David me miró con sorpresa.
―¿No quieres hablar con Gabriel?
―Si él no quiere hablar conmigo, no tengo por qué hablar con él. Quiero que mi conversación sea algo neutral, si él va a ser así de celoso e inseguro, yo no tengo nada más que hablar con él.
―¿Lo vas a dejar antes de haber empezado con él?
―Sí, lo que menos necesito ahora es un hombre que desconfíe de mí.
―No creo que desconfíe de ti.
―Desconfía, si no, ¿por qué no querría que hable con mi amigo?
―Tal vez desconfía de él ―lo excusó.
―No, esa es solo una excusa de los hombres celosos.
David bajó la cabeza.
―No sé qué decirte.
―¿Te lo dije? ―Me encogí de hombros.
―No. Mi hermano está enamorado de ti, yo creí que ya no se v
Blanca me ayudó a levantarme. Ya estaba mucho mejor, aun así, continuaba con los cuidados. De todas formas, seguía sin poder usar mi brazo derecho y en mi pie usaba una bota ortopédica.Salí a la sala, donde se escuchaban voces. Allí estaban reunidos mi papá, mis hermanos y José, el que corrió a abrazarme. Sin querer, lloré en sus brazos, me sentía tan sola.―¿Qué pasa, princesita? No llores así ―me rogó.―Lo siento, perdón.Acunó mi rostro con sus manos.―Sht, todo está bien, ¿verdad?―Sí, te extrañé.―Yo también te eché mucho de menos, princesita, la Letty te mandó saludos.―¿Cómo está ella?―Muy bien, trabajando.―¿No se enojó porque vendrías?―¿Y por qué se iba a
A la hora de almuerzo volvió mi frustración, comer con la mano izquierda no era fácil y, aunque ya estaba más acostumbrada, todavía me costaba. Comí en silencio para no enojarme ni hacer una escenita.Ellos hablaban, pero yo no los escuchaba. Estaba concentrada en no derramar mi comida, además, tenía sueño y sentía el pie adolorido. Quería acostarme y descansar.De pronto, sentí la mano de Gabriel sobre la mía.―Darling, te estás durmiendo.Yo lo miré confundida, él me regaló una sonrisa.―Vamos, te llevaré a tu habitación.Apartó mi silla y me tomó en sus brazos.―Vuelvo enseguida ―le dijo a los demás.Yo me apoyé en su hombro. Olía tan bien, que gemí.―¿Te duele algo?―No ―respondí con sinceridad―. Es tu olor.
Se me llenaron los ojos de lágrimas al recordar a la única amiga que tuve, Marcela, ella tuvo un accidente y quedó muy mal, murió quince días después. Yo no me despegué de su lado en todos esos días. Ahí conocí mejor a José, que desde entonces me trató como a su hermanita. Él tenía diecinueve años. Desde que Marcela falleció, él nunca me dejó sola, siempre estuvo pendiente de mí.Sentir la mano de Gabriel en la mía, me volvió a la realidad.―¿Estás bien? ―me preguntó con preocupación.―Sí, sí,Él pasó una mano por mi mejilla, no me había dado cuenta de que estaba llorando.―Perdón. ―Atiné a decir.―¿Por qué pides perdón por llorar? No hay nada de malo en ello. Ven.Me hizo levanta
Al abrir los ojos, lo primero que vi fue a Blanca leyendo un libro, estaba concentradísima y no quise molestarla. Cerré los ojos y me quedé haciendo nada.Ese día era especialmente difícil para mí, hacía un mes que mi mamá había muerto, no quería abstraerme en eso.Pensé en Gabriel, era un hombre que revolucionaba mis hormonas con su forma de ser, era el soñado tipo guapo protagonista de la mayoría de las novelas de romance. En David, tan parecido con su hermano y tan diferente. Físicamente eran casi idénticos, pero en su carácter eran muy diferentes. Mientras que Gabriel era frío, distante y serio; David era amistoso, risueño, abierto.Para ser franca conmigo misma, yo había alejado a David, él tenía razón; cuando se fue Gabriel a Chile, me enojé mucho y él pagó los platos ro
Aquella noche, pese a la pastilla, no dormí casi nada. Le daba vueltas a todo, recordaba frases, gestos que me pudieran dar una pista de lo que en realidad sucedía en esa casa. A José no le diría nada pues había congeniado demasiado bien con Gabriel y si le mencionaba algo, de seguro pensaría que estaba loca, aunque yo misma pensaba lo mismo a ratos.Me dormí de madrugada y desperté a eso de las nueve de la mañana. De milagro, me encontraba sola por primera vez en mucho tiempo. Maravillosa sensación. Blanca no estaba en el baño, pues la puerta estaba abierta.Respiré hondo, me estiré lo más que pude en la cama y sonreí. ¡Qué bien se sentía que no me estuvieran mirando! Me levanté, me coloqué la bota y me fui al baño. Me miré en el espejo, ya casi no tenía rastros del golpe, solos unas pequeñ
Después de un rato de silencio, se acercó a mí y me besó, muy dulce al principio y poco a poco fue subiendo de tono a uno más ardiente. Bajó su mano de mis hombros a mis brazos hasta mis muñecas, luego de vuelta. Tras varios movimientos así, una de sus manos tocó uno de mis pechos y lo apretó mientras intensificaba el beso.―Te deseo tanto, darling, tanto, me tienes loco, creo que ya no puedo seguir apartado de ti. Te amo y quiero ser tuyo en todo lo que soy ―dijo en mis labios mientras sus caricias cubrían casi todo mi cuerpo.Cuando quiso tocar mi entrepierna, lo aparté con brusquedad.―Perdón, perdón, no puedo.Un flash de recuerdos de lo que me hizo Mario me hizo volver a la realidad, estábamos en la misma posición y cuando llegó a mi zona íntima me dijo que ya no había vuelta atrás y de ahí e
Después de un rato de silencio, me apartó para mirarme.―¿Se puede saber qué hacías con el cuaderno?―Parte de mi locura.Me miró confundido.―¿A qué te refieres?―Es que… Intentaba anotar los nombres de los que estaban en Santiago y aquí para encontrar a mi enemigo.―Y Gabriel y yo encabezamos la lista.―No, solo sé sus nombres.―Y papá.―Sí, iba a anotar su nombre cuando llegaste.―¿Quieres que te dé los nombres de la comitiva que nos acompañó? Aunque dudo que te sirvan de algo, a la mayoría no los conoces y todos son de confianza, son los guardaespaldas de papá.―¿Quién me drogó entonces?―¿No que estaba Gabriel en eso?―Al parecer se le olvidó.―Él no es de olvidar cosas. ―Frunció el entrec
Marta me esperaba en mi cuarto, Alec me acompañó, allí había dos compañeros suyos, hablaron algo en inglés. Alec se despidió de mí y se fue, los otros quedaron allí.―¿Qué dijeron? ―le pregunté a Marta.―Alec le dijo a Steve que no se movieran de afuera de la habitación, que cada hora vendría alguien para saber si había algún problema, si necesitaban ayuda o suplencia para ir al baño o comer, que siempre debía haber dos guardias afuera. Están todos muy preocupados por usted.―Ah. Bueno, ahora estaremos más protegidas.El modo en el que sonrió mi enfermera me hizo darme cuenta.―Tú también eres guardaespaldas ―afirmé sorprendida.―Sí.―¿Y Gabriel te contrató para cuidarme?―El señor Ángelo lo hizo. Me contactaron a