NicolaNo buscaba la atención de nadie más, solo los de dos hombres que se movieron hacia nosotros como lobos acechando a su presa.El padre de Valentina y Antonio.Avanzaron hacia nosotros con rapidez, empujando a cualquiera que se interpusiera en su camino. Mi cuerpo reaccionó de inmediato, tensándose antes de la inevitable confrontación.—¿Qué mierda es esto, Valentina? —gruñó Antonio cuando estuvo a pocos pasos de nosotros.Su voz era un veneno rasposo, lleno de desprecio. Su mirada no estaba en mí, sino en ella, como si tuviera algún tipo de derecho sobre mi mujer, como si pudiera dirigirse a ella de esa manera y salir impune.—¿Tan puta eres? —escupió Antonio con un tono cargado de desprecio.El odio en su voz era evidente, y antes de que pudiera dar un paso más, puse mi mano firme en su pecho, deteniéndolo en seco.—Vuelve a insultar a mi prometida, —gruñí entre dientes, sintiendo cómo la furia se agolpaba en mi garganta, —y te cortaré la lengua para dártela de comer.Antonio s
ValentinaNicola me arrastró sin decir una palabra, su mano apretaba la mía mientras me guiaba por el salón, ignorando las miradas y los murmullos a nuestro alrededor.Mi corazón seguía latiendo con fuerza en mi pecho, aún no podía creer lo que acababa de hacer, me había reclamado frente a todos, como si fuera... un objeto.El anillo en mi dedo se sentía como una cadena, pesada y apretada. Aunque no podía negar que era hermoso y delicado.Salimos al patio, donde el aire frío me golpeó la piel, pero no me calmó. Mi pecho aún ardía de indignación. Nicola caminó unos pasos más hasta detenerse junto a la piscina. Me soltó la mano para girarse a mirarme, y fue entonces cuando lo sentí.La furia me consumió por dentro, una mezcla de humillación, confusión y rabia. No podía soportarlo más.Antes de darme cuenta, mi mano voló por su cuenta, y el sonido de la cachetada resonó como un trueno en la calma del patio. Y aunque lo tomó por sorpresa, él no se movió, ni siquiera parpadeó. Solo se qued
ValentinaMe giré y me encontré con una mujer mayor, de mirada afilada pero sonrisa cálida. Su cabello gris caía en ondas suaves, perfectamente peinado, y sus ojos claros me evaluaban de pies a cabeza.—Tía Giulia, —dijo Nicola con una voz relajada, mientras apretaba mi mano, como si buscara tranquilizarme.Giulia se acercó, su vestido oscuro ondeando suavemente con cada movimiento. Había en su presencia algo que inspiraba respeto, como si fuera alguien acostumbrado a dominar cualquier lugar en el que se encontrara, incluso sin decir mucho.—Bueno, bueno, —respondió ella con una sonrisa que iluminaba su rostro envejecido, pero lleno de vida. —Vine a conocer a tu hermosa prometida, ya que demorabas tanto en volver.Sentí el peso de su mirada cuando sus ojos se posaron en mí. Me inspeccionaba como si quisiera leer mi alma, pero con un toque de ternura que me desconcertó.No sabía qué decir. Me quedé quieta, mirando a Nicola antes de devolverle la sonrisa a la mujer frente a mí.Ella cam
NicolaAmore.Esa palabra resonó en mi cabeza una y otra vez, como una melodía que no podía dejar de repetir.Valentina la dijo de nuevo, sus labios apenas rozando los míos, y cada vez que lo hacía, algo dentro de mí se rompía más.No podía creerlo, no podía aceptar que ese simple susurro tuviera tanto poder sobre mí.Había construido mi vida en base a la disciplina; había aprendido a dejar de lado cualquier sentimiento que pudiera interferir con mis decisiones, con mis planes, con mi capacidad de controlar todo a mi alrededor.Pero ahora...Aquí estaba, completamente dominado por una palabra, por una mujer.Amore.Mis manos recorrieron su cuerpo con urgencia, sintiendo el calor de su piel a través de la tela del vestido. La forma en que temblaba contra mí, en cómo respondía a cada toque, me volvía loco.Quería hacerla mía en ese mismo instante, arrastrarla a mi mundo de sombras y placer.Sentía mi control desvanecerse con cada segundo que pasaba, y no podía detenerlo.La deseaba.Aho
PanteraEl vino se movía en la copa de cristal que sostenía entre mis dedos mientras la giraba para disimular mi frustración.Cada trago que daba no hacía más que avivar la rabia que sentía dentro. Mi mandíbula estaba tensa, y mis labios se apretaban en una línea fina mientras mis ojos recorrían el salón con desprecio.Nicola Moretti acababa de arruinarlo todo. Y aunque debería estar feliz de que al fin él tenía una debilidad, un punto del cuál agarrarme para hacerlo sufrir, en mi interior solo había odio.Esa maldita declaración pública, había complicado mis planes, ahora tenía que pensar en otra forma de llevarlos a cabo.Prometida.Mi sangre hervía solo de pensar en ello.Observé desde la distancia cómo todos parecían aceptar la noticia sin más. Las sonrisas, los falsos brindis, las felicitaciones vacías.Cada uno de ellos jugando su papel, mientras yo me hundía en esta furia interna que no podía controlar.Lo peor de todo era que Nicola había hecho que esto se volviera aún más per
Prólogo La noche era la más oscura que jamás había visto. Las estrellas parecían apagadas, como si también lloraran por la ausencia que me afectaba ahora. El viaje de regreso a casa fue silencioso, solo se escuchaba el sonido de mis sollozos ahogados. No quería que papá me oyera llorar; ya estaba sufriendo demasiado. Él se veía destrozado. Las lágrimas que caían por sus mejillas le dificultaban ver el camino, pero seguía adelante, como si no supiera qué más hacer.El auto se detuvo frente a nuestra casa de verano, un lugar modesto en medio del campo que ahora parecía más solitario que nunca. La casa era pequeña, pero había sido siempre nuestro refugio, el lugar donde mamá solía cantar mientras cocinaba y donde papá me enseñaba a jugar a las cartas. Pero esa noche, el silencio lo llenaba todo, un silencio que me hacía sentir el dolor por la ausencia de mi mamá.—Estaremos bien aquí, piccola —dijo papá, pero su voz sonaba hueca, como si estuviera tratando de convencerse a sí mismo
NicolaEstaba de pie frente al espejo, ajustando el nudo de mi corbata con movimientos lentos y precisos. Mis manos, entrenadas para el control y la fuerza, se movían con una calma que no se reflejaba en mi cabeza. Miraba mi propio reflejo, el traje perfecto, el cabello peinado hacia atrás, la expresión impasible. No sentía nada especial, solo una ligera presión en el pecho que ya me era familiar. Una sensación de resignación, de inevitabilidad. Esta noche era mi fiesta de compromiso, y aunque debería haber algo de emoción, lo cierto es que todo me daba igual. Este era mi deber, mi responsabilidad. Vivía por y para la familia, y eso significaba hacer lo que se esperaba de mí sin preguntas.La puerta de la habitación se abrió, y sin necesidad de girarme, supe que era mi padre. Su presencia era inconfundible, llena de autoridad, el tipo de autoridad que hacía que el aire en la habitación se volviera más denso. —Nicola —dijo, su voz profunda rompiendo el silencio mientras cerraba
NicolaEl primer disparo resonó como un trueno, y vi a Pietro, mi ex futuro suegro, tambalearse hacia atrás, su cuerpo rígido mientras caía sobre la mesa, llevándose todo en su camino al suelo. Claudia, que estaba justo a su lado, gritó, un sonido agudo que se mezcló con el estallido de más disparos. Pietro había caído tratando de protegerla, empujándola hacia un lado en un intento desesperado de salvarla.Mi cuerpo se movió por instinto, lanzándome hacia ella antes de que fuera demasiado tarde, pero el caos alrededor me ralentizaba. Las balas volaban por todas partes, perforando paredes, mesas y cuerpos. La sangre salpicaba por todos lados, manchando de rojo el blanco inmaculado de los manteles.—¡Claudia! —grité, intentando alcanzar su mano, que estaba extendida hacia mí mientras ella caía al suelo. Pero no fui lo suficientemente rápido. Una bala atravesó su pecho, y vi cómo sus ojos se apagaban, su cuerpo se desplomaba al suelo, sus manos cayendo sin fuerza. La sangre brotaba d