia que me envolvía por completo. Cada beso suyo me hacía temblar de emoción, y mi corazón latía con fuerza. Sin darme cuenta, me dejé llevar por la pasión del momento.Con delicadeza, acarició mi piel mientras subía mi corto vestido. Sentí una mezcla de nerviosismo y ansias por las sensaciones desconocidas que estaban surgiendo en mí. Los latidos de mis muslos aumentaron al sentir sus besos allí, y cada caricia me transportaba a un mundo de emociones intensas y desconocidas.Sus besos de a poco se volvieron más atrevidos, su caliente boca aterrizó ahora en mi vientre el cual succionó, mordió y lamió como quiso, arrancándome gemidos de placer. Y mientras lo hacía,
Dejé de hacerme preguntas, me vestí lo más rápido que pude. Debía escapar de quien fuera que había sido. No dejaría que me atraparan ni que armaran un escándalo con esto. ¿Sería obra de Luis para vengarse de mí y solicitar cosas para impedir el divorcio? Todo eso pasaba por mi cabeza, en lo que bajaba en el elevador a la recepción para liquidar mi cuenta. Desaparecería para siempre, ¿para qué averiguar? No me interesaba nada, ni nadie. Al salir del mismo con mis espejuelos oscuros puestos, recorrí todo el lugar, no notando nada raro, no periodistas, no extraños que me miraran, solo una pareja de ancianos tomaba el té muy alejados de la ventana. Decidida avancé hasta la recepción, algo recelosa. — Buenos días, puede darme la cuenta de la habitación quinientos cinco, por favor. —Pedí sin dejar de mirar a mi alrededor temerosa. —Un momento señorita. —Me atendió una nueva chica. —Ya está pagada, su novio lo hizo. Dijo que lo esperara que no se fuera sin él, que regresaba enseguida. —¿M
—¿No? ¿Qué quieres decir?—Luis tiene su propia mujer, se llama Vivian, y en estos momentos, están viviendo en nuestra casa.Al decir aquello, el abogado que estaba organizando los papeles encima de la mesa de centro se detuvo para observarme fijamente como si no creyera lo que le acababa de decir. Tomó aire y se bebió el vaso de agua que le había colocado junto al sofá en una mesita. Luego se quedó por un instante mirándome fijamente a los ojos, yo le sostuve la mirada, para que se cerciorara de que le decía la verdad.—¿Me estás diciendo que, si yo voy ahora a su casa, voy a encontrar a la amante de tu esposo allá? —preguntó todavía sin poder creerlo.—Sí, señor Ramiro. No le estoy mintiendo ni inventando una historia. Precisamente por eso, fue que discutimos y me golpeó.—Te preguntaré algo, y quiero que me respondas con absoluta sinceridad Isabella. —Dijo muy serio.—Muy bien, pregúnteme lo que quiera, no tengo nada que ocultar. —Respondí en el mismo tono de seriedad.—¿Estás segu
A las diez de la noche, tomé un vuelo rumbo a París llena de maletas y de esperanza de iniciar una nueva vida. Me la pasé durmiendo todo el tiempo, no me enteré ni cuando aterrizamos, la aeromoza hubo de llamarme. Al salir la amiga de mi abuela Eugenia me esperaba, junto a otro chico.—Hola, ¿eres Isabella Sardino? —me preguntó con un cartel con mi nombre en sus manos, me eché a reír.—¿Eso fue obra de mi abuelo, verdad? —Dije señalando el cártel.—Ja, ja, ja…, y de tu abuela también. ¿Cómo estás querida? ¿Y el viaje cómo fue?—preguntó en lo que se adelantaba y me dio un abrazo como si me conociera de toda la vida.Eugenia era una señora diminuta, con su cabello bien corto completamente blanco y el cual llevaba muy bien acomodado. No era delgada pero tampoco gruesa. Tuve que inclinarme para estar a su altura a la hora de darle el abrazo. Ella me dio también un beso en cada mejilla, y al separarnos, me observó frunciendo el ceño, y yo sabía muy bien por qué lo hacía, de seguro mi rostr
Ay papá, por qué tuviste que emborracharte aquella noche y acostarte con mamá, tenías que haberte casado con esa bella chica que menciona abuelo a cada rato, y darme una mejor madre que esta, que me ha despreciado la vida entera y no me ama. ¿Despertará alguna vez? Ojalá lo haga y venga a vivir con nosotros, amo a papá. Y entre más pienso y pienso, más lloro y me quedo profundamente dormida llorando. El timbre del teléfono de la casa, me despierta, está justo al lado del sofá donde me he quedado dormida, lo tomo.— Diga.— Bella, ¿llegaste bien hija?Escucho la voz de mi abuelo preocupado, y es cuando me percato que no lo he llamado ni mandado un mensaje. ¡Qué irresponsable! Mima debe estarse cayendo muerta. Por lo que me apresuro a disculparme.— Disculpa abuelo, me quedé dormida. Sí, llegué bien, muy bien. ¿Mima me dio algún somnífero? Porque dormí todo el viaje, y hasta el trayecto hasta aquí.—Ja, ja, ja…, seguro. La conoces, teme volar. ¿Descansaste?—Ahora sí. Oye abuelo, esta c
—No es eso, habíamos olvidado, la consulta que tiene tu abuelo con el especialista. Por eso vamos a retrasar el viaje, pero no te preocupes, ya lo tenemos casi todo arreglado por acá para irnos contigo. Espéranos pacientemente, y segura de que iremos a vivir contigo para siempre hija.— De acuerdo abuelo, yo voy a estar bien. ¿Qué hace mima que no me ha hablado? ¿Está bien? ¿Ya terminaron las quimioterapias?—Sí, hoy fue la última y está dormida, de seguro en un rato te habla.—Cuídala mucho abuelo. Dile a mima que la amo, que se cuide cantidad, que ya verá que esta vez es la definitiva, se pondrá bien.—Dios te oiga hija, bueno Bela, no te preocupes por nada, todo está bien por acá linda. Cuídate mucho. Ah, hija, te dejé un número de contacto, de una amiga de tu abuelo, que te va a ayudar en todo lo que necesites con eso de la escuela.—Gracias abuelo, no era necesario, la señora Eugenia es muy buena y dijo que venía la otra semana. Pero gracias, te amo abuelo.—Yo a ti más, Bela.Cu
La vida para Santiago Sardino, padre, el magnate como le decían, no había sido color de rosas como pudieran pensar todos los que ahora lo conocían, un millonario algo egocéntrico que lo único que le interesa son sus barcos. No era hijo de una familia millonarias ni había heredado su fortuna, lo que tenía lo había logrado con mucho esfuerzo. Hijo de una familia de la clase media, que se esforzaron por darle una buena educación, por lo que se pudo graduar con honores de ingeniero en barcos. Y con ello, la insignificante naviera que poseían sus padres, la hizo crecer y crecer de a poco, siendo muy bueno para los negocios.Muy pronto pasó a ser una de las mejores navieras en construcción de yates de lujo para la alta sociedad. En el primero que hizo, invirtió todo lo que poseía y más. Pero tuvo suerte, un millonario lo vio y se enamoró del mismo, pagando mucho más de lo que aquel pedía, luego vinieron los cientos de contratos, que de pronto lo pusieron en la punta de la competencia.Tuvo