Y escucharlo consolándome así, me hace querer llorar aún más. Todo el dolor que he tenido retenido todos estos años de mi vida, sale a flote en los brazos de mi abuelo. Él me aprieta fuerte contra su corazón, acariciando mi cabello. Espera pacientemente que me calme. Cuando lo hago nos sentamos, uno frente a otro con las manos tomadas. No me pregunta nada, solo espera que sea yo quien hable.—Abuelo, no quiero que hagas nada, por eso no te lo dije, ni fui para allá con ustedes, sobre todo no quiero asustar a mima.—¡Debiste ir al momento! Tu abuela se va a molestar mucho cuando lo sepa.—No se lo digas abuelo, ella está muy delicada. Tampoco quiero que te metas en problemas por esto.—¿Y qué es lo que pretendes hacer Bella? ¡No podemos dejar al degenerado ese, sin castigo!—Solamente necesito que me ayudes a divorciarme. ¿Sí? Olvídate de Luis, quiero pensar que nunca existió en mi vida, por favor abuelo, ayúdame a olvidar todo esto.—¡Seguro linda, ahorita mismo hablaré con mi abogado
De seguro ahora que lo pienso, fue para poder seguir su tren de vida como dice Luis, debe haberlo hecho para pescar al tonto de papá que vive diciendo cuando bebe mucho que si no fuera por mí, su vida no fuera desgraciada. ¿Qué querrá decir con eso? Lo repite siempre que bebe y se lo dice a mamá también, que están juntos por mí. Mima dice que él tenía una linda novia a la que adoraba antes de mamá, que no sabe cómo pudo dejarla por ella. ¿Quién será? Papá no es malo, sobre todo cuando no está mamá, se acercaba más a mí sin su presencia. Recuerdo aquel verano que nos la pasamos con los abuelos, ella estaba de viaje en un crucero y papá vivía conmigo para todas partes, creo que ha sido la única vez que lo vi reír feliz a mi lado. Cuando ella llegó y me vio como corrí a recibirlo, porque regresaba del trabajo y me cargó llenándome de besos, no le gustó. Discutieron mucho, encerrados en el despacho. Después de ese día se le ocurrió la idea de mandarme para aquel colegio tan estricto y pa
Tomo mi bolso, salgo de mi casa, camino con pasos cortos hasta el elevador, lo tomo al llegar al parqueo de mi edificio, por un momento pienso en tomar mi auto. No hagas tal cosa Isabella, me digo enseguida, de seguro Luis ha mandado a circularlo, para encontrarme, como la vez que lo dejé en el puerto solo.Le doy la espalda, y salgo caminando despacio, no estoy acostumbrada a los altos tacones, aunque me defiendo por las clases que me hizo tomar mamá. No bien llego a la garita del portero, este me saluda con los ojos muy abiertos, y eso me gusta, porque fue una mirada de admiración y reconocimiento a mi belleza, le sonrío amablemente. Mientras avanzo más segura de mi misma, el taxi que había solicitado llega en ese justo momento.—Buenas noches. ¿Isabella Sardino?—Sí, señor, soy yo. Buenas noches.—Monte —dice al tiempo que se ha bajado y me ha abierto la puerta amablemente, sin dejar de mirarme asombrado, y sonriendo también tontamente, ji, ji, ji… Me está gustando esto, me gusta m
No sé si algunos de ustedes han sentido alguna vez lo mismo que yo, pero quiero que comprendan por qué cometí lo que considero mi mayor error. No pretendo justificar lo injustificable, solo anhelo compartir mi historia y encontrar empatía en sus corazones. En aquella primera vez en mi vida que decidí aventurarme sola, experimenté una amalgama de emociones. Desde mi infancia, me vi aprisionada en un mundo de restricciones impuestas por mi madre. Cada aspecto de mi vida estaba controlado; mi libertad era un lujo inalcanzable. Como si un invisible velo me separara del mundo exterior, me prohibieron tener amigos, excepto aquellos que ella elegía por mí. Pero esos supuestos amigos solo se burlaban de mi ignorancia sobre lo que acontecía más allá de los muros de mi hogar. El poder de elección me fue arrebatado, incluso en la elección de mis ropas, y era obligada a acatar sin protestar, aunque me sintiera incómoda. Mi voz era reprimida, sólo debía hablar cuando se me preguntaba y dar res
Lo tenía encima de mi cuerpo y no dejaba de besarme, o más bien de devorarme. Comenzó a besar mi cuerpo que se estremecía por las sensaciones. Cerré los ojos y me dediqué a sentir y dejarlo hacer, decidida sin pensar a llegar a donde quiera que fuera a parar esto. Estaba debajo de él, disfrutando de su cercanía y su presencia que me envolvía por completo. Cada beso suyo me hacía temblar de emoción, y mi corazón latía con fuerza. Sin darme cuenta, me dejé llevar por la pasión del momento.Con delicadeza, acarició mi piel mientras subía mi corto vestido. Sentí una mezcla de nerviosismo y ansias por las sensaciones desconocidas que estaban surgiendo en mí. Los latidos de mis muslos aumentaron al sentir sus besos allí, y cada caricia me transportaba a un mundo de emociones intensas y desconocidas.Sus besos de a poco se volvieron más atrevidos, su caliente boca aterrizó ahora en mi vientre el cual succionó, mordió y lamió como quiso, arrancándome gemidos de placer. Y mientras lo hacía,
Dejé de hacerme preguntas, me vestí lo más rápido que pude. Debía escapar de quien fuera que había sido. No dejaría que me atraparan ni que armaran un escándalo con esto. ¿Sería obra de Luis para vengarse de mí y solicitar cosas para impedir el divorcio? Todo eso pasaba por mi cabeza, en lo que bajaba en el elevador a la recepción para liquidar mi cuenta. Desaparecería para siempre, ¿para qué averiguar? No me interesaba nada, ni nadie. Al salir del mismo con mis espejuelos oscuros puestos, recorrí todo el lugar, no notando nada raro, no periodistas, no extraños que me miraran, solo una pareja de ancianos tomaba el té muy alejados de la ventana. Decidida avancé hasta la recepción, algo recelosa. — Buenos días, puede darme la cuenta de la habitación quinientos cinco, por favor. —Pedí sin dejar de mirar a mi alrededor temerosa. —Un momento señorita. —Me atendió una nueva chica. —Ya está pagada, su novio lo hizo. Dijo que lo esperara que no se fuera sin él, que regresaba enseguida. —¿M
—¿No? ¿Qué quieres decir?—Luis tiene su propia mujer, se llama Vivian, y en estos momentos, están viviendo en nuestra casa.Al decir aquello, el abogado que estaba organizando los papeles encima de la mesa de centro se detuvo para observarme fijamente como si no creyera lo que le acababa de decir. Tomó aire y se bebió el vaso de agua que le había colocado junto al sofá en una mesita. Luego se quedó por un instante mirándome fijamente a los ojos, yo le sostuve la mirada, para que se cerciorara de que le decía la verdad.—¿Me estás diciendo que, si yo voy ahora a su casa, voy a encontrar a la amante de tu esposo allá? —preguntó todavía sin poder creerlo.—Sí, señor Ramiro. No le estoy mintiendo ni inventando una historia. Precisamente por eso, fue que discutimos y me golpeó.—Te preguntaré algo, y quiero que me respondas con absoluta sinceridad Isabella. —Dijo muy serio.—Muy bien, pregúnteme lo que quiera, no tengo nada que ocultar. —Respondí en el mismo tono de seriedad.—¿Estás segu
A las diez de la noche, tomé un vuelo rumbo a París llena de maletas y de esperanza de iniciar una nueva vida. Me la pasé durmiendo todo el tiempo, no me enteré ni cuando aterrizamos, la aeromoza hubo de llamarme. Al salir la amiga de mi abuela Eugenia me esperaba, junto a otro chico.—Hola, ¿eres Isabella Sardino? —me preguntó con un cartel con mi nombre en sus manos, me eché a reír.—¿Eso fue obra de mi abuelo, verdad? —Dije señalando el cártel.—Ja, ja, ja…, y de tu abuela también. ¿Cómo estás querida? ¿Y el viaje cómo fue?—preguntó en lo que se adelantaba y me dio un abrazo como si me conociera de toda la vida.Eugenia era una señora diminuta, con su cabello bien corto completamente blanco y el cual llevaba muy bien acomodado. No era delgada pero tampoco gruesa. Tuve que inclinarme para estar a su altura a la hora de darle el abrazo. Ella me dio también un beso en cada mejilla, y al separarnos, me observó frunciendo el ceño, y yo sabía muy bien por qué lo hacía, de seguro mi rostr