Siete meses de embarazo.
Kate se colocó de perfil frente al espejo con una sonrisa radiante. Con una mano acarició amorosamente su gran vientre redondeado, mientras con la otra tomaba una fotografía con su confiable cámara que había pertenecido a su madre, luego a su hermana y ahora le quedó a ella.Estaba en su pequeño departamento ya vestida con su uniforme de trabajo, que consistía en un vestido blanco hasta las rodillas y un gorro con una cruz roja. Aún estaba a tiempo para llegar temprano a su trabajo como enfermera en una pequeña clínica en un sector pobre de la ciudad, así que decidió que se sacaría su fotografía del día en ese momento.Cuando tuvo que juntar lo que quedaba de sus pertenencias una vez encontró un lugar lo suficientemente barato pero decente que podría pagar por unos meses, había hallado un álbum lleno a reventar de imágenes de su infancia y adolescencia junto a su hermana.Creyó buena idea iniciar con fotografiar el progreso de su embarazo, día tras día, y acomodar las imágenes en collages en las páginas. Ya no podía esperar por comenzar a llenar el libro con imágenes de su bebé en cuanto naciera.Casi no podía creer que en solo dos meses su pequeño estaría en sus brazos… En solo dos meses ya no estaría sola. Sí bien ya se sentía acompañada al sentirlo moverse dentro de su vientre, anhelaba desesperadamente poder abrazarlo y besar su linda carita.Se preguntaba ¿cómo sería? Ya había confirmado que sería un niño, y trataba de adivinar sí su cabello sería del color de su padre o el de ella, sí sus ojos serían turquesas como su padre y su hermana o si en cambio tendría ojos grises como ella. O quién sabe, tal vez la genética hiciera de las suyas y le diera cabello color zanahoria como sus tíos. La idea la hizo reír. Por el bien del bebé, esperaba que su cabello no fuera naranja como el de su bobo hermano que hace tanto no veía.Hmm. Todavía no estaba segura de sí quería que se pareciera a su padre o no.Claro que creía firmemente que las características de Ethan eran las más hermosas del mundo, no por nada lo amaba, pero sabía que le dolería muchísimo verlo sí se parecía mucho a él, aunque de todas formas su sola existencia sería un recuerdo constante. Solo le quedaba amarlo sea como sea.Echó un vistazo al reloj y maldijo cuando vio la hora. Otra vez llegaría demasiado justa de tiempo por haberse perdido en sus pensamientos. Debía perder ese mal hábito.Suspiró y tomó su bolso, tambaleándose hacia la salida del departamento sosteniendo su gran vientre con una mano mientras la otra la utilizaba para cosas como abrir y cerrar la puerta, y parar el taxi que la llevaría a su lugar de trabajo.Cuando llegó, sus jefes la recibieron alegremente.—Kate, querida, tan puntual como siempre —la saludó el Dr. Quincy, el dueño de la pequeña clínica donde trabajaba actualmente—. Creo que mereces otro aumento por tu gran competencia. —Kate rodó los ojos mientras sonreía.—Sí me das otro aumento nos quedaremos en quiebra, doctor. —Sabía que el hombre siempre buscaba cualquier excusa para ayudarla, sabiendo el difícil estado en el que ella se encontraba, pero para Kate con que le haya dado un trabajo fue más que suficiente desde el principio.—Kate tiene un punto, querido —habló la esposa del dueño, Mirian—. Sí tanto quieres independizarte de tu padre fundando y sacando adelante tu propio negocio sin su ayuda económica entonces ten más sensatez a la hora de ofrecer dinero extra al personal. —Sacudió su corta cabellera color verde oscuro.—¿De qué personal hablas? Solo somos nosotros tres y las enfermeras del turno tarde y turno noche. —Suspiró el hombre—. El negocio ha estado decayendo desde que el miserable de Ronald instaló otra clínica a pocas calles de aquí —habló con rencor, llamando a su padre por su nombre.—¡Sí cree que saboteando mi negocio correré arrastrándome a pedirle ayuda está muy equivocado! Lo único que se está ganando es que nunca lo dejé conocer a su nieto… —murmuró rencoroso antes de tomar unos papeles e irse a su consultorio.La mujer embarazada de siete meses lo miró con pena hasta que desapareció de la vista, antes de mirar a Mirian, que ahora suspiraba acariciando su vientre aún plano pues apenas tenía dos meses de embarazo.—Pobre Quincy —habló llamando a su esposo por su apellido quién sabe por qué—. Es verdad que no nos está yendo muy bien últimamente, y más con el bebé está muy estresado. Te agradecemos mucho que sigas trabajando aun con tu embarazo tan avanzado, Kate. Pero no olvides que puedes irte a casa en cualquier momento —dijo con una sonrisa preocupada.—Estaré bien. —Sacudió una mano—. ¿Qué lugar más seguro para una embarazada que una clínica? Además, tú también estás embarazada y sigues trabajando, y el doble de lo que yo, aun cuando estás en la etapa más peligrosa. —La miró con reproche—. Creo que la que más estrés le da al Dr. Quincy eres tú con tu terquedad.—Tal vez. —Se encogió de hombros—. Pero esta clínica no funcionara sí no estamos trabajando los dos. No por nada completamos dos doctorados y estamos dispuestos a estudiar más para…—Sí, sí, los dos son muy inteligentes, ya entendí. —Hizo una mueca. Siempre se sentía mal cuando le recordaban sus títulos, porque ella nunca pudo realizar su sueño de convertirse en pediatra—. Su hijo seguro será el médico del siglo en cuanto sea mayor. —Se sentó detrás del mostrador junto a Mirian, dispuesta a descansar un poco del viaje antes de empezar con sus deberes.—Hay una alta probabilidad de aquí sea, pero quién sabe. Lo seguro es que en lo elija será un genio, siendo mi hijo. —Rio arrogantemente, pero luego ajustó sus lentes de sol (Kate nunca entendería porque les gustaba usar lentes oscuros incluso de noche) sobre el puente de su nariz, viéndose pensativa.—Oye… dijiste que tu hija es superdotada y su padre un genio, entonces también hay muchas posibilidades de que este pequeño sea otro genio, ¿verdad? —Posó una mano en su gran vientre y lo acarició con ternura.—Sí, bueno… realmente no lo sé. Mi hija dio señales de ser una prodigio desde bebé, pero se volvió tan inteligente porque su padre estaba siempre con ella enseñándole. Yo no soy un genio así que no sé qué tan bien podría apoyar a mi bebé sí resulta ser otro prodigio como su padre y su hermana —comentó con el rostro cuidadosamente en blanco.A este punto ya había aceptado que sería una madre soltera y que su hijo no conocería al resto de su familia muy posiblemente hasta cuando tenga diez u once años. Kate tenía planeado intentar arreglar su relación con su hija cuando ella cumpliera dieciocho, la espera la mataría, pero no quería renunciar tan fácilmente a su pequeña. Aún la amaba con todo su corazón y ese sentimiento nunca moriría, todo lo contrario, seguiría creciendo.Pensar en su hija trajo lágrimas a sus ojos y un fuerte dolor a sus sienes. Siseó y empezó a masajear su frente, tratando de pensar en cosas buenas como el bebé que ahora se removía en su vientre.—Lo siento, querida —murmuró tristemente Mirian—. No debería haberlo mencionado. Relájate o le harás mal al pequeño. —Le frotó la espalda afectuosamente en un intento de confortarla—. ¿Quieres ir a casa por hoy? Sabes que puedo cubrirte fácilmente —ofreció.—No. —Tomó una profunda respiración y acarició su vientre. El dolor de cabeza seguía ahí, pero iba disminuyendo—. Estoy bien, solo necesito un momento. —Se concentró en sentir a su bebé en su interior, eso siempre la relajaba.—Ya sé qué ayudará —dijo de pronto la mujer de lentes oscuros y cabello verde al verla desanimada—. Espera aquí. Desapareció por un momento, antes de volver con algo que Kate conocía muy bien.—¡Aquí está mi receta perfecta llena de todos los nutrientes que necesita una embarazada y además deliciosa! ¡Una sola copa de mi “Formula Pink” basta para poner a cualquier bebé no-nato feliz y saludable! —Colocó frente a Kate una copa de la Formula Pink.—Amm… creo que pasaré por esta vez, Mirian. —Rio nerviosamente, recordando las advertencias de su jefe de no comer los batidos químicos rosas de su esposa—. Solo quiero un té y estaré bien.—Oh, bien. —Desanimada, se fue por unos minutos y volvió al poco tiempo con una pequeña taza de té para ella—. Entonces supongo que yo comeré esto, mi bebé sí que lo disfrutara.Kate solo esperaba que comer demasiado de la cosa rosa no afectara al bebé del Dr. Quincy o solo significaría más estrés para él de parte de su terca esposa, y la verdad solo le deseaba lo mejor, porque él la había ayudado mucho en su peor momento, siendo un viejo amigo de la familia.Y de verdad necesitaba ayuda ahora, porque sabía que Ethan no estaría allí para ella. Y no solo no tendría a Ethan, sino que por su culpa no podría ver a su hija hasta que fuera mayor de edad, algo que jamás iba a perdonarle.Tendría que acostumbrarse a la idea de cuidar sola a su bebé. Ya pronto lo tendría con ella, e iba a dedicar toda su vida a cuidarlo y hacerlo feliz. No necesitaba a Ethan. Él era el que cometió el terrible error de no creerle, y sabía que algún día se arrepentiría. Si él iba a hacerla esperar diez años para ver a su hija, Kate iba a devolverle el favor al no insistirle para que conociera a su hijo, ya que fue él el que se negó a reconocerlo en primer lugar, y sería él el que pagara las consecuencias de no haberlo aceptado desde el inicio. “Tú te lo pierdes, Ethan Di Castro. Yo lo haré todo sola y verás que estaremos bien sin ti”.Como el matrimonio Quincy estaba teniendo ciertos problemas económicos, Kate al terminar su turno como enfermera tuvo que ponerse otro uniforme, esta vez el uniforme de camarera. Tuvo que conseguirse otro trabajo para poder comprar todo lo necesario para su bebé, aun así, siempre se aseguraba de no esforzarse de más y dormir lo suficiente. —¡Katherine Sadler, hasta que llegas! —A diferencia del otro trabajo, en este la trataban como basura. —¡Ve a la cocina y lava los platos, es lo único que puedes hacer con esa pelota de playa que tienes en el estómago! —Kate odiaba a este trabajo y estos jefes, pero necesitaba el dinero, así que solo asintió y se puso a trabajar. —Querida niña, no deberías estar trabajando con el embarazo tan avanzado —dijo una dulce anciana con preocupación cuando fue a tomar su orden. Tenía siete meses, pero su barriga ya estaba casi a reventar. Si su bebito no se viera tan claro en el ultrasonido habría temido estar embarazada de gemelos. —No se preo
Pasaron los meses, la bebé de sus jefes nació y su bebé Kitt tuvo oficialmente una amiguita para jugar, aunque eso significaba que el matrimonio Quincy estaba más corto de dinero que nunca. Como ahora los Quincy estaban muy ocupados con su hija, que además por culpa de los químicos que comía su madre tenía mechones rosas en el cabello, y Kate no había podido encontrar otro empleo, estaba más desesperada que nunca por ganar dinero, teniendo a su hijo necesitado de medicinas una vez más. —¡¿Qué?! ¡¿Solo doscientos dólares?! ¡Es un celular último modelo perfectamente funcional! —Es lo que le ofrezco, señora. Tómelo o déjelo. Al final, tuvo que aceptar. Salió a la calle con su hijito en sus brazos, que estaba enfermo y no tenía a quién lo cuidara. Tenía demasiados gastos, su bebé necesitaba muchos cuidados, y estaba desesperada. Estaba vendiendo todo lo que le quedara de valor, incluso su celular que había comprado poco antes de dar a luz después de que vendió el anterior e
Para Ethan Di Castro, la vida de soltero había sido difícil. Había tenido varias citas en los últimos meses, solo por un intento de encontrar otra madre para su hija, pero no pudo congeniar con nadie, cosa que quizás tenía que ver con el hecho de que aun no superaba a su ex esposa. Quería superarla, más por el modo tan horrible en el que terminaron, pero… ni siquiera podía deshacerse de la fotografía de su boda que se había llevado antes de marcharse de la casa. Se odiaba a sí mismo por ser tan débil, pero al menos estaba intentando salir adelante, por su hija. —Hija, ¿está todo bien? —preguntó durante la cena al verla desanimada. —No —gruñó arrugando aún más su carita. Él intentó no pensar en lo mucho que se parecía a su madre cuando estaba molesta.—Puedes confiar en mí, Iris. Puedes decirme lo que quieras.—No me escuchaste cuando quise decírtelo… -susurró en voz baja, pero él escuchó.—¿Qué? —T-tú… no me hiciste caso cuando te dije que no me agradaba la bruja… quiero dec
Kate se sentía muy mal consigo misma. Como su hijo había vuelto a enfermarse otra vez por culpa de su inmunodeficiencia, otra vez dependía de los demás para ayudarla a salir adelante, pero lo que más la molestaba era depender de David. Lo odiaba, quería demandarlo, golpearlo, hasta matarlo, pero… para su desgracia, él era el único que le tendió la mano, y necesitaba de su dinero para tratar la enfermedad de su bebé. Ese día su bebé estuvo tan mal que tuvo a sus jefes trabajando en curarlo toda la noche, así que ella tuvo que dedicarse a cuidar a la hija de sus jefes, hasta que la llamaron para decirle que su bebé la necesitaba. Para su mala fortuna, en ese momento David se apareció para darle dinero para las medicinas de su hijo, y de paso insistió en llevarla a su trabajo. Como tenía a la pequeña Kelly con ella, Kate accedió a dejar que la llevara al trabajo, decidiendo además intentar no amargarse por tener que soportarlo. Ella ni siquiera se dio cuenta de la presencia de
Iris Di Castro era una joven de dieciséis años a la que muchos llamaban genio solo por sacar buenas notas en la escuela y poder recordar con facilidad todo lo que leía en libros, pero ella siempre sentía que le faltaban muchas cosas por saber. Muchas veces quería saber por qué las cosas para su familia salieron tan mal, por qué su madre prefirió a otro hombre en vez que a su familia. Y ahora estaba llena de ansias por saber por qué su madre les ocultó todos estos años que tenía un hermanito menor. No es que Iris se hubiera quedado de brazos cruzados durante esos ocho años. Una vez intentó buscar a su madre a espaldas de su padre, acompañada de sus dos mejores amigos. Su mejor amiga Kim y su mejor amigo Erick, que en secreto tal vez le gustaba un poco. Fue hasta ciudad Bella Cruz en uno de los tres autos de su padre, el que menos usaba, a los catorce años. Volvió a su antigua casa y se dio cuenta de que ahora nadie vivía allí, cosa que la decepcionó. Solo encontró una vieja
Para Ethan ese día estaba siendo tan normal como el día anterior, sin embargo, su tranquilidad se vio interrumpida cuando escucho gritos fuera de su oficina. Reconoció una de las voces como la de Rachel, su tía que prácticamente lo crio, y otra supo identificarla como Marie, su hermana.Más tarde supo reconocer la voz de Serena, una empleada que se volvió una amiga muy cercana desde que se divorció, pero la cuarta voz, la que hacía la mayor parte del escándalo, no lograba reconocerla por más que le parecía levemente familiar.Suspiró con fastidio y se levantó de su escritorio para ver qué demonios pasaba fuera, no obstante, sus intenciones se vieron frustradas cuando la puerta se abrió de golpe, dejando ver a una chica de estatura promedio ataviada en un elaborado vestido de buena calidad, con el cabello rizado color ocre y ojos de color verde.—¡Oye, te dije que no puedes entrar! —Rachel estaba jaloneando el brazo de la chica en un intento de sacarla fuera de la habitación, pero ella
Luego de un momento de shock, finalmente un destello de la ciudad de Bella Cruz y David y Kate con un bebé en brazos devolvió a Ethan a la realidad.Bruscamente, apartó su mano de las de su hija y se puso en pie. Caminó hasta el ventanal de su oficina y descorrió la cortina, mirando a la lejanía sin ver nada realmente. Su mente estaba en un frenesí de pensamientos, tratando de darle sentido a lo que su hija decía.—Iris… —Tragó saliva cuando llegó a una única conclusión—. Creo que estás confundida.—¿Qué quieres decir?—¿Acaso ese niño te dijo que su madre era Kate? Sadler no es un apellido tan raro. —La miró con una ceja en alto.Bien que él solía creer que no había más Sadlers en Bella Cruz, pero no era imposible. —B-bueno, no lo dijo. ¡Pero es obvio que es hijo de mamá! Se parece mucho a ella y dijo que los de rojo eran su equipo favorito y los de azul el segundo, justo como mamá.—Eso puede ser otra coincidencia. —Negó con la cabeza a la par que un poco de alivio lo inundaba.Su
—Ella me lo dijo… —susurró, sintiendo las lágrimas acumularse en sus ojos—. Ella me lo dijo… y no quise creerle. —Se llevó una mano a la frente—. No la escuche…—¿Qué quieres decir? —Iris se tensó, mirándolo con los muy abiertos—. ¿De qué estás hablando, papá? —Todos lo miraron expectantes.—Unas pocas semanas después de divorciarnos… Kate me llamó. —Tragó saliva, sintiendo la boca seca—. Ella me dijo que estaba embarazada. —Todos jadearon, a excepción de Iris, que se tensó aún más—. Yo… no le creí. No creí que fuera mío… Le dije… La rechazó, la insultó, prácticamente la amenazó. —Le dije cosas horribles… y le ordené que no volviera a llamarme… Le dije que cambiaría mis números, yo… —Cerró los ojos dolorosamente—. No la escuché. Estaba enfadado y… —Calló abruptamente al verse interrumpido por otro sonido que retumbó como un trueno en la silenciosa habitación.Ese sonido fue provocado por su hija, cuando le volteó el rostro de una bofetada.Ella bajó la mano lentamente mientras todo