Horas de tensión!!!! Sigamos comentando, reseñando y dando like si les gusta esta historia.
Desde ese momento, Alexia y Calioppe se convirtieron en una sola persona, la una aferrada a la otra, suplicando entre lágrimas recibir una pronta respuesta. Eran casi las seis de la mañana cuando Thiago salió de la recámara que se había asignado para él con su llegada. Hablaba por teléfono cuando Calioppe lo interceptó. Todo el mundo dormía aún. — ¿Qué sabes? — preguntó, todavía rebosada de angustia. No había podido dormir en toda la noche. Él tampoco si era sincero. — Acabo de comunicarme con mi contacto, ya hay noticias — le dijo con expresión inescrutable. Ella se tensó. — ¿Qué? ¿Qué te es lo que te dijeron? — exigió saber. Thiago colocó una mano en su hombro, suspirando. — Es mejor que nos sentemos a hablar. — No, dímelo ahora. ¿Él está bien? ¿Va a… regresar? — Calioppe, por favor, sentémonos y hablemos — le rogó, y a ella no le quedó más remedio que obedecer. Bajaron al despacho, allí estarían solos. — Habla ya, Thiago, por favor — se giró cuando él cerró la puerta, abra
Thiago Da Silva se sentía que no podía estar dentro de su propia piel. La culpa lo carcomía y el dolor y la angustia se habían hecho paso en su sistema hasta dejarlo sin aliento. Se aflojó el nudo de la corbata y oteó el reloj en su muñeca. Había pasado una hora desde que su hermana fue ingresada y allí nadie le daba una m4ldita respuesta. — ¿Qué carajos pasa que nadie sale a informarme del estado de salud de mi hermana? — habló a nadie, enérgico, caminando de un lado a otro y capturando varias miradas curiosas. En eso, el rumor de unos pasos tímidos y un particular aroma a flores frescas llegaron a él. Ladeó la cabeza. Era Alexia. — Yo… yo traje café — le dijo ella, con una dulce voz que consiguió inquietarlo. Jamás le había pasado. No de ese modo. Además, era la primera vez que la había escuchado a hablar o al menos dirigirle una mirada. No le gustó lo que provocó ese insignificante gesto en él. No le gustó para nada. — Yo no pedí nada — gruñó entre dientes, para entonces i
Más tarde, cuando ya anochecía, permitieron el acceso a las visitas. Alexia se emocionó. Quería estar para su cuñada. Su hermano así lo querría. Ya había visto a su sobrino a través del cristal de los cuneros hace un par de horas. Era un bebé precioso; y aunque estaba demasiado pequeño, no dejó de sorprenderla por lo fuerte y sano que lucía. Entró a la habitación, despacio, tímida y sin hacer mayor ruido. — ¿Puedo pasar? — preguntó quedamente. Calioppe alzó la vista. Sus ojos brillaron. Al fin un rostro familiar. Había estado rodeada de enfermeras durante toda la tarde. — Sí, por favor — respondió con una pequeña sonrisa. Seguía adolorida de pies a cabeza. Alexia se sentó en una silla que estaba al lado de la cama. — ¿Cómo te sientes? — le preguntó. Con ella era muy fácil hablar, y a diferencia del resto, se sentía en paz, tranquila, familiarizada. — Bien, un poco adolorida, pero bien — dijo lentamente —. Mi bebé… ¿Sabes cómo está? Las enfermeras me dicen que bien, pero no me d
Apenas amaneció, Thiago fue a ducharse y a cambiarse por algo más apropiado. Después regresó al hospital para despedirse de su hermana, pues no se verían hasta que la oscuridad y el peligro de la noche impidieran que siguiera la búsqueda. Al entrar a la habitación, chocó contra algo, más bien, contra alguien. Era Alexia. La tomó firme de los brazos para que se cayera y la atravesó con la mirada, apretando los dientes. «¿Por qué tenía que cruzarse en su camino?» Pensó con fastidio. Ella parpadeó, roja hasta los poros. — Lo siento — musitó, percibiendo como el calor del contacto de ese hombre se hacía paso hasta el último rincón de su piel, arrancándole un débil estremecimiento. «Estaba recién bañado» dedujo con timidez, absorta en sus ojos. Olía a loción. De pronto se sintió demasiado incómodo y se removió. Thiago pasó un trago, soltándola, extrañado. — Fíjate la próxima vez — habló con temple y se hizo a un lado para ver a su hermana, que ya sonreía. Alexia salió con las mejilla
Thiago Da Silva se hizo su propio camino entre los rescatistas y los trabajadores que fueron de importante apoyo en aquella búsqueda. Su corazón latía a toda máquina y su respiración estaba demasiado agitada. — A un lado, háganse a un lado — ordenó, nervioso, empujando cuerpos, pisando fuerte con aquellas botas de campo. Se detuvo a los pies de una choza. Varios rostros observándolo. El principal, a cargo de guiar a los rescatistas, lo recibió. — Siga, es por aquí — le indicó, haciéndose a un lado. En cuanto entró a aquel lugar, todo su cuerpo se estremeció. — Nick… — logró decir, asombrado. Su amigo estaba sentado a la orilla de una cama, desnudo del torso, con un vendaje artesanal que atravesaba su pecho y espalda y uno igual en su cabeza, además de varios hematomas que parecían ya bastante desinflamados. Nicholas Dos Santos había despertado hace horas, desconcertado, sin saber dónde se encontraba, pero muy consciente del lugar a donde quería regresar: a casa. Intentó incorpo
— ¿Nick? — jadeó Alexia, entornado los ojos, entonces gritó —: ¡Nick! Cuando escuchó el rumor, no había podido creerlo, pero era verdad. Su hermano estaba allí. Dios, su hermano había vuelto a casa, con su familia… con ella. Bajó las escaleras y corrió con todas sus fuerzas. Nick alzó la vista por encima del hombro de su mujer. Llevaban abrazados durante un largo rato y no parecía ser suficiente. — ¿Alexia? — musitó, asombrado. Calioppe se hizo a un lado para darles ese merecido momento, y vio cómo su cuñada se arrodillaba para ponerse a la altura de su hermano y estrecharlo entre sus brazos como a un niño pequeño, y es que aunque ella era menor que él por casi cinco años, en ese momento su corazón solo quería protegerlo. El gesto fue desesperado, casi tosco, pero no le importó a ninguno de los dos, no tanto como el hecho de reencontrarse después de tanto tiempo. — Dios, estás aquí, estás aquí — sollozó la muchacha, rebosada de gratitud y felicidad. Nick se alejó un par de cen
Mientras Calioppe permanecía preocupada por Nick, un médico llegó. Thiago se había encargado de su traslado con una llamada en cuestión de minutos. Lo examinaron en seguida. Una de sus heridas se había abierto; provocando que perdiera sangre, y así mismo, el conocimiento. El brasileño despertó a la hora, cuando el hombre sugería trasladarlo a un hospital para ser atendido como debía, pero, de inmediato y con esfuerzo, se opuso. De allí nadie lo movería, pues no quería saber de hospitales ni nada de que tuviese que ver con estar lejos de su mujer y su hijo. Ellos eran su única medicina, así lo había decidido, así que Thiago tuvo que ponerse de acuerdo con el doctor para que enviaran todo lo necesario y lo atendieran allí hasta su recuperación. Esa noche, la pasó medianamente bien, bajo el cuidado de la mujer que amaba, no necesitaba más. Calioppe se mantuvo a su lado, velando por su recuperación. La enfermera le llevó un par de veces al pequeño Rodri para que le diese de lactar y des
Un mes más tarde… Calioppe abrió los ojos después de haber dormido plácidamente durante toda la noche, y es que desde que su hombre se había recuperado en su totalidad, se hacía cargo del pequeño Rodri para que ella pudiera descansar. Lo merecía después de haber sido ella quien cuidara de los dos el último mes. Se desperezó de a poco, sonriente, y suspiró al saber lo feliz que era. Varios rumores, desde el exterior, llamaron su atención al sacar los pies fuera de la cama. Se asomó con ojos todavía adormilados por la ventana. «¿Qué estaba sucediendo allí fuera?» Se preguntó al ver a todo el mundo caminar de un lado a otro, a las prisas. En eso, llamaron a la puerta. — Pase. — ¡Buenos días, seño! Qué bueno que está despierta, es un poco tarde — saludó Kika con una enorme sonrisa al asomar la cabeza, asegurándose de que estuviese vestida. Calioppe frunció el ceño. — ¿Tarde para qué? — ¡Para su boda! — exclamó la muchacha, feliz, abriendo la puerta para que dos mujeres jóvenes e