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Capítulo 3: Acuerdo

Iba caminando en dirección a mi habitación y escuché unos gritos.Me acerque disimuladamente para escuchar de qué se trataba.

-¡Me lo prometió! ¿Por qué permitió esto?. Se escuchó decir a una mujer, mientras parecía arrojar cosas muy molesta.

-¡Quiero que te encargues de ella! No permitiré que me falte el respeto con una gorda ridícula.

Al escuchar esto, me alarmé… No es que me considere gorda ni ridícula, simplemente que mis músculos confunde a muchos.

Ingresé a mi habitación y luego le puse seguro. Sé que las amantes de mi prometido me rodean por doquier, y en este momento mi vida se encuentran en peligro.

………..

-¡No puedo creerlo!... ¿Esto es una m*****a broma? Rezongaba el príncipe Alexander en su habitación.

-Estoy seguro que están haciendo esto para fastidiarme. Hasta donde tenía entendido la reina Stephany jamás había dado a luz a un hijo, de dónde salió Isabella.

-¡Es cierto Príncipe! Pero estoy seguro que ella es hija del rey Enrique. Tiene los ojos verdes de su padre y hasta el mismo color de cabello rojizo, no creo que sea coincidencia.

-Olvidaste el tamaño de esa mujer, ¿La viste?

-Sí, pero eso no es un problema ¿Verdad? Usted no quiere perder su libertades… respondió su amigo.

-¡Tu comentario no me ayuda Francisco!.

-Cuando se entere Rose intentará asesinarte. Comento Francisco, luego comenzó a reírse.

-¡Diablos! No habrá forma de calmar a esa mujer.

Aunque… dijo el príncipe acariciando su barbilla.- Podría hacerme un gran favor. Pensó en voz alta.

-No entiendo a se refiere príncipe, solo espero que no lo perjudique. Respondió preocupado su amigo.

-De hecho… esto es algo muy bueno. Respondió Alexander con una sonrisa en su rostro.

Francisco lo quedó observando tratando de descifrar lo que tenía en mente.

-Tranquilo querido amigo… me casare con Isabella, no puedo desobedecer a mi Rey.

-Bueno… no se qué es lo que tiene en mente, pero recuerde que si le llega a pasar algo a la princesa, el rey Robert hará que desate el infierno.

-El y cuántos más, respondió el príncipe, luego comenzó a reírse insinuando que solo bromeaba.

Alexander salió de su habitación y marchó a ver a una de sus favoritas. Ingresó a su habitación y ahí se encontró con una mujer esperándolo. Sabía que ella siempre estaba disponible para él, y sin duda con ella lograba satisfacer sus deseos. La tomó del brazo y empezó a besarla apasionadamente, con urgencia por apagar las llamas que tenía en su interior.

El se perdió en los besos de aquella mujer de curvas perfectas. La colocó encima del escritorio, beso cada rincón de su cuerpo desnudo desaforadamente, Rose se entregó por completo a sus caricias, luego él ingresó en ella y empezó a moverse con fuerza, sus gemidos hacían ecos en todo el castillo, los dos se entregaron por completo, haciendo que en aquel último y leve movimiento de sus cuerpos llegaran a su clímax.

Sabía que con Rose podía desatar su lado animal sin que ella opusiera resistencia e incluso lo disfrutaba.

-¡No vas a dejarme por esa gorda! Rezongó Rose.

-¿Estás celosa? Preguntó el príncipe con una sonrisa.

-Sabes que no puedo oponerme a las decisiones de mi padre… dijo antes de marcharse.Rose quedó detrás de la puerta pensando.

-¡Tú, mi amor no puedes hacer nada… pero yo sí! Dijo en voz alta con una sonrisa siniestra.

El príncipe salió satisfecho de la habitación de una de sus amantes, sabía que Rose era capaz de cualquier cosa. perdido en sus pensamientos caminaba en dirección de su habitación.

Luego vió a alguien bajando las escaleras y eso lo asustó.

-Princesa Isabella... ¿qué hace por aquí tan tarde?

-Quise ir a la cocina a buscar algo para comer, y me perdí... respondió ella un poco avergonzada.

-Ven, déjame acompañarte, respondió el extendiendo su mano.

Ella lo observó con atención, desconfiando de sus intenciones, lo primero que se le vino a la mente fue su cuerpo rodando por las escaleras.

Isabella aceleró el paso y aunque agradeció por el detalle continuo su camino...

-No te ví en la cena, imagino que estabas muy cansada, comentó Alexander acercándose a ella, algo que la hizo ponerse en alerta... pensó por un momento y se dio cuenta que no siempre podría escapar, y ella solo quería vivir.

-Alexander, déjame decirte que yo no elegí este compromiso... sé que no soy lo que esperas, yo tampoco estoy contenta por qué sea de este modo.... pero lamentablemente no nos tocó elegir.

El príncipe se quedó unos segundo en silencio... -¿Qué es lo que tratas de decirme con eso, Preguntó asombrado al ver su reacción tan repentina.

-A pesar de que estemos obligados a casarnos, yo no espero nada de tí, no estás obligado a quererme ni aceptarme en tu vida. Puedes hacer tu vida como si yo no existiera, lo entiendo y no me molesta, respondió con franqueza.

El príncipe la miró a los ojos, y con una mano tocó su hombro y agradeció sus palabras.

-¡En verdad lo siento tanto!. No podemos forzar pero debes saber que no tengo ningún interés en una relación amorosa, no es lo que busco, me alegra que lo hayas dicho.

-¡Con eso quiero pedirte que no intente deshacerte de mí! ¡No seré una carga para tí, sé defenderme! he estado entrenado artes marciales. ¡Te aviso por si las dudas!

El príncipe comenzó a reírse sin poder contenerse... -Me alegra que sepas defenderte, pero aquí tienes muchos guardias a tu disposición no es necesario.

-Si, estoy segura... pero los veo muy debilucho al igual que a tí... eres muy delgadito.

El príncipe se reía por sus ocurrencias, ella ingresó a la cocina y lo invito a pasar, pero el se negó.

- No veremos mañana Isabella... fue una gran charla, tendré en cuenta esto que me dices.

-¡Por supuesto! yo también te tomo la palabra...

El príncipe marchó hacía su recámara asombrado por la respuesta de la princesa Isabella, se preguntaba si era capaz de leer la mente... el plan que tenía en mente ya no sería necesario, si cumple con sus palabras, pero Rose, pensó, sabia que ella era capaz de cualquier cosa.

Rose debería ser muy cuidadosa, de lo contrario, se podría desatar un infierno. El rey Robert prendería fuego el reino entero... no tenía dudas de eso.

Ese pensamiento lo alarmó, su amigo Francisco tenía razón, aún era muy pronto para hacer algo.

Se dirigió para poder advertirle, que desistiera de cualquier plan. Luego se marchó.

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