Cornelius se sentó frente al gerente del laboratorio, el hombre le tendió un sobre en la mano.

—Son los resultados originales, señor, entregamos los anteriores con el resultado negativo que querían.

Cornelius sonrió, le extendió un cheque por casi quinientos mil dólares, como lo había solicitado.

Luego, el hombre salió de ahí, abrió el sobre, solo para saciar su gran curiosidad, esbozó una cínica sonrisa.

—Vaya-vaya, y estabas muriendo de miedo, Orson —dijo y luego se fue.

Bryce lo vio, sintió rabia.

«Parece que sé a quién salí en esta familia, mamita; se las dan de moralistas, y perfectos, pero son peores que yo, ¿no es así, querido abuelo y padre? Bueno, es hora de que obtenga mis propios resultados positivos, supongo que no puedo hacer nada aquí, pero tengo un mejor plan, te costará caro, Orson, lo pagarás con tu hijo preferido», pensó.

Amelie deambulaba sin rumbo, sollozaba al recordar todo lo vivido, y la cruel traición de Orson.

Una lluvia repentina comenzó a caer, quiso