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Pláticas en la cama

Candela y yo nos encontramos recostados sobre mi cama, completamente desnudos, descansando después de una ducha que se alargó un poco más de lo esperado. Yo estoy sentado, recargado sobre la cabecera de la cama, y ella al pie de está apoyando su cabeza sobre una almohada. Sus hermosas y formadas piernas están al alcance de mis manos y mientras ella juega con su cabello, yo las acaricio sintiendo su deliciosa piel, suave y tersa, provocándole cosquillas y haciéndola sonreír.

Ambos estamos en silencio, ella admira el techo de la habitación, mientras yo admiro su estilizado cuerpo. Candela tiene pechos medianos que le quedan perfecto en esos escotes en "V" que tanto le gusta vestir, su piel es bronceada, sólo lo necesario, su vientre es completamente plano pero no marcado y el resto de su cuerpo está perfectamente trabajado, no sabré cuántas horas pasa en el gimnasio, pero sé que no las pasa en vano, además no tiene ni un vello en todo el cuerpo, y cuando digo en todo, me refiero a todas las partes donde crece. Su pelo es castaño obscuro que a veces se confunde con negro, y sus ojos, sus hermosos de mirada intensa son de color café y esas abundantes pestañas los enmarcan a la perfección. Ella tiene sonrisa coqueta, labios sedosos, sensuales y me encanta la manera como los muerde cuando está excitada.

Me levanto un poco de mi lugar y tomo una de sus piernas para comenzar a besarlas poco a poco, mis labios suben desde sus tobillo hasta su muslo llegando peligrosamente a su ingle. Ella deja de mirar al techo, baja su mirada y me sonríe, mientras comienza a jugar con mi cabello. Sigo subiendo, hasta sus costillas y luego recargo mi mentón sobre su vientre. Su respiración es tranquila y su piel fresca brilla a la luz de la luna.

― Eres tan hermosa Candela ― le murmuro ― ¿Algunas vez un cliente se ha enamorado de ti? ― y beso su ombligo.

― Sí, muchos clientes se enamoran de mi, es algo común que sucede cuando pasas tiempo con ellos y haces todo lo que te piden. Confunden esto con amor y a veces es difícil que lo puedan separar ―.

―Y tú ¿te has enamorado de uno? ― pregunto curioso.

―No, nunca me he enamorado, te puedo confesar que me gusta la manera como me tratan algunos clientes, pero no es amor, simplemente es placer ― y sonríe.

Dejo mi cómodo lugar sobre su vientre y me recuesto al lado de ella, Candela voltea su cuerpo colocando sus manos sobre sus pechos y ahora estamos frente a frente, puedo sentir su respiración en mi rostro y su perfume que ahora sé cuál es vuelve a invadir mis sentidos. Acaricio su hombro y luego paso mi mano hacia su cuello, lo toco con ternura y ella cierra los ojos en aprobación ― ¿Te gusta como te trato yo Candela? ― le murmuro.

― Me gusta ― confiesa ― Me gusta como me tocas también, lo haces con mucha ternura ¿así tocabas a Bea? ― me pregunta.

De pronto un balde de agua fría cae sobre mí, de todas las pláticas que quería tener con Candela, esa era la menos pensada. Ella pasa su mano sobre mi rostro, con uno de sus dedos acaricia mis labios ― Todos caen en esto por distintas cosas ¿sabes? Unos por curiosidad, otros por soledad pero tú, Javier Montenegro, caíste por un corazón roto ¿no es cierto?―.

―¿Esto es parte de tu entrenamiento? ― pregunto frío.

―No, sólo que siento que tienes mucho que decir y no te atreves, y que mejor decírmelo a mí que no tengo ni idea de qué pasó y no tengo porque juzgarte ―.

Pego mi frente con la de ella y acaricio su cabello ― Me engañaron, ella me engañó con otro― le murmuro y luego la beso ligeramente en los labios ― y ahora ella quiere que regresemos y lo volvamos a intentar.

― ¿Y tú qué quieres Javier? ― me pregunta.

― Por el momento yo sólo quiero estar así contigo ― y beso su nariz ― quiero hacerte el amor como siempre he querido hacerlo y como he aprendido contigo. Tú me estás haciendo un hombre diferente Candela y Bea, bueno, ella supongo que sólo se aprovecha de mí. No sé que quiero con ella, pero sé que quiero seguir haciendo esto contigo por un rato más.―

―Entonces hazlo ― contesta ― No tienes porque decidir en este momento si regresas con ella o te dedicas a estar conmigo, hagamos de cuenta que ahora una burbuja nos cubre a los dos y todo lo que pase aquí se queda aquí. Nadie lo sabrá, ella no lo sabrá, tu familia no lo sabrá, será nuestro pequeño secreto siempre―.

―Me gusta como piensas Candela, tienes un pensamiento muy... liberal ―.

―No puedo ser de mente cerrada si me dedico a esto ― me responde entre risas ― Si fuera así estaría ahora dentro de una relación estable, trabajando posiblemente en una oficina y no sé, haciendo compras todos los domingos ― y me sonríe.

― ¿Y eso no te gustaría? ― pregunto curioso.

―No, estoy acostumbrada a pensar que nada es para siempre en este mundo, que todo es efímero, el amor, las relaciones, el sexo. La vida es sólo una acción en cadena que te lleva día a día y que las consecuencias de tus acciones sólo son un juego, no hay garantía de lo que pueda pasar mañana, o si estaremos aquí, así que ¿por qué no disfrutar? ¿Por qué no probar? ¿Por qué no ser una persona diferente? ― y ahora es ella quien besa mi nariz.

La tomo entre mis brazos y la pego a mi pecho, me gusta sentirla así, cerca, ninguna mujer en el mundo, hasta ahora, me ha hecho sentir como ella lo hace, provoca que mi corazón arda, que mi mente vuele y mi cuerpo se libere. He comenzado a proyectar todas las ideas que tenía guardadas en mi subconsciente y en lugar de asustarme, me excita. Candela me tiene comiendo de sus manos, pero no porque esté enamorado de ella, sino porque con ella puedo ser quien sea sin que nadie me juzgue.

― Sólo dime lo que quieras de mi Javier, yo tengo todo lo que necesitas ― murmura ― Puedo ser quien tú quieras y seguirte el juego en todas las maneras posibles, tú pones la idea y yo lo hago realidad―.

―¿Todo lo que quiera? ¿en todos los sentidos? ― pregunto.

―Sí ― contesta.

― ¿Puedes decirme qué me amas? ―.

―Te amo ― susurra

―Te creo ― le respondo y luego le como a besos los labios que hace unas horas sabían a chocolate ― En todas las maneras, en todos los sentidos― le murmuro.

―En todos, sólo dímelo y yo lo hago, soy tuya mientras pagues el precio, porque todo en este mundo tiene un precio ― comenta.

―¿Qué precio es el que tu pagas? ― y ella sonríe.

― El precio de que me etiqueten, que sólo me vean por lo que hago y no por quien soy ― me responde segura.

― ¿Y quién eres Candela? ―.

―Lo que ves ― responde ― Siempre soy yo, me tienes aquí, recostada junto a ti, completamente desnuda y vulnerable ¿qué es lo que ves?―.

― Pues yo veo una mujer inteligente, sensual y tierna ― confieso.

―Es porque tú quieres que sea así, sobre todo la parte de tierna, las primeras dos, sí van conmigo ― y sonríe ―.

― ¿Te molesta eso? ¿ser tierna? ¿Qué yo te pida que seas así?―.

―No, incluso es algo raro que me lo pidan y debo admitir que me agrada mucho, le has dado un nuevo enfoque a la relación, la mayoría quiere que sea atrevida, sensual, que me deje dominar, que puedan hacer conmigo lo que quieran ―.

― ¿Nunca te preguntan lo que tú quieres? ―.

―No, pocas personas me preguntan qué es lo que deseo ― dice ― Pero a la vez siempre hago lo que quiero, porque ya en el momento se dejan llevar por el placer y yo lo provoco, así que básicamente hago lo que quiero y lo que deseo.

―¿Hay algo que desees hacer conmigo?― y ella me besa.

― Deseo decirte que eres uno de los hombres más guapos con los que me he acostado e increíblemente dotado ― y se muerde el labio inferior.

Su último comentario me hace sonrojar, sé que no estoy mal en ese aspecto, pero escuchárselo decir a una mujer como ella es como llegar a otro nivel. Ella al ver el color en mi cara se ríe ― No suelo ser una persona muy sutil, lo siento, soy bastante directa como ves.

―No tienes que disculparte por ello Candela, eso es algo que me encanta sobre ti―.

Comienzo de nuevo a acariciar su cuerpo con la yema de mis dedos y su piel se eriza, creo que me estoy obsesionando con su cuerpo, y con la forma en qué reacciona cada vez que lo toco. Vuelvo a besarla, sé que el tiempo se termina y no quisiera que se fuera, pero contratos son contratos y sé que se deben cumplir.

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