La noche era tranquila. Sólo se oían los búhos y los zorros merodeando en la oscuridad.
Comenzó a retorcerse de dolor en el suelo. El dolor de sus huesos era insoportable. Las pociones no alcanzaban para apaciguar los espasmos que estaba teniendo, y, además, tenía nauseas del embarazo.
Comenzó a sudar profusamente y sintió que el aire no entraba por sus pulmones. El calor que sentía era insoportable y se quitó el vestido para sólo vestir la enagua. Buscó el aire de la noche y abrió la puerta de la cabaña, para salir y desplomarse sobre un colchón de hojas de los árboles, desmayándose.
Gwyneviere había estado reflexionando en buscar un contra hechizo para lo que le había hecho Nimh, pero la siguiente transformación tomó menos tiempo y menos dolor que la noche anterior y comenzó a pensar que quizá la maldición no era algo tan malo después de todo. Se sintió un poco más cómoda en su nuevo cuerpo y se animó a explorar sus habilidades. Sus patas le permitían correr velozmente y se sentía muy fuerte, a pesar de que todavía le dolían los huesos. La noche siguiente el proceso fue aún más rápido y se atrevió a pensar en ir a buscar a Nimh y al Nigromante ella misma, para no arriesgar a nadie
Al día siguiente fue a buscar la carta que el cuervo había dejado en el pueblo. Esperó a estar en la cabaña para leerla. Antes de volver, se hizo de algunas provisiones. Si bien tenía el estómago bastante lleno de cazar de noche, se le antojaba comer cosas horneadas y caseras. Eamon le contaba que en la Ciudadela estaban entrenando a todos los jóvenes para luchar, porque esperaban el regreso del Nigromante, y luego de que su reino lo hiciera, otros los habían tomado de ejemplo. Le pedía que regresara, que cualquiera hubiera sido la razón por la que se había marchado, él y Meredith podían apoyarla y ayudarla a salir adelante, y la recibirían con los brazos abiertos. Nimrodel la condujo hacia una puerta al fondo de la cabaña. Cuando la abrió reveló un oasis repleto de árboles frutales en medio de la cueva. Gwyneviere quedó deslumbrada con lo que estaba viendo. - ¿Esto es real? -preguntó, sin poder creer lo que sus ojos veían. - Podría serlo si así lo deseas. Hay cosas que son reales solo en nuestra mente. Dime, Gwyneviere -dijo Nimrodel, haciendo un gesto con la mano para indicarle que se sentara en la hierba junto a ella-, ¿cómo ha sido el proceso de ese hechizo que te han lanzado? ¿Cómo te ha afectado? Gwyneviere tomó del brazo a Nimrodel para ayudarla a sentarse en la hierba, y ambas se acomodaron a la sombra de un árbol. - Nimh fue la que me maldijo. La otra protagonista de la profecía. Desde ese día hasta hoy, he sufrido jaquecas y dolores en los huesos y fui cambiando durante la noche, hasta que pude controlar la transformación. Me convirtió en una loba. No se lo he dicho a mis amigas -agregó Gwyneviere.CAPÍTULO 36
La anciana le había enseñado valiosas lecciones sobre magia negra y cómo dominar sus poderes. Nimrodel dominaba ese tipo de magia, pero no la utilizaba, y si la utilizaba, no lo hacía con fines malignos. Gwyneviere salió de allí con información muy valiosa y habiendo entrenado nuevas habilidades. Le había dicho que venía una nueva era, y que sus amigas eran almas puras, que eventualmente podrían sacudirse viejas enseñanzas como ella lo había hecho, si les enseñaba. Quiso pedirle que fuera ella misma quien les enseñara a sus amigas, pero se había excusado diciendo que era muy anciana y cosas por el estilo. A Gwyneviere le había parecido que le quedaban siglos de vida todavía y que en realidad le estaba dando responsabilidades a ella. Había visto mucho potencial en la joven hechicera. - No te preocupes -le había dicho-, podrás con todo. Siempre lo has hecho. Y si algún día necesitas algo, sabes dónde encontrarme. Aunque el camino convencional es un poco largo. Así que…
Estaba descansando en la cabaña y de repente comenzó a sentir como su vientre se ponía duro y las contracciones comenzaban. Eran muy dolorosas y sentía que el bebé venía en camino. Comenzó a pujar y luego de unos minutos de mucho dolor que parecieron eternos pudo ver un charco de sangre y agua en el suelo. El bebé asomó su cabeza y con un empujón más, salió. Era un monstruo. De su boca asomaban dos pares de colmillos y el pelaje cubría algunas partes de su cuerpo, que estaban llenas de sangre. Gwyneviere lo tomaba en sus brazos y cortaba el cordón umbilical. En el suelo yacía la placenta, en un charco carmesí. Su vestido estaba empapado en líquido amniótico y sangre. El bebé comenzaba a llorar, pero su llanto era un quejido agónico, que no podía soportar y lo dejaba en el suelo para poder tapar sus oídos con ambas manos, cerrando fuertemente los ojos. Despertó, jadeando y cubierta de sudor. Miró su vientre. Estaba comenzando a crece
Nimh rodeaba la cintura de Mila con su brazo, estrechándola contra su cuerpo. Cuando se percató de la presencia de Gwyneviere le lanzó un hechizo, que ella bloqueó con su báculo. - Gwyneviere, ¿qué haces aquí? -le dijo, sorprendida. Por lo visto, Mila no le había contado sobre la amiga esperándola en su casa. - Quería darte una sorpresa -respondió ella con sarcasmo, mientras la ira comenzaba a crecer en su interior. - ¿Gwyneviere? Me habías dicho que te llamabas Jade -dijo Mila, claramente ofendida por la mentira. Gwyneviere se encogió de hombros. - Apártate Mila. Esto puede terminar mal -dijo Gwyneviere, lanzando un hechizo a Nimh. Nimh actuó rápidamente. Empujó a Mila hacia un costado, absorbió la magia que Gwyneviere había lanzado y se la echó nuevamente en su dirección. Era un hechizo aturdidor. Gwyneviere no estaba tirando a matar, quería respuestas antes de matar a Nimh, quería la ubicación exacta de Mordred. Luego de obt
Nimh estaba nerviosa. Mordred dijo que lo harían ese mismo día. No dejaba de dar vueltas en su habitación y apretaba sus manos inquietamente. No creía que hubiera otra salida y sabía que Mordred tenía siempre una perspectiva más amplia de las cosas que las demás personas. Mordred golpeó la puerta y entró. - ¿Estás lista? -preguntó. - Eso creo -dijo ella. - Bien, recuéstate. No es necesario que te desvistas. Abre las piernas. Nimh hizo todo lo que le pedía. Mordred fue gentil con ella. Colocó una almohada debajo de sus caderas y se aseguró de que estuviera cómoda. - ¿Te encuentras bien? Ya comenzaremos… - Si… -dijo nerviosa. - De acuerdo. Es tu primera vez. Debes relajarte para que pueda ingresar y no lastimarte. Tu vagina está diseñada para esto, Nimh, puedes hacerlo. - Lo sé, pero no es de mi preferencia. - Vamos, verás que no tardaremos mucho y lo lograrás. Puedes cerrar los ojos si quieres.
Cuando Gwyneviere fue al pueblo, recibió un cuervo de Eamon, que contaba el estado de salud de Meredith. Había empeorado y Eamon creía que le quedaba poco tiempo de vida. Sus articulaciones se estaban endureciendo y en poco tiempo ya no podría moverse más. Hasta ese momento, Gwyneviere no había pensado en ellos como los abuelos de su futuro hijo, porque, de hecho, ni siquiera les había contado que estaba esperando un hijo de Vandrell, pero sintió la necesidad de preservar la vida de Meredith para que su hijo creciera con abuelos en el caso de que le sucediera algo a ella, y tuvo una idea. Creyó que Nimrodel sabría algo de la maldición de Meredith, pero tendría que enfrentar a Eamon. No se tomó el trabajo de contestar la carta de Eamon, sino que viajó hasta la Ciudadela y entró en la tienda del alquimista, lo que ocasionó que él abriera grandes sus ojos y dejara caer su mandíbula. - ¡Gwyn! -exclamó Eamon, asombrado cuando la vio. Rodeó el mostrador, y corrió a