Capítulo 2
Parece que Lucas finalmente lo había recordado. Se quedó en silencio un buen rato, sin dar señales de vida. Justo cuando iba a hablar, Marco le arrebató el celular de las manos.

—Celia, ¿no puedes lo ridícula? ¿Tan celosa estás de Fiona? No sigas armando chismes. Si se retrasa el trabajo, no vas a poder asumir las consecuencias —dijo, y colgó al instante.

Fiona, recostada en los brazos de Lucas, sonrió suavemente, acarició la cabeza de Marco y le advirtió con una voz dulce:

—Ya está, sabes cómo es Celia. Hoy es el día más importante de mi vida, así que tranquilo, disfrútalo.

Con esa simple frase, logró calmar a Marco.

Un grupo de personas, riendo y charlando, se dirigió al salón principal. Mientras el bullicio se desvanecía, yo me quedé allí, sola, en la fría oscuridad de la noche, sintiéndome como un fantasma para todos. Saqué el celular y programé la cirugía.

Luego, sin pensarlo, me fui. No me quedé a preguntar, ni a gritar, ni a armar escándalo. Ya no quería a ese hombre que había intentado conquistarme durante quince años. Ya no.

Al regresar a la ciudad, había amanecido. Reservé un hotel al azar, me duché y, en un estado de aturdimiento, caí por el sueño.

Pero, a la madrugada, el sonido urgente del celular me despertó. El jefe de la estación de televisión, con voz ansiosa y emocionada, me dijo:

—¡Celia, escuché que hubo un terremoto en el castillo donde te encuentras! ¡Ve a conseguir material!

No esperó a que pudiera responder y colgó al instante.

Solo sentí un amargo sarcasmo. Si hubiera sido consciente, habría dejado el impulso de estar allí.

Me levanté, ya sin fuerzas, abrí el celular y vi la nueva publicación de Fiona en su perfil. Solo había una imagen.

En la foto, la mano de Fiona estaba entrelazada a la de Lucas. Ambos lucían los anillos de compromiso en el dedo anular.

Mirando la cicatriz en la mano de Lucas, una ola de tristeza me invadió.

Era la misma herida que se hizo a los 18, cuando me defendió de mi padre, que me intentaba hacer daño con un vidrio roto.

Siempre creí que él me amaba, que realmente yo le importaba.

Pero ahora, me daba cuenta de que todo eso no era más que una ilusión que yo misma maquiné, una fantasía en la que había vivido sin querer verlo.

Mi última miga de cariño por él se apagó por completo.

Abrí la computadora, organicé rápidamente los materiales de la entrevista y contacté a un abogado amigo para que redactara el acuerdo de divorcio.

Al regresar al castillo, todo estaba hecho un desastre.

Guardé mis sentimientos en silencio, y con el corazón a mil, me encargué de contactar a las autoridades para ayudar a las víctimas. No entendía por qué el terremoto había causado tantísimos daños.

Mientras observaba los escombros cerca de la nueva aldea, una sensación extraña y desconcertante comenzó a atravesar mi ser.

Pero antes de que pudiera pensar más, alguien me empujó violentamente por la espalda. Caí al suelo, cayendo entre piedras y escombros. Mis manos y mi rostro quedaron con rasguños, sangrando.

La voz de Marco, cargada de furia, sonó detrás de mí:

—Celia, ¿qué te pasa? ¿Viniste hasta aquí solo para espiar? ¿Estás loca o qué?

No sabía en qué momento Marco había borrado de su mente la tragedia que compartimos, aquella vez que nuestra madre murió a manos de la madre de Fiona.

Ahora, él no era más que un perro faldero de Fiona. ¡Ese ser ya no era mi hermano!

Me levanté en silencio, me quité el polvo de la ropa, y, con la cara impávida

me acerqué y le propicié una bofetada.

Marco giró la cabeza, sorprendido, mirando hacia mí, incapaz de creer que le hubiera devuelto el golpe. Antes de cualquier cosa, lo miré con desprecio y le dije:

—No te hagas ilusiones. Si quieres quedar bien con Fiona y ser su lacayo, a mí no me importa. A partir de ahora, haz de cuenta que nunca tuvimos una vida en común.

Ignoré su mirada llena de ira y me di la vuelta, retomando la entrevista.

No muy lejos, vi a Lucas acercándose, con Fiona en sus brazos, pálida y débil.

Con una expresión de culpa, se dirigió a mí y trató de explicarme:

—Celia, anoche se me olvidó desearte feliz cumpleaños. Cuando termine con este trabajo, volveré para celebrarlo juntos...
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