Ay, estos tortolos, me encantan. NO OLVIDEN COMENTAR, RESEÑAR Y DAR LIKE, y por favor a los nuevos lectores: yo no escribo los domingos, sean buenos. ¡Nos leemos el lunes!
Las caricias. Los besos. Los gemidos entrecortados. La avalancha de emociones que estaban experimentando en ese momento… en ese nuevo comienzo, era sin duda algo extraordinario. Nicholas había adornado a Calioppe con palabras dulces, tiernas, y a su vez, excitantes. Gemía. Gemía contra su hombro mientras él le susurraba contra el lóbulo de la oreja lo preciosa que era, y lo mucho que había echado de menos tener su cuerpo bajo el suyo, tan dispuesto, tan entregado… tan perfecto. Él se incorporó a los pies de la cama. La luz de la luna se había colado traviesa por la ventana, junto a una pequeña ráfaga de viento; propia de finales de esa temporada. La observó durante un largo rato. Quería atesorar un poco más la imagen que tenía de ella en ese instante. Pasó un trago, fascinado, hambriento de ese cuerpo desnudo. Necesitaba poseerlo, necesitaba adentrarse hasta lo más profundo de ese maravilloso ser. — Date la vuelta — pidió, como acostumbrada. Calioppe se incorporó sobre sus codo
Despertaron en medio de besos y suspiros cargados de felicidad. Había sido una noche maravillosa, como ninguna otra. Francisca les llevó el desayuno a la recámara y se mostró feliz al escuchar las pequeñas risas y susurros que provenían del cuarto de baño. Se sonrojó con picardía y decidió no molestarlos, así que dejó la charola en la cama con los alimentos bien surtidos y nutritivos, sobre todo para ella, que estaba gestando al nuevo patroncito, y salió sin hacer ruido. A media mañana, la pareja de reconciliados ya había ingerido lo que se les había subido, al tiempo que compartían miradas indiscretas y besos en medio de cada bocado. Ella estaba sentada a la orilla de la cama, peinando su sedoso cabello, atrapada en el albornoz, cuando el brasileño la rodeó por la cintura y le besó el hombro. — Ya no te puedo tener lejos de mí, lo sabes, ¿verdad? — susurró contra su lóbulo. Calioppe sonrió y ladeó la cabeza para darle un suave beso en los labios. — ¿Vas a secuestrarme? — bromeó
— Ven, acércate, creo que jamás he tenido la oportunidad de presentarte a Magda — le dijo él, ofreciéndole su mano para que se acercara. Calioppe parpadeó, recelosa. — ¿Magda? — preguntó, curiosa. — Sí, es mi yegua — presentó al imponente animal que se dejaba acariciar con naturalidad, como si las manos de ese hombre representaran un lugar seguro para ella. Era una yegua de color café y con mirada profunda. — ¿No me hará nada? — quiso saber, temerosa. — Es indefensa, vamos, tócala — tomó su mano y la depositó sobre el lomo del animal. Ella respondió un tanto nerviosa — No temas, ella presiente. Confiada, sabiendo que él la tenía sujeta de la cintura con gesto protector, y que no consentiría que nada malo le pasara, se armó de valor y deslizó su mano por el suave y brilloso pelaje del animal. — Hola, Magda — la saludó con una adorable sonrisa —. Eres una yegua encantadora, ¿lo sabías? — Ella también opina lo mismo de ti — la aduló el brasileño, besándole el hombro. — ¿Te comun
Para sorpresa de ambos, Alexia se mostró feliz de saberla allí, aunque terriblemente avergonzada por lo que había sucedido la primera vez que se vieron. La recibió con una sonrisa genuina. Cuando le dieron la noticia del embarazo, no pudo creerlo; sin embargo, su corazón saltó de alegría. Su hermano de verdad merecía ser feliz y seguir adelante… aunque ella quedara atrás, en el pasado, absorbida por los terribles recuerdos y la desdicha — ¿Quieres tocar? — le había preguntado Calioppe, refiriéndose a su vientre. Alexia abrió los ojos, ilusionada. — ¿Podría? — Claro que sí, ven — estiró su mano para que se acercara, pero, por instinto, Alexia se pegó contra la pared. Nicholas se incorporó, tensándose y con todas las alarmas encendidas. — No creo que sea una buena idea — dijo. — Nick tiene razón — suspiró la mujer, triste y avergonzada. Calioppe torció el gesto, aferrada fielmente a la idea de que ella no iba a lastimarla, y que solo había sido un movimiento automático de tantos
Enterró el rostro entre sus manos. Pensativo. Rabioso. Sabía que no había forma de evitarle el sufrimiento, uno tan grande como descubrir la terrible historia que se escondía detrás de la muerte de sus padres. Gruñó una maldición. Se recargó contra la espalda de la silla y miró a la nada. Se había servido hace poco un vaso de whisky, así que bebió un trago largo hasta sentir que se le quemaba la garganta. Más tarde, echó un vistazo al reloj. Eran casi las diez. Dos horas desde que el investigador se había marchado, dejándolo con aquella enorme responsabilidad sobre sus hombros. Salió del despacho con destino a la recámara, pero se detuvo al escuchar voces y risas en el interior de la cocina, así que se asomó. Era ella. Estaba horneando junto a Kika, y lo que sea que fuera, olía delicioso. Se recargó contra el marco de la entrada, los brazos cruzados y la mirada clavada en ese ángel celestial que había llegado a su vida para salvarlo. ¿Cómo carajos haría para salvarla él a ella? S
Calioppe estaba abrazada a sí misma, con la mirada clavada en un punto fijo. Ella no daba crédito a todo lo que había escuchado. Tiara era un ser que sobrepasaba todos los límites morales que cualquier persona pudiera tener. Cuando escuchó a detalle y miró con sus propios ojos las pruebas que el investigador había conseguido recaudar, sintió una repulsión tremenda. Odio hacia esa mujer, a todo lo que le había hecho, a ella y a personas inocentes. — Calioppe, Nick — dijo el abogado, mirándolos a cada uno respectivamente. Ella alzó la vista, regresando a la realidad —… un proceso legal como este es muy probable que sea noticia en todo Brasil. El apellido Da Silva ostenta de mucho peso en el país y no habrá forma de que podamos evadir a los medios. Nick suspiró. Lo último que quería era eso. — Podría ser un juicio a puerta cerrada. — Sí, pero entonces la gente especulará y la prensa tergiversará el escenario — suspiró el hombre, escondiendo las manos en los bolsillos de su pantalón —
— Tranquila, tranquila, estoy aquí — musitó contra su frente, besándola y acariciándole la frente, queriendo convertir su dolor en suyo. Más tarde, llegó Horacio. Él lo puso al tanto de lo que estaba ocurriendo. Calioppe se quedó completamente ajena en el sofá, mirando a la nada, con lágrimas silenciosas rodando por sus mejillas sonrojadas. El doctor la examinó, comprendiendo que se trataba de un ataque de nervios, así que le sugirió mantenerla serena y evitarle las emociones fuertes, sobre todo en su estado de embarazo. Le recetó un medicamento natural que en seguida Kika se movió a buscar. — Muchas gracias por venir, Horacio. — No hay de qué, lo sabes, mantenme informado si necesitas algo. — Así será. Despidió al doctor en la puerta del despacho. El abogado y el investigador ya se habían marchado, pues por el momento, era mejor dejar toda aquella situación a un lado. Ya luego se comunicarían, pero tendría que ser pronto antes de que se les fuera de las manos. El brasileño se a
Los tres tomaron asiento en aquel salón. Thiago miró a su hermana, esperando por una explicación a aquella aberrante e imposible acusación. Conocía a Tiara, ya desde hace varios años, y la amaba, era la madre de su futuro hijo y le había demostrado que podía confiar en ella. Era una locura pensar pudiera hacer una cosa así de siniestra. ¡Ni que fuese un monstruo, carajo! — ¿Y bien? — espetó, ansioso, inquieto. Los miró a los dos. — ¿Recuerdas como conociste a Tiara? — preguntó Calioppe, todavía aferrada a la mano de su hombre. Él asintió, por supuesto que lo recordaba. — Trabajaba para mí. — No, trabajaba preparando café en la empresa. — Sí, pero después terminó siendo mi asistente cuando Gloria tuvo aquel accidente y lamentablemente… falleció. Calioppe suspiró. — No fue un accidente, Thiago — expresó con calma —. Tampoco hubo ningún paro cardiaco. Él arrugó la frente. — ¿De qué estás hablando? Por supuesto que lo fue, los médicos lo dijeron. — Los sobornaron. Tiara los s