Se abrió fuego.
Berrocal disfrutó de la mágica boca de Lexie, sin embargo, estaba seguro de que él no necesitaba tanta distracción como ella. Eso hizo, concentrarse en ella, le acostó en las baldosas del baño, con una de las risas secas de Lexie y sus miradas muy centrada en sus ojos. Le dio un beso, uno lento, con mucha lengua que les hizo reír como adolescentes, Lexie pasó su mano por la curva del tonificado cuerpo masculino que estaba encima de ella y dio un largo suspiro cuando se introdujo en su cuerpo. Lexie disfrutaba de los rudos y salidos que eran los hombres cuando de sexo se trata, suelen ir directo por el placer propio, pero la forma en la que Berrocal acaricia sus pechos, mordía la piel sobre sus costillas y el ritmo tentador en el cual se movían sus caderas. Era exquisito. Berrocal había cumplido su objetivo, por unas cuantas horas había estado distraída, primero con el sexo y luego un masaje
Para Lexie, robar siempre había ido lo más relajante del mundo. Hay gente que se da cuenta de que tienen el don durante la adolescencia, pero ella no. Ella se dio cuenta de que era una ladrona innata en el jardín de niños. Su madre le había dejado en el kínder como cada semana y Ashley llevó como cada miércoles la merienda para todos. La mocosa solía insistir en que su familia era rica y ella solo era hija de una modelo y un empresario que trabajaba en un lugar raro. Ashley por su cuenta era lo que se conoce como rica de cuna. Lexie hizo una exposición muy profesional sobre Mainvillage y la dio en clase, haciéndole saber a sus compañeros que no era como Haití. La mayoría de los pobladores de Mainvillage son personas con dinero o trabajos muy bien remunerados, además su papá era dueño de una empresa muy variada lo cual le hacía todo menos pobre y menos hija de una mujer soltera. Ashley consiguió sembrar el chisme y el mal. E
A diferencia de Lexie Andrés era el hijo de una pareja honrada y religiosa, muy tradicional y la primera vez que tuvo la idea de robar fue un lápiz con carritos, lo metió a su cartuchera y lo escondió entre las tablas de madera de su casa. Su mamá no se dio cuenta y en la escuela tampoco, pero él no podía con la vergüenza, sentía que se había deshonrado, que dios estaba molesto con él. Aquel fin de semana su papá vendió poco, llovió y las cajas se mojaron por lo que algunos frutos se pudieron y el domingo no puso más y se lo contó al padre Efraín. El padre le vio con una sonrisa y le aseguró que Dios ama a los niños sobre todas las cosa y él no es la excepción a esa regla, su arrepentimiento era suficiente para recibir perdón de Dios. Lo que estaba por hacer no le daría el perdón de Dios, pero había un hombre con una pistola en la boca de su mujer y otro apuntándole en la cabeza a él. Lexie dio una orden muy clara: nada de
Lexie recibió un vestido para ir a su cena, era un vestido rojo vino, con unas mangas un poco boladas y un corte muy descubierto en el pecho, le gustaba, era volado y perfecto. Ella había tardado un buen rato en alistarse, incluso le dio tiempo de arreglarse las uñas para que coincidieran con el vestido sangre de toro, se maquilló y se peinó; dejó sus colochos libres y por último se puso los tacones de aguja que su prometido le había regalado. Lexie salió de la habitación para encontrarse con Berrocal el cual estaba bebiendo un poco de whiskey, el joven iba vestido muy formal para una cena en casa, pero le encantaba que se hubiese tomado tanto tiempo como ella para arreglarse. El joven dejó el vaso en la mesa se fue y se acercó a ella. Le tomó de la cintura y le dio un beso, uno largo e intenso. Querían deshacerse de la ropa, pero él tenía planes más interesantes y lo había organizado todo en el jardín. Ella le si
Berrocal sabía que era la última noche normal de Lexie, así que mandó a traer una caja de vino barato, un par de cajas con pizza, helado de chocolate; todo para el síndrome premenstrual y unas uvas las frutas favoritas de Lexie y unas medias porque sus pies siempre están más fríos de lo normal. Ante lo último ella rio. —¿Te molesta?—los dos rieron. —Me molesta muchísimo el hielo que antas. ¿Estás bien? ¿Se te fue toda la sangre al útero? —No funciona así, cabronazo—Los dos rieron y él volvió a acostarse.—Gracias, por los mimos. —Con todo el gusto—Dijo Berrocal y se quitó los pantalones, ella rió. —Lexie, tu vida va a cambiar. Necesito que entiendas que este es el trabajo más sanguinario de la vida. Puedes ser Regina, la esposa de un narco y eso al menos te da ciertas garantías, pero si vas a la cabeza, tienes
Todos en la habitación se quedaron en silencio. Lexie se puso en pie y se quitó los guantes que usaba para evitar callosidades en sus manos cuando alzaba peso, vio a su padre y sonrió antes de decirle que no iba a donar ni un pedazo de uña. —Lexie, necesitas escucharme. —No necesito y tampoco quiero. —Lexie, sé que no tienes relación con Cristina, pero eres una opción. Revisé tu tipo sanguíneo y coinciden, es solo hacerte un examen. —No quiero hablar de Cristina. —Lexie es la vida de otra persona. La vida de una mujer joven que Lexie se cruzó de brazos y le miró a los ojos antes de recordarle que él era el culpable de la muerte de su madre. —Hipócrita, pedazo de b****a, qué tiene de especial la cabrona drogadicta que vale más que la vida de mi mamá. —Respondió Lexie, le tiró un golpe en el rostro y otro. Raymond se quedó en quieto d
Los hombres vieron entre los cadáveres a personas que creían eran parte de su negocio, la operación policial que estaban manejando era muy organizada. Tornelli, había sido transferido de una de las mejores unidades de narcóticos de Europa. Su plan era simple de ejecutar y muy fácil de introducirse. Muchos de los hombres llevaban de dos a cinco años dentro de la organización. Con paciencia habían comenzado año y medio antes se comenzarán los catos, la extracción de drogas por alta mar, la revisión de vuelos que aterrizaban en zonas clandestinas y toda clase de operativos casuales elaborados por la división de narcóticos oficial de Mainvillage. Todos ellos estaban en posiciones seguras, sin sospecha, sin avisar a la policía local. Eran manos derechas, grandes asociados con venta o compra muy buena y nunca tenían que estar en riesgo de ser descubiertos porque todo siempre era aleatorio. —Esto tiene que ser Berrocal—gritó un
Lexie estaba recibiendo un masaje antitensión por parte de Pamela mientras su nuevo esposo desglosaba la vida de su madre. Marissa era hija de una familia trabajadora, su madre había participado en concursos de belleza y su padrastro era deportista de alto rendimiento que después de una lesión decidió enlistarse en la milicia y servir a su país. Marissa era la única hija en casa, los hijos de Douglas, su padrastro, vivían con su exesposa y visitaban cada verano y eran varones su relación era completamente diferente. La joven con cariño recordaba a su padrastro llevándole a audiciones, a sesiones fotográficas desde muy joven y fue quién le dio sus ahorros para vivir en Nueva York y perseguir sus sueños de ser modelo. Marissa había ido por todo el mundo y se había enamorado con locura a los 27 años de un guapísimo empresario, por el cual dejó el modelaje y se convirtió en la esposa y madre ejemplar que Lexie le recordaba. —Entonces explícame dónde está