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La cena terminó siendo un desastre, pero nadie se atrevió a echarle la culpa a la invitada que atacaron sin razón sino a la que fue grosera desde un principio, Sarah.

Lo que me hace pensar que si esta noche fue un caos, no me imagino las reuniones de hace diez años con todos estos dementes pequeños y revoltosos, corriendo y rompiendo todo a su paso.

Hasta quitan las ganas de tener uno.

Camino por el segundo piso de la casa buscando la puerta que Gabriela me había indicado, la de calcomanías rosadas que llevaba un nombre hecho de brillantina morada.

La casa era lo suficientemente grande para que cada uno tuviera una habitación a como dé lugar, el pasillo—a como me doy cuenta—estaba dividido entre: el ala izq

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