En los dos años que siguieron a su matrimonio, la vida de Herseis y Edán se transformó en una rutina desgastante. Ambos trabajaban arduamente para cubrir las necesidades básicas, pero siempre parecía que el dinero nunca era suficiente. Ella se levantaba temprano cada mañana, se vestía con su uniforme de la tienda de ropa, y salía a trabajar sin demasiado entusiasmo. El brillo y la ilusión que una vez había sentido al casarse con Edán se habían desvanecido lentamente, reemplazados por una sensación de agotamiento y desencanto.El trabajo en la tienda no era algo que la apasionara, pero al menos le proporcionaba un ingreso estable. Sin embargo, cada día era una batalla. Los clientes podían ser exigentes y groseros, y la monotonía de doblar ropa y atender a personas que apenas la miraban a los ojos la dejaba sintiéndose vacía. Cuando llegaba a casa, con los pies doloridos y la mente cansada, apenas tenía energía para hacer algo más que preparar una cena simple y esperar a que Edán llegar
En su primer año de secundaria, Helios y Hera avanzaban con la misma facilidad y éxito que los había caracterizado durante toda su educación primaria. Los temas que cubrían en sexto grado, aunque más avanzados, no presentaban grandes desafíos para ellos. Tanto Helios como su melliza se destacaban como los mejores de la clase, superando a sus compañeros con una naturalidad que reflejaba no solo su inteligencia, sino también la disciplina y el esfuerzo que ponían en cada tarea. Sin embargo, a pesar de sus logros académicos, el día a día de Helios no se limitaba solo al estudio.En casa, Helios compartía tiempo con su hermana menor, Hebe, quien a sus tres años se mostraba como un témpano de hielo. No podía evitar sentir una cierta ternura por su hermanita.Después de jugar con Hebe, Helios se reunía con Hera para jugar al Monopoly, un juego que ambos habían dominado, aunque con diferentes enfoques. Él, con su inclinación natural hacia las finanzas y la estrategia, había perfeccionado sus
A medida que se acercaba el final del año, Helios y Hera enfrentaron un desafío académico que habían estado anticipando: un examen que evaluaría sus conocimientos y habilidades en todas las materias. Era una oportunidad para demostrar lo mucho que habían aprendido, y Helios estaba preparado. Estudiaba con la misma meticulosidad con la que manejaba los detalles del banco, dedicando horas a repasar conceptos, resolver problemas y asegurarse de que no quedara ninguna duda sin aclarar. Hera también se preparaba, aunque su enfoque era diferente; ella prefería estudiar en compañía de otros, mientras que Helios siempre lo hacía solo.El día del examen llegó, y Helios abordó cada pregunta con la seguridad de quien ya conoce las respuestas antes de siquiera leerlas. No era arrogancia, sino una confianza en sus habilidades y en el esfuerzo que había puesto. A medida que avanzaba por las secciones del examen, desde matemáticas hasta ciencias, pasando por literatura e historia, sintió que todo lo
Herseis caminaba de regreso a su apartamento, sus pasos resonaban en la acera mojada por una ligera llovizna que caía esa tarde. Su día había sido como cualquier otro: trabajo monótono, una pequeña charla con un cliente habitual, y la habitual sensación de cansancio que la acompañaba desde hacía ya varios años. Mientras caminaba, sus pensamientos iban y venían, revoloteando entre la rutina diaria y las preocupaciones sobre su futuro con Edán. La relación se había vuelto tan insípida como la cena que solía preparar cada noche. Sin embargo, algo llamó su atención y la sacó de sus cavilaciones.Allí, en una de las vitrinas de un edificio imponente, vio una nueva publicidad que no había notado antes. El letrero del Banco Leona, recién instalado, capturó su mirada. El eslogan debajo del nombre, "El Reino Mujer", brillaba con un resplandor que contrastaba con el gris de la ciudad. La publicidad tenía algo magnético, algo que resonó profundamente en su interior. Se quedó parada frente a la v
Al llegar a las puertas de cristal, se detuvo un instante, sintiendo la mezcla de nerviosismo y esperanza que la había acompañado durante toda la semana. El aire a su alrededor parecía cargado de posibilidades. Se enderezó, ajustó ligeramente su bolso en el hombro, y con una última respiración profunda, se dispuso a entrar al banco. Su destino, pensó, estaba a punto de cambiar, y todo dependía de lo que sucediera a partir de ese momento.El Banco Leona se alzaba majestuoso en la esquina de una concurrida avenida, su fachada completamente nueva y reluciente destacaba entre los demás edificios. Era una estructura imponente de vidrio y acero que reflejaba la luz del sol con un brillo que cegaba a los transeúntes. El logo del banco, una leona estilizada, coronaba la entrada principal, con letras doradas que brillaban bajo la luz natural, dando una sensación de lujo y poder. Herseis no pudo evitar detenerse por un momento para admirar la estructura. Había algo en ese edificio que la atraía
Sentada en esa silla, frente a la mesa, Herseis se sintió vulnerable, expuesta, como si cada uno de los miembros del panel pudiera ver directamente en su interior. Y, sin embargo, en medio de todo ese nerviosismo, había una chispa de determinación que se negaba a apagarse. Sabía que este era su momento, y aunque sentía que el peso del mundo descansaba sobre sus hombros, estaba dispuesta a enfrentarlo.En la mesa había un parlante en la ubicación de Evans Blake.—Buen día, señora Hedley —dijo Evans Blake, el representante del dueño del Banco Leona que se mantenía de forma anónima.—Buen día, señor, señora… A todos —respondió ella, mirando a cada uno de ellos.—Herseis —comentó Evelyn Carter, la gerente del banco—. Es un nombre bastante peculiar.—Gracias, señora.—¿Sabe que esta entrevista está siendo grabada en audio y que lo ha aceptado de manera voluntaria en los términos y condiciones? —preguntó Evans.—Sí, señor. Lo sé —respondió ella de manera pasiva. Tal vez era para analizar su
Pero mientras hablaba, se dio cuenta de que esas palabras, aunque ciertas, no capturaban toda su esencia. Sabía que la respuesta que había dado era segura, casi superficial. Su corazón latía más rápido, empujándola a ser más honesta, a profundizar más.—Pero también soy alguien que ha enfrentado desafíos, que ha tenido que lidiar con la incertidumbre y la duda —continuó, su voz ganando en fuerza a medida que hablaba—. He tenido momentos en los que me he sentido perdida, en los que no sabía si estaba en el camino correcto. He tenido sueños que han cambiado, expectativas que no se han cumplido. Pero en medio de todo eso, siempre he mantenido una cosa constante: mi deseo de superarme y de encontrar un propósito.Herseis se sorprendió al escuchar la intensidad de sus propias palabras. Sentía que había abierto una parte de sí misma que normalmente mantenía oculta. Los ejecutivos frente a ella seguían mirándola fijamente, pero ahora podía ver algo más en sus ojos. Quizás era curiosidad, o q
Edán dormía profundamente a su lado, ajeno a la tormenta que se desataba en su interior. Herseis lo observaba por un momento, su respiración tranquila y constante, y sintió una punzada de envidia por su paz. ¿Cómo era posible que él pudiera dormir tan fácilmente mientras ella estaba atrapada en esta espiral de incertidumbre? El insomnio se volvía cada vez más insoportable. El callado murmullo de la noche, que normalmente encontraba reconfortante, se había convertido en un enemigo que amplificaba sus miedos y dudas.Incapaz de soportarlo más, se levantó de la cama con cuidado de no despertar a Edán. Sus pies descalzos tocaron el suelo gélido, y sintió un escalofrío que recorrió su cuerpo. Se dirigió a la cocina en la oscuridad, el pasillo apenas iluminado por la tenue luz de la luna que se colaba por las ventanas. Cada paso parecía resonar en el silencio, amplificando la sensación de soledad que la envolvía. Sin embargo, esa era la realidad. No todo sucedía como en los libros y películ