Chicuelas, tengo muchos problemas con la luz y por no quedarles mal escribi desde el movil, jaja. Mientras esto se solucione creo que solo estare subiendo 1 cap diario. NO OLVIDEN COMENTAR, RESEÑAR Y DAR LIKE. ¡Al fin sabremos que tanto atormenta a Nick!
— Mis padres eran drogadictos… ella murió de una sobredosis cuando yo tenía siete — comenzó a decir con la mirada clavada en algún punto fijo. Calioppe intentó mostrarse serena, pero no podía alcanzar a imaginar el dolor de un niño de esa edad al perder a la persona que se suponía lo vería crecer. Tras varios largos minutos, él se había sincerado, completa y dolorosamente. Sus padres habían despilfarrado todo su dinero gracias a esa porquería. Él era demasiado inocente como para comprenderlo, hasta que se vio obligado a crecer y a hacerse cargo de sus hermanos con apenas siete años. Fue allí cuando comenzó a culparlos incansablemente. Cuando cumplió los siete, esa demoledora noticia lo sacudió todo; sin embargo, su padre no hizo absolutamente nada para reivindicarse, sobre todo porque ya no tenían ni siquiera para comer y estaba endeudado hasta el cuello. Con ocho años, había tenido que hacer de padre y madre para Alexia y Rodri; sus dos hermanos pequeños. Aguantarse el hambre para
Ninguno de los dos supo por cuanto tiempo estuvieron así, respirando del otro, compartiendo aquel enigmático beso tan cargado de emociones. Caricias sutiles, electrizantes, ajenas a todo. Las manos de Nick viajaban lentas por la curvatura de su espalda, mientras tanto, las de ella, se habían aferrado a su cuelo como una tabla salvavidas. No querían soltarse, no querían volver a experimentar lo que era estar lejos del contacto del otro. Dios, se habían echado tanto de menos. El brasileño pegó su frente a la suya, respirando agitados; los dos lo hacían. Alzó la mano para apartar un mechón de cabello dorado de sus mejillas. No quería que nada se interpusiera entre su rostro y el de ella. — Te amo, Calioppe — le dijo desde lo más profundo de su corazón —. Te amo y me encargaré de demostrártelo cada día de mi existencia. A ti y a… — la instó a sentarse al borde de la camilla con delicadeza, tocó su vientre — nuestro hijo. Lágrimas adornaron los ojos de la preciosa joven. — Nuestro hij
Calioppe llegó a la hacienda tan pronto se enteró de que el padre de su hijo estaba enfermo. — Por aquí, señorita, sígame, el patrón la espera — le indicó María cuando la vio llegar, mostrándole el camino hasta el jardín principal de la casa. Ella arrugó las cejas. — ¿No se supone que debe estar en cama? ¿Qué hace en el…? — se detuvo de súbito bajo el marco de la puerta que conectaba con el jardín. Se llevó las manos al vientre por instinto y ahogó una exclamación. El lugar estaba perfectamente adecuado para una cena romántica. Una mesa con un mantel largo, blanco, que caía a los pies de la grama recién cortada, varios candelabros encendidos en puntos estratégicos y pétalos de rosas rojas por todos lados. Junto a todo aquello, estaba Nicholas Dos Santos; el hombre por el cual su corazón estaba bombeando a toda máquina, de pie, con un precioso y ramo de más rosas rojas en su mano. — Con permiso — musitó María antes de retirarse a la cocina. También deseaba ponerse al día con su te
Las caricias. Los besos. Los gemidos entrecortados. La avalancha de emociones que estaban experimentando en ese momento… en ese nuevo comienzo, era sin duda algo extraordinario. Nicholas había adornado a Calioppe con palabras dulces, tiernas, y a su vez, excitantes. Gemía. Gemía contra su hombro mientras él le susurraba contra el lóbulo de la oreja lo preciosa que era, y lo mucho que había echado de menos tener su cuerpo bajo el suyo, tan dispuesto, tan entregado… tan perfecto. Él se incorporó a los pies de la cama. La luz de la luna se había colado traviesa por la ventana, junto a una pequeña ráfaga de viento; propia de finales de esa temporada. La observó durante un largo rato. Quería atesorar un poco más la imagen que tenía de ella en ese instante. Pasó un trago, fascinado, hambriento de ese cuerpo desnudo. Necesitaba poseerlo, necesitaba adentrarse hasta lo más profundo de ese maravilloso ser. — Date la vuelta — pidió, como acostumbrada. Calioppe se incorporó sobre sus codo
Despertaron en medio de besos y suspiros cargados de felicidad. Había sido una noche maravillosa, como ninguna otra. Francisca les llevó el desayuno a la recámara y se mostró feliz al escuchar las pequeñas risas y susurros que provenían del cuarto de baño. Se sonrojó con picardía y decidió no molestarlos, así que dejó la charola en la cama con los alimentos bien surtidos y nutritivos, sobre todo para ella, que estaba gestando al nuevo patroncito, y salió sin hacer ruido. A media mañana, la pareja de reconciliados ya había ingerido lo que se les había subido, al tiempo que compartían miradas indiscretas y besos en medio de cada bocado. Ella estaba sentada a la orilla de la cama, peinando su sedoso cabello, atrapada en el albornoz, cuando el brasileño la rodeó por la cintura y le besó el hombro. — Ya no te puedo tener lejos de mí, lo sabes, ¿verdad? — susurró contra su lóbulo. Calioppe sonrió y ladeó la cabeza para darle un suave beso en los labios. — ¿Vas a secuestrarme? — bromeó
— Ven, acércate, creo que jamás he tenido la oportunidad de presentarte a Magda — le dijo él, ofreciéndole su mano para que se acercara. Calioppe parpadeó, recelosa. — ¿Magda? — preguntó, curiosa. — Sí, es mi yegua — presentó al imponente animal que se dejaba acariciar con naturalidad, como si las manos de ese hombre representaran un lugar seguro para ella. Era una yegua de color café y con mirada profunda. — ¿No me hará nada? — quiso saber, temerosa. — Es indefensa, vamos, tócala — tomó su mano y la depositó sobre el lomo del animal. Ella respondió un tanto nerviosa — No temas, ella presiente. Confiada, sabiendo que él la tenía sujeta de la cintura con gesto protector, y que no consentiría que nada malo le pasara, se armó de valor y deslizó su mano por el suave y brilloso pelaje del animal. — Hola, Magda — la saludó con una adorable sonrisa —. Eres una yegua encantadora, ¿lo sabías? — Ella también opina lo mismo de ti — la aduló el brasileño, besándole el hombro. — ¿Te comun
Para sorpresa de ambos, Alexia se mostró feliz de saberla allí, aunque terriblemente avergonzada por lo que había sucedido la primera vez que se vieron. La recibió con una sonrisa genuina. Cuando le dieron la noticia del embarazo, no pudo creerlo; sin embargo, su corazón saltó de alegría. Su hermano de verdad merecía ser feliz y seguir adelante… aunque ella quedara atrás, en el pasado, absorbida por los terribles recuerdos y la desdicha — ¿Quieres tocar? — le había preguntado Calioppe, refiriéndose a su vientre. Alexia abrió los ojos, ilusionada. — ¿Podría? — Claro que sí, ven — estiró su mano para que se acercara, pero, por instinto, Alexia se pegó contra la pared. Nicholas se incorporó, tensándose y con todas las alarmas encendidas. — No creo que sea una buena idea — dijo. — Nick tiene razón — suspiró la mujer, triste y avergonzada. Calioppe torció el gesto, aferrada fielmente a la idea de que ella no iba a lastimarla, y que solo había sido un movimiento automático de tantos
Enterró el rostro entre sus manos. Pensativo. Rabioso. Sabía que no había forma de evitarle el sufrimiento, uno tan grande como descubrir la terrible historia que se escondía detrás de la muerte de sus padres. Gruñó una maldición. Se recargó contra la espalda de la silla y miró a la nada. Se había servido hace poco un vaso de whisky, así que bebió un trago largo hasta sentir que se le quemaba la garganta. Más tarde, echó un vistazo al reloj. Eran casi las diez. Dos horas desde que el investigador se había marchado, dejándolo con aquella enorme responsabilidad sobre sus hombros. Salió del despacho con destino a la recámara, pero se detuvo al escuchar voces y risas en el interior de la cocina, así que se asomó. Era ella. Estaba horneando junto a Kika, y lo que sea que fuera, olía delicioso. Se recargó contra el marco de la entrada, los brazos cruzados y la mirada clavada en ese ángel celestial que había llegado a su vida para salvarlo. ¿Cómo carajos haría para salvarla él a ella? S