Cuando desperté iba en la ambulancia, Gabriel me acompañaba y tenía tomada mi mano. Parecía un deja vu, pero más doloroso.
―¿Cómo te sientes? ―me preguntó con suavidad.
―Mejor, al menos ya no me duele todo, solo casi.
―Eso es bueno, te pusieron un calmante.
―Lo siento.
―¿Qué sientes?
―Si no hubiera...
―Sht, no sabías. Agradezco haber mandado a ponerle amortiguadores mientras estuvimos en Chile ―me dijo y con su mano libre acarició mi mejilla.
―Yo también lo agradezco, entonces.
Cerré los ojos y apreté su mano.
―Descansa.
―Gracias por estar aquí ―susurré y me dormí.
Volví a despertar, ya estaba en una camilla en el hospital. Tenía yeso en el brazo derecho, en mi pierna izquierda, un vendaje en mi torso y varios parches, incluso en mi ca
Al día siguiente, después del mediodía, me dieron el alta. Gabriel se había levantado temprano, se había dado una ducha y se fue a tomar desayuno, no quería dejarme sola, pero le aseguré que estaría bien. Así y todo, llegó con una taza de café y un sándwich poco después; no quería dejarme sola. David apareció a eso de las once. Me llevó ropa y algunos artículos de aseo que me había mandado Rose. Se acercó a mi cama y acarició mi mejilla con suavidad, me dio la impresión de que esa era la única zona "tocable", porque era el mismo lugar que me acariciaba Gabriel. ―Perdóname, Ángela, de haber sabido que el ascensor estaba malo... ―Ya me pediste perdón un montón de veces ―le contesté. ―Es que te pudiste haber matado y yo no... ―Pero no pasó. ―Menos mal que te tiraste al suelo, de otra forma, otra sería la historia. Gabriel estaba en molesto silencio. ―Y el amortiguador, antes no tenía ―replicó. ―Sí, t
Capítulo 9 Mi padre recibió una llamada y salió de la habitación, David se excusó con ir a ver algo y Gabriel quedó conmigo. ―Ya lo sabes, darling ―me dijo cuando quedamos solos―, cuando quieras algo, solo debes pedirlo. ―No quería molestar. ―¿Cuándo entenderás que no es molestia para nosotros cuidarte? ―Gabriel, ambos sabemos que para ti soy una aparecida y no soy de tu agrado. Una leve sonrisa burlona apareció en sus labios. ―Una cosa no quita la otra. Yo me entristecí, me estaba dando la razón; él se puso serio. ―No eres una aparecida, Ángela, eres la hija de Ángelo, y eso de que no me agradas... ―No te agrado, se te nota. ―Así de expresivo me ves. ―Conmigo lo eres. Volvió a esbozar una sonrisa. ―Estás en nuestra casa, tenemos el deber de cuidarte. ―Como deber. ―¿Esperas algo más? ―No, en realidad, no merezco otra cosa. ―Nadie habló de me
Me levantó la cara con su dedo índice, su expresión era de preocupación.―¿Qué pasó?―Mi cara...―No te avergüences.―Es que parezco un monstruo.―Hey, jamás vuelvas a decir algo así, darling.―¿No te da asco verme?―¿Asco? ¡Jamás! Por favor, no digas eso. ¿Quieres saber qué es darling?―Sí.―Darling es querida, es una expresión de cariño.Yo volví a bajar la cara.―¿Te molesta?―No.―Me alegra, no querría llamarte de otra forma.―Pensé que me odiabas.―No, eso nunca y te lo dije, te dije que si me hubieras desagradado yo no habría sido duro contigo.―¿Y eso por qué?―¿No te has dado cuenta?Yo negué con la cabeza. Él no dijo nada, solo se acerc&oac
Las noticias llegaron a las doce y media de la noche,―Gabriel, ¿qué pasó? ―Fue mi saludo.―Está estable, está bien.―¿Qué pasó?―Fue un pequeño choque, el otro automóvil se echó a la fuga, pero ya lo identificaron con las cámaras de seguridad.―¿Fue accidental?―No lo sé ―respondió vacilante.―Pero ¿está bien? ¿Seguro?―Sí, sí, está fuera de peligro, lo que más le afectó fue el susto, quedó muy conmocionado, lo dejarán esta noche para vigilarlo y mañana podrá irse de alta.―¿Está despierto?―Sí, está despierto y consciente.―Dale mis saludos.―Claro, en tu nombre. ¿Estás acostada?―Sí, obligada por Marta, pero estaba esperando tu llamada.
David me miró con sorpresa.―¿No quieres hablar con Gabriel?―Si él no quiere hablar conmigo, no tengo por qué hablar con él. Quiero que mi conversación sea algo neutral, si él va a ser así de celoso e inseguro, yo no tengo nada más que hablar con él.―¿Lo vas a dejar antes de haber empezado con él?―Sí, lo que menos necesito ahora es un hombre que desconfíe de mí.―No creo que desconfíe de ti.―Desconfía, si no, ¿por qué no querría que hable con mi amigo?―Tal vez desconfía de él ―lo excusó.―No, esa es solo una excusa de los hombres celosos.David bajó la cabeza.―No sé qué decirte.―¿Te lo dije? ―Me encogí de hombros.―No. Mi hermano está enamorado de ti, yo creí que ya no se v
Blanca me ayudó a levantarme. Ya estaba mucho mejor, aun así, continuaba con los cuidados. De todas formas, seguía sin poder usar mi brazo derecho y en mi pie usaba una bota ortopédica.Salí a la sala, donde se escuchaban voces. Allí estaban reunidos mi papá, mis hermanos y José, el que corrió a abrazarme. Sin querer, lloré en sus brazos, me sentía tan sola.―¿Qué pasa, princesita? No llores así ―me rogó.―Lo siento, perdón.Acunó mi rostro con sus manos.―Sht, todo está bien, ¿verdad?―Sí, te extrañé.―Yo también te eché mucho de menos, princesita, la Letty te mandó saludos.―¿Cómo está ella?―Muy bien, trabajando.―¿No se enojó porque vendrías?―¿Y por qué se iba a
A la hora de almuerzo volvió mi frustración, comer con la mano izquierda no era fácil y, aunque ya estaba más acostumbrada, todavía me costaba. Comí en silencio para no enojarme ni hacer una escenita.Ellos hablaban, pero yo no los escuchaba. Estaba concentrada en no derramar mi comida, además, tenía sueño y sentía el pie adolorido. Quería acostarme y descansar.De pronto, sentí la mano de Gabriel sobre la mía.―Darling, te estás durmiendo.Yo lo miré confundida, él me regaló una sonrisa.―Vamos, te llevaré a tu habitación.Apartó mi silla y me tomó en sus brazos.―Vuelvo enseguida ―le dijo a los demás.Yo me apoyé en su hombro. Olía tan bien, que gemí.―¿Te duele algo?―No ―respondí con sinceridad―. Es tu olor.
Se me llenaron los ojos de lágrimas al recordar a la única amiga que tuve, Marcela, ella tuvo un accidente y quedó muy mal, murió quince días después. Yo no me despegué de su lado en todos esos días. Ahí conocí mejor a José, que desde entonces me trató como a su hermanita. Él tenía diecinueve años. Desde que Marcela falleció, él nunca me dejó sola, siempre estuvo pendiente de mí.Sentir la mano de Gabriel en la mía, me volvió a la realidad.―¿Estás bien? ―me preguntó con preocupación.―Sí, sí,Él pasó una mano por mi mejilla, no me había dado cuenta de que estaba llorando.―Perdón. ―Atiné a decir.―¿Por qué pides perdón por llorar? No hay nada de malo en ello. Ven.Me hizo levanta