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Cuando el juez los declaró marido y mujer, Cornelius besó a Pina, la familia aplaudió, pero había un gesto en ellos de reproche, nadie compartía la felicidad, pues estaban seguros de que Pina y Vanessa eran mujeres interesadas, sin escrúpulos, ni buenos sentimientos. Lugh no dijo nada, se limitó a dar un abrazo a su padre, una vez que la fiesta avanzó, él se retiró del jardín, iba camino a su alcoba, cuando la abuela lo detuvo, estaba al lado de Bryce. —A partir del lunes, Bryce formará parte de la empresa Ackerman, no me importa como lo hagas, quiero para Bryce un puesto de ejecutivo en la empresa. Lugh se quedó perplejo por las palabras de su abuela. —Pero, Bryce no sabe nada del negocio, no fue a la escuela, tampoco tiene experiencia. —No te pregunté eso, él aprenderá, Lugh, pero tendrá un puesto, en unos años se casará con Cory, así que será parte de nuestra familia —sentenció la anciana. Delia se alejó, Lugh miró con recelo a Bryce. —¿Pretendes obtener tu fortuna del amor d
Marbella se puso de rodillas frente a él, intentó levantarlo. Dylan recuperó el conocimiento, intentó levantarse, pero flaqueó, volvió a caer al suelo. —¡Llamaré a una ambulancia! Llamaré a la enfermera. —¡No! —gritó él, desesperado—. No me dejes solo, por favor, no me dejes solo. Él recostó su cabeza en su regazo, ella acarició sus cabellos, estaba mal, frío como la nieve, pálido. —Estás mal, necesitas ayuda, Dylan. —Ya no… estoy cansado, Mar, esto es todo, ahora sé que cuidarás a mi hijo, estoy… en paz. Siento el final, sé que es el momento de irme. —¿Qué dices? No, espera, cálmate, llamaré al médico. Él la detuvo. —Por favor, Mar, no quiero estar solo, no me dejes solo. Cuida a mi hijo, Mar, ¿lo amarás como si fuese tuyo? —Lo amaré como a mi hijo, lo amaré hasta dar la vida por él, lo juro. Dylan sonrió, miró al cielo que estaba gris, nublado. —Gracias, no creo en Dios, pero, lo que sea que rige nuestra vida, sé que no fue coincidencia conocerte, es el destino, hay un la
—¿Ahora me culparás a mí de tu ineptitud Lugh Ackerman? —exclamó Bryce mirándolo con ojos severos. —¡Ya basta! —gritó el abuelo Blard, golpeó la gran mesa rectangular, al momento en que un gran silencio los callaba. Bryce y Lugh se miraban con firmeza, había una rabia entre ellos que ni cinco años podía curar. —Tú hiciste un negocio a mis espaldas, Bryce. —Era un buen negocio, cuando lo supiste, dijiste que pensabas que podría resultar. —Sí, porque estaba hecho, pero ¿Qué fue? Solo neblina, ahora estamos arruinados, nuestras acciones han caído al punto más bajo. Necesitamos un inversor urgente, no podemos caer en manos de nuestra competencia o lo perderemos todo —dijo Lugh. De pronto, el abogado de la familia, el señor Duncan, entró, llamó a Lugh en privado. —Deme un segundo. Yo buscaré el préstamo que necesitamos, con eso compraré las acciones de los socios inestables que han amenazado con vender, terminemos la junta de hoy, nos reuniremos después —dijo Lugh —Recuerden que hoy
Cory abrió los ojos, sintió un duro golpe en la cabeza, y un líquido caliente que corría por su rostro, cuando lo tocó, se asustó, era sangre, escuchó la voz de un hombre, que abrió la puerta, miró su auto, un humo saliendo del cofre. —¿Estás bien? Ya viene la ambulancia. Sintió las fuertes manos del hombre que la cargaron, ella no pudo hacer nada, era como un pequeño bebé débil ante la fuerza de ese hombre. Cory sentía que su corazón latía con rapidez. El hombre la llevó hasta el asiento trasero de su auto. —¿Dónde…? Marbella… —Balbuceó El hombre no pudo escucharla, observó en su auto, y miró el teléfono, una llamada estaba perdida, pero él no prestó más atención, miró a la mujer tan mal, que decidió subir a su auto, que era el que menos daños tenía y manejar al hospital más cercano. —Tranquila, te llevo a un hospital, pequeña, estarás bien. Ella no dijo nada, cerró los ojos, perdió el conocimiento. Al llegar al hospital, el hombre la cargó entre sus brazos, miró la herida,
Clyde corrió hasta la habitación de Magnolia, al entrar, la observó dormida, saltó a su cama, haciendo que la niña despertara, cuando quiso gritar, él siseó. —Soy yo, no grites. —Clyde, ¿qué ha pasado? ¿Has tenido una pesadilla? —No, escuche algo muy importante, algo que es increíble. —¿Increíble? ¿Es que viste a un duende o a un hada? Clyde negó. —Noli, ¡tienes un papito! Noli abrió ojos enormes. —¿Qué? ¿Cómo que tengo un papito? Pero, si nuestro papito está con Di osito. Clyde negó, una y otra vez. —¡No! Escuché a nuestra mamita, que tu papito no está en el cielo, está aquí, en la tierra, dijo que tenía un nombre —el niño estaba pensativo—. ¡Lugh! Es así como dijo que se llama tu papito, tu papito está vivo, pero el mío, está en el cielo —dijo Clyde con tristeza Noli se apuró a abrazarlo. —No llores, Clyde, si quieres yo te presto a mi papito, as``i será un papito para los dos. Clyde le miró intrigado. —¿Y crees que tu papito quiera ser el mío? ¿Y si no quiere? Magnoli
Marbella escuchó el llanto de la niña, estaba por ir a ella, cuando se detuvo horrorizada, sus ojos se ensancharon. —Es… ¡Lugh! —exclamó Marbella estuvo a punto de desmayarse, pero Duncan la detuvo, la alejó. —Quizás sé bajo su presión arterial, Chloe ve por los niños. Chloe corrió por los niños. Lugh no dejaba de ver a la pequeña. «Es tan dulce, me recuerda a alguien, pero, ¿a quién?», pensó Luego ella vino a su mente «Marbella era así de dulce cuando era una niña», pensó —¡Magnolia, Clyde! Vengan ahora mismo, su mami los busca. La mujer miró al hombre. —Yo… lo siento, tropezamos. —¡Yo quiero jugo, nana! Lugh fue de inmediato a la máquina de dulces, compró dos jugos y los trajo, le dio una botella a cada niña. —¡Jugo! —exclamaron los niños al unísono. —Gracias, caballero. Vamos, niños, mamá nos espera. Lugh los siguió con la mirada, Clyde y Magnolia se giraron a mirarle y le dijeron adiós hondeando sus manos, Lugh no pudo evitar sonreír. «Si hubiese tenido hijos con M
Lugh se quedó dónde estaba, observó a la mujer que saludaba a muchas personas, luego la vio bailar una balada suave al lado de Constantine Backer. Ese hecho le causó escalofríos, la sola idea de perder la empresa que su abuelo tanto se esforzó en crear, le hizo sentir miserable. «Esta mujer, quiere jugar con fuego, mejor será que tenga piel de agua, o se va a quemar», pensó. La canción terminó, Marbella estuvo por llegar a una mesa, donde ya la esperaba el señor Duncan, cuando sintió que una mano fuerte tomó la suya, sus ojos se encontraron con Lugh Ackerman. Su cuerpo se estremeció al verlo frente a ella, otra vez fue como si el tiempo se detuviera en su mirada. Bryce y Cory estaban cenando en ese restaurante, era el más lujoso del pueblo, pero la mirada de Bryce estaba distraída. Cory lo notó, se quedó callada solo para no discutir. —Amor, ¿estás bien? —Sí —dijo con algo de enfado. Luego recibió una llamada, al hacerlo se alejó de ella. Cory le miró con duda. Observó a Nia
—¡Quita tus asquerosas manos de ella! —bramó Niall, quien sacó al hombre del auto, lo lanzó al suelo, y comenzó a golpearlo con todas sus fuerzas. Cory salió del auto, chillaba asustada. «¡Ha sido mi culpa!» —¡Niall, por favor, detente! Niall dio un último golpe al hombre al verlo tirado sobre el suelo, fue en ese momento que por fin se calmó, Cory llevaba el teléfono en sus manos, él acunó su rostro. —¿Estás bien? —Sí, pero por favor, no sigas, vámonos. Él asintió, la llevó lejos de ahí hasta el auto, y arrancó para irse, dejaron al hombre en el suelo. Nial condujo alejándose. Cory se echó a llorar, Niall detuvo en una gasolinera, tomó sus manos. —Por favor, no llores, Cory, está bien, ahora ese tipo tiene lo que merece, yo siempre te voy a cuidar, nunca dejaré que nada malo vuelva a ocurrirte. Ella alzó su mirada, solo para encontrar que Niall estaba tan cerca de su rostro, podía sentir su cálido aliento, sus dedos largos limpiaron sus lágrimas, pero su mirada tenía un ges