Confesiones

Mientras Brooke continúa con aquel juego peligroso de querer envolver a Esteban y vencerlo, la situación de Massimo y Sol es un poco menos volátil. La chica de rizos rubios sabía cuál era su posición en la vida de Massimo, ser su asistente y darle lo que Brooke no podía, amor.

—Sol ¿puede venir a mi oficina? —le habló desde el intercomunicador.

En breves segundos, ella estaba frente a él, esperando sus órdenes.

—Dime Massimo ¿Qué se te ofrece? —él la observó de pie a cabeza, si ella supiese lo que se le ofrecía en ese instante, pensaría que era un depravado.

—Recuerdas el informe qué me trajiste, quiero revisarlo.

—Lo siento, puedo enviarlo por correo, el día que estuvimos de viaje, Brooke me pidió que al día siguiente se lo llevara a su oficina.

—No, no te preocupes, si ella ya lo revisó no hay problema.

Sol sonrió para sus adentros, aquella era la excusa más tonta que escuchó antes.

—¿Es todo? ¿Puedo retirarme? —preguntó ella.

—No, aguarda. Creo que debemos conversar ¿no?
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