NicolaEl sonido de las voces en la sala era distante.Frente a mí, los proveedores seguían hablando de cifras, de cargamentos y entregas. Mi mente debería estar al cien por ciento enfocada en la conversación, en las rutas que tomaríamos y en los detalles de las transacciones.Pero no estaba ahí.Mis pensamientos volvían una y otra vez a ella, como lo había estado haciendo durante toda la maldita mañana.Me obligué a mirar los papeles que estaban sobre la mesa. Podía ver los números y gráficos de las entregas de los próximos meses, pero mi atención no estaba en los negocios.No podía.No cuando cada parte de mí seguía pensando en la manera en que Valentina había gemido mi nombre, cómo había sido completamente mía.—Nicola, —la voz de Lorenzo me sacó de mis pensamientos, devolviéndome a la reunión. —¿Qué te parece la propuesta?Mis ojos fríos se encontraron con los de él, pero antes de que pudiera contestar, una notificación llegó a mi teléfono. Un aviso discreto, pero uno que reconocí
NicolaLa sostuve así, sin decir nada, solo acariciando su cabello, esperando a que su dolor saliera del todo.Sus lágrimas empaparon mi camisa, pero no me importaba. El mundo entero podía caerse, y no me movería hasta que ella estuviera mejor.Después de horas, sus sollozos se hicieron más suaves, más entrecortados. Pero no me moví. Seguía acariciando su cabello, dándole el espacio que necesitaba.—Nicola... —su voz salió apenas como un susurro, y supe que estaba lista para hablar.—Dime qué está pasando, —susurré, sin mostrar ni una pizca de lo que ya sabía.No debía saber que la había estado escuchando.Ella respiró hondo, su cuerpo aún temblando, y comenzó a contarme.—Mi papà... él siempre... siempre ha sido así, —comenzó, su voz rota por la tristeza. —Todo lo controla. No le importa lo que yo quiero... no le importa cómo me siento. —Su mano se apretó contra mi camisa. —Y, él... él me ha comprometido con Antonio Donati.Cada músculo en mi cuerpo se tensó.Antonio. Ese maldito nom
NicolaEl silencio de la habitación estaba roto solo por el suave sonido de nuestras respiraciones, el roce de las sábanas bajo nuestros cuerpos y el latido constante de mi corazón, que parecía acelerarse con cada segundo que pasaba.Valentina estaba acostada a mi lado, su cuerpo entrelazado con el mío, su piel suave tocando la mía de una forma que solo ella podía hacer que me sintiera completo.—Nicola... —susurró, su voz tan baja que parecía un eco dentro de mí.Mis manos viajaban por su espalda desnuda, subiendo desde la curva de su cintura hasta sus hombros, disfrutando cada centímetro de su piel como si fuera la primera vez que la tocaba.Mi boca descendió por su mandíbula, dejándole suaves besos que ella respondía con ligeros suspiros que me hacían temblar.Se giró un poco, quedando de lado mientras mis labios trazaban un camino por su cuello, bajando hasta el hueco de su clavícula. El calor que emanaba de su piel me envolvía, y el simple hecho de tenerla así, tan cerca, tan mía
Nicola—Nicola... —Su voz suave, tan dulce y despreocupada, me hizo sentir un alivio instantáneo.No estaba en peligro, al menos no físicamente.—¿Estás bien? ¿Pasó algo?—Me siento sola... —dijo ella, sin ninguna conciencia del infierno que estaba pasando de este lado de la línea.—Amore mio, este no es un buen momento... —murmuré, manteniendo mi tono suave, aunque mi mente estaba completamente dividida entre ella y el peligro a mi alrededor.Los disparos comenzaron a rebotar en las cajas y contenedores, y mis hombres devolvían el fuego. Saqué mi arma, apuntando hacia las sombras donde sabía que los enemigos se escondían.—¿No es un buen momento? —Ella se rio, su voz dulce y calmada. —Dijiste que te llamara si necesitaba algo.Sonreí a pesar de la situación, porque sí, a pesar de todo, siempre me haría tiempo para ella. Aunque estuviera jugándome el pellejo en este momento.—Si, lo dije, principessa, —respondí, justo antes de disparar hacia una figura que apareció al otro lado del co
ValentinaNicola no me había dejado sola en los días previos a la fiesta, y no me quejaba de eso.Pero a pesar de que disfrutaba de su compañía y constantes atenciones, estaba en pánico, no por los castigos que se esmeraba en hacerme sentir, sino lo que había escuchado.Había oído su charla con su padre. Decir que estaba "listo para casarse" y que lo anunciaría en la fiesta.La sensación de estar atrapada de nuevo, de salir de un hombre deplorable solo para caer en las garras de otro, más peligroso y autoritario, me tenían asfixiada.Sabía que estaba obsesionado conmigo, pero a veces no podía evitar pensar que Antonio, a su manera brutal, al menos había sido directo en cuanto a sus intenciones. Me había arrancado mi virginidad como un animal, sin disfrazarlo de otra cosa.Y ahora, estaba atrapada, otra vez. Y no estaba segura de qué era lo que Nicola quería de mí, no realmente.Bianca casi no había hablado conmigo esos días. Cada vez que intentaba acercarme a ella, había una pared inv
NicolaRecibir a los invitados junto a mi padre era uno de esos rituales que más odiaba de estas fiestas.Sonrisas vacías, apretones de manos que no significaban nada, y esas malditas charlas superficiales sobre negocios y apariencias.Pero hoy, era diferente.Estaba esperando ansioso a dos grupos específicos.Los padres de Valentina y, por supuesto, a Antonio Donati. Sabía que llegarían juntos, como la maldita serpiente que era ese entrometido, enredándose en todo lo que podía para asegurarse de que nadie escapara de su control.Mi padre fue el primero en hablar, con su sonrisa de acero bien puesta mientras estrechaba la mano del padre de Valentina.—Señor Rinaldi, —dijo mi padre, apretando la mano con un firme apretón. —Es un placer tenerlo aquí.—El placer es todo nuestro, —respondió con una sonrisa que no llegó a sus ojos. —Hemos oído maravillas de las fiestas de los Moretti.Los tres se giraron hacia mí.Y ahí estaba, el hombre que creía que tenía algún control sobre Valentina. A
NicolaNo buscaba la atención de nadie más, solo los de dos hombres que se movieron hacia nosotros como lobos acechando a su presa.El padre de Valentina y Antonio.Avanzaron hacia nosotros con rapidez, empujando a cualquiera que se interpusiera en su camino. Mi cuerpo reaccionó de inmediato, tensándose antes de la inevitable confrontación.—¿Qué mierda es esto, Valentina? —gruñó Antonio cuando estuvo a pocos pasos de nosotros.Su voz era un veneno rasposo, lleno de desprecio. Su mirada no estaba en mí, sino en ella, como si tuviera algún tipo de derecho sobre mi mujer, como si pudiera dirigirse a ella de esa manera y salir impune.—¿Tan puta eres? —escupió Antonio con un tono cargado de desprecio.El odio en su voz era evidente, y antes de que pudiera dar un paso más, puse mi mano firme en su pecho, deteniéndolo en seco.—Vuelve a insultar a mi prometida, —gruñí entre dientes, sintiendo cómo la furia se agolpaba en mi garganta, —y te cortaré la lengua para dártela de comer.Antonio s
ValentinaNicola me arrastró sin decir una palabra, su mano apretaba la mía mientras me guiaba por el salón, ignorando las miradas y los murmullos a nuestro alrededor.Mi corazón seguía latiendo con fuerza en mi pecho, aún no podía creer lo que acababa de hacer, me había reclamado frente a todos, como si fuera... un objeto.El anillo en mi dedo se sentía como una cadena, pesada y apretada. Aunque no podía negar que era hermoso y delicado.Salimos al patio, donde el aire frío me golpeó la piel, pero no me calmó. Mi pecho aún ardía de indignación. Nicola caminó unos pasos más hasta detenerse junto a la piscina. Me soltó la mano para girarse a mirarme, y fue entonces cuando lo sentí.La furia me consumió por dentro, una mezcla de humillación, confusión y rabia. No podía soportarlo más.Antes de darme cuenta, mi mano voló por su cuenta, y el sonido de la cachetada resonó como un trueno en la calma del patio. Y aunque lo tomó por sorpresa, él no se movió, ni siquiera parpadeó. Solo se qued