—¿Está satisfecho ahora?!Se giró con un gran grito ahogado para abrir la puerta del coche, pero no se abría.—¡Abre la puerta!Nathan frunció el ceño y su voz fue mucho más suave, sabía que tenía demasiada prisa.—April... yo…—¡Dije que quiero bajar!Nathan abrió la boca pero finalmente no dijo nada mientras pulsaba el botón, sus ojos anotaban cómo April cerraba la puerta con rabia hasta que su figura desapareció en la noche.April paró un taxi y cuando llegó a casa ya era tarde.Cruzó la sala sin encender las luces y entró a la habitación donde dormían sus hijos.Los vio ahí, entre cobijas y respiraciones suaves.Se acercó sin hacer ruido.Les acarició el cabello, uno por uno.Solo así podía sostenerse. Solo así no se quebraba.Los miró en silencio y, apenas en un susurro, dejó escapar lo único que llevaba quemándole la garganta desde que salió del restaurante:—Al menos yo los tengo a ellos.Hizo una pausa.—En cambio tú, Logan…Acarició la mejilla de Sienna.—Jamás sabrás que son
Margaret bajó del vehículo como un huracán. No tocó dos veces. Cuando se trataba de proteger lo suyo, no había protocolo que la detuviera.Una empleada abrió la puerta.—La señora Megan está en la sala —informó.Margaret cruzó el vestíbulo con paso firme, el bolso en una mano y el ceño más fruncido de lo habitual.Apenas entró, Megan se puso de pie, ya en modo frágil.—¿Cómo que esa inmunda apareció? —fue lo primero que preguntó Margaret—. ¿Cómo lo sabes?—Estuvimos en el mismo restaurante anoche —respondió Megan con voz queda—. Entró del brazo de Nathan Callahan.Margaret se detuvo en seco. Sus pupilas se dilataron.—¿Nathan? ¿Callahan?Megan asintió.—No solo eso. Logan no dejaba de mirarla.Margaret apretó el bolso con fuerza.—Esa arribista… siempre supo moverse. Ahora cazó otro pez gordo.—Y lo peor… —Megan fue hasta la mesa baja, tomó un periódico—. Es que Logan no lo mencionó.Margaret miró la foto de Logan y April. Juntos. En el cóctel con Al-Fayed.—¿Están trabajando juntos?
Logan suavizó el tono de su voz, sus ojos iban de la niña al pequeño, confundido. «¿Son los hijos de April y Nathan?» se cuestionó. Luego se dirigió al niño. —¿Por qué hiciste esto?El niño tragó saliva.—Y…yo… Solo era un experimento. Logan respiró hondo. La rabia seguía ahí, contenida.—¿Qué se supone que tenía esa botella?—Agua… con un polvo blanco —respondió el niño bajito.Logan lo observó con atención.Había algo en su mirada. En los ojos. En la forma de pararse. Demasiado familiar.—¿Cómo te llamas?—Ethan.Antes de que Logan pudiera decir algo más, una voz femenina intervino.—¡Ethan! ¡No dijiste que ibas a hacerle eso al señor!Sienna intervino, ella tenía su cabello recogido en una trenza, su uniforme impecable, los mismos ojos verdes de April. —Mamá se va a enojar. Nos va a castigar a los dos.Logan los miró. Les sonrió apenas.—¿Su mamá se enoja a menudo con ustedes?Sienna mordió su labio.—Más con él —dijo, señalando a su hermano con el dedo—. Porque siempre hace
Margaret Montgomery no esperó a que la anunciaran. Entró como si el mármol bajo sus pies le perteneciera. Paso firme. Perfume caro. Odio frío en la mirada.George Crawford alzó los ojos desde su copa, sin molestarse en disimular el fastidio.—Margaret. Qué honor… o qué problema tienes ahora.—Lo segundo —respondió ella, sentándose sin pedir permiso—. Y esta vez, uno que nos conviene resolver juntos.George se acomodó en su sillón, lentamente.—¿Se trata de Megan?—Sí. Y de April Collins.Ese nombre bastó. George dejó la copa sobre la mesa con un leve clic. Su expresión se endureció.—Continúa.—Está demasiado cerca de Logan. Y ahora también de Nathan Callahan. Están trabajando en el mismo proyecto. Si no la frenamos ahora, tu hija va a sufrir y las consecuencias van a ser fatales.George se inclinó hacia adelante, los dedos entrelazados, la mirada afilada.—¿Y qué propones?—Lo que mejor sabemos hacer —respondió Margaret, sin titubear—. Destruir sin tocar. Vamos a destrozar su reputac
Logan apretó los puños con tanta fuerza que sus nudillos se volvieron blancos. Su respiración se aceleró y sintió el golpe cruel de la realidad.—La dejé sola, Axel. Abandoné a la mujer que amaba y a mis hijos antes de que nacieran. Nunca miré atrás. Nunca pregunté. ¡Nunca me importó saber qué había sido de ella!—No lo sabías, Logan —intentó suavizar Axel, dando un paso hacia él.Pero Logan no lo dejó avanzar.—¡Eso no es excusa! —rugió con furia—. Mi culpa sigue ahí. Fui yo quien firmó esos malditos papeles. Fui yo quien la sacó de mi vida como si fuera una desconocida. ¡Le rompí el corazón, y ni siquiera me importó!Su voz se quebró al final, consumido por la culpa y el arrepentimiento que lo atravesaban.—Ella tuvo que enfrentar sola la llegada de esos niños —continuó, la voz baja, desgarrada—. ¿Te imaginas lo que tuvo que vivir, Axel? ¿Te imaginas su miedo, su soledad, su dolor…?Axel no respondió. ¿Qué podía decir? Logan tenía razón, y nada podría aliviar ese tormento.—Tengo qu
Nathan llegó hasta la puerta del apartamento y tocó suavemente. April abrió enseguida, recibiéndolo con una sonrisa cálida, aunque cansada.—¿Cómo sigue Dylan? —preguntó él inmediatamente, entrando con naturalidad.—Mucho mejor, gracias —respondió April con un suspiro tranquilo—. Se quedó dormido hace un rato, ya no tiene fiebre.Nathan asintió, aliviado, mientras avanzaban hacia la sala. Ethan y Sienna estaban en el sofá, mirando televisión. Los niños alzaron la vista, saludándolo con entusiasmo.—¡Hola, Nathan! —dijo Ethan, sonriendo ampliamente.—Buenas noches, niños —respondió Nathan, acercándose a acariciar suavemente la cabeza de Ethan y luego la de Sienna—. ¿Todo bien en la escuela hoy?Ambos niños se miraron rápidamente, compartiendo una sonrisa cómplice.—Sí, todo perfecto —respondió Sienna rápidamente, evitando la mirada de su madre.April frunció el ceño, pero no dijo nada más. Algo sospechaba, pero ya se ocuparía de eso después.—Bien, niños, es hora de dormir —les recordó
Logan levantó la vista, su mandíbula tensa.—¿Otra vez con eso?—¡Claro que sí, Logan! —explotó ella, su voz temblando de rabia—. Porque siempre haces lo mismo. Tomas decisiones, desapareces, y luego vuelves como si nada hubiera pasado.—¿Y tú qué? —disparó él, acercándose—. ¿Tú no escondes cosas?—¿Qué se supone que escondo?Logan respiró hondo, se contuvo. No podía decirlo. No aún.—Nada. Solo pareces muy hábil para reescribir la historia.April se rió, sarcástica. Había dolor en esa risa. Mucho.—Tienes razón. Yo soy la villana, ¿no? La que fingió no sentir nada cuando la dejaste por otra. La que tenías escondida en un apartamento, a la que llevabas a los eventos como tu asistente personal y no como tu esposa.Logan la miró fijamente.—Eso no fue así.—¿No? —susurró ella, con la voz rota—. Porque así lo recuerdo yo. Te casaste con otra, Logan. Ni una explicación. Ni una mirada atrás. ¿Y ahora vienes a hablarme de lealtad? ¿De transparencia?Él dio un paso al frente.—No te dejé por
April llegó a la empresa como un torbellino, había empujado a Logan y salido de ahí sin mirar atrás, pero la huella de los labios de él sobre los suyos, aún ardían en su boca. Inhaló profundo entró a la oficina y dejó la carpeta sobre el escritorio de Nathan y dio un paso atrás, esperando su reacción.—Aquí tienes el informe del recorrido. Todo está en marcha según lo solicitado.Nathan asintió sin levantar la vista del monitor.—Gracias, justo estaba revisando la propuesta de ajuste en la fachada norte.El celular vibró en el escritorio. Él lo miró. Respondió con naturalidad, sin imaginar nada extraño.—¿Megan? Hola.April, de pie frente a la ventana, no prestaba atención. Hasta que oyó el cambio de tono en la voz de Nathan.—¿Una cena?Pausa.—¿Mañana?Otra pausa.—Sí, claro. Qué detalle. Por supuesto… —Se rio levemente, bajando la voz—. ¿April también? No veo por qué no. Hemos trabajado bastante estos días.Al colgar, Nathan dejó el teléfono sobre el escritorio y miró a April con