—Egil —La suave y sensual voz de Nadia Valencia retumba en el lugar. El silencio se extiende de forma abrumante. Todos voltean a verla, excepto Egil quien se toma unos segundos antes de hacerlo.El rostro de Petra se torna de un color azul pálido como si hubiese visto un fantasma. Por momentos parece tambalear, pero a la fuerza consigue estabilizarse.Nadia lleva un vestido azul zafiro, sencillo, pero que deja notar su envidiable figura. Su cabello, que antes era largo y lacio, ahora lo tiene hasta los hombros y de un tono rubio. Su piel está tersa y extremadamente blanca, resaltando sus grandes ojos azules y sus labios rosados. Se ve preciosa.Si la hija mayor de Bahram Valencia antes era una joven bella, ahora lo es mucho más. Todos se quedan mudos al verla. Solo los guardias se ponen en alerta y cubren a su jefe.Tanto ella, como Nora, quien se encuentra a su lado, dan unos pasos a él, pero sin acercarse demasiado.—Nadia —A Egil le cuesta creer que la mujer en su frente sea la mis
—¿Eres tú la sirvienta que vino con Adelaide Valencia a esta hacienda? —La pregunta de Nora sobresalta a Mercedes, quien se encuentra atareada con algunas cosas que le ordenó Lilith. Ella aparta una silla que se encuentra al paso de la anciana para que pueda pasar.—Veo que mi pregunta te tomó desprevenida —agrega Nora cuando Mercedes no contesta a su pregunta.—Lo era cuando vine a esta hacienda y durante dieciocho años desde el día que nació. Ahora ni siquiera estoy segura de que ella siga viva.Nora nota la tristeza en la voz de Mercedes. Imagina su desazón y lo toma como propio, ya que su angustia por Nadia también la embarga.—Ella sigue viva —La afirmación de Nora detiene a Mercedes de su tarea.—¿Cómo es eso posible? ¿Cómo lo sabe, señora? ¿Acaso usted pudo entrar a verla? —La sirvienta limpia sus manos con su mandil y se acerca a ella con ilusión de saber de su niña.—Anoche entré a la celda y la vi —Nora mira a sus lados para verificar que nadie las esté oyendo—, pero necesit
—Quisiera hablar contigo a solas, si es posible —dice la señora Irene tratando de no mirar el hecho de que Nadia está completamente desnuda y limpiando el piso. —¡Di lo que tenga que decir tía o vete! Si te molesta tanto lo que ves, tienes permiso de irte —responde de mala gana, Egil.Nadia se encuentra atareada, limpiando, mientras él se encuentra sentado en el sillón con la cabeza para atrás con una copa vacía en su mano.—Vengo a pedir que dejes que me marche de la hacienda —El pedido de su tía hace levantar la cabeza a Egil—. Y que me permitas llevarme a Adelaide conmigo.La sola mención de ese nombre hace enfurecer al hombre. Aparta a Nadia del camino y va hasta su tía con un odio en los ojos que ella nunca antes había visto.—Tú puedes irte cuando te venga en gana, tía, pero ella nunca saldrá de estas tierras, ni siquiera cuando haya muerto.Irene se estremece con la mirada de su sobrino. Nunca lo había visto tan enfurecido y violento. Un miedo profundo la recorre entera cuando
Con un andar torpe, Mercedes, va hasta el sótano donde se encuentra Adelaide.Con un cuenco de agua en una mano, vendas y desinfectantes en otra se detiene frente al guardia, quien la mira de manera indiferente.—Tienes quince minutos —dice él abriendo la puerta para que la sirvienta pase. Mercedes asiente.Al mismo instante en el que entra al sitio, unas ganas enormes de llorar la embargan al ver el estado en el que se encuentra Adelaide. Corre hasta ella y verifica sus signos vitales antes de acercar a su boca un poco de agua. Ella no reacciona y Mercedes se desespera.Coloca la cabeza de la joven en su regazo y saca de su delantal el frasco que le dio Nora y vierte un poco dentro de su boca, asegurándose que la beba completamente. Luego moja un pedazo de venda y le limpia la sangre seca de sus heridas y coloca ungüentos para que puedan cicatrizar más rápido. Por increíble que parezca, todo indica que solo una de las balas entró en su hombro derecho y la otra, solamente la rozó, cau
Egil estuvo durante cuatro días en las otras haciendas tratando de arreglar algunos problemas con los campesinos y hoy lo único que desea es olvidarse de todo y emborracharse hasta quedarse dormido.Como siempre llena una copa de vino y se la bebe toda para darse valor a sí mismo. Como si su vida dependiera de ello, toma el camino hasta el sótano.Dio permiso a Gage antes de irse para que dejara entrar a Mercedes junto a ella, tal como se lo pidió su tía, con ciertas restricciones. Tampoco pretende verse débil al acceder a ayudarla luego de lo que le hizo.Con una lámpara de emergencia en su mano llega hasta la ventana. Adelaide aún sigue dormida, tal como cuando él se fue.—¡Abre la puerta! —Ordena al guardia que se encuentra a su lado. Este rápidamente saca del manojo la llave y abre la puerta para él.Egil no se atreve a entrar, pero desde la puerta puede verla acostada en el piso. Da un solo paso hacia ella, pero retrocede nuevamente y sale a toda prisa del lugar como temiendo lo
Antes de que Nadia llegue hasta donde está Egil, él se levanta y camina encontrándose con ella en el medio mismo del salón. La rodea lentamente mientras su mirada áspera envía olas de frío en la espalda de la joven.Egil saca su daga y sin que nadie pille su intención, corta el vestido de Nadia dejando a la vista sus grandes pechos. Todos los presentes jadean al verla, mientras ella solo desea vomitar al ver las miradas lujuriosas de aquellos hombres.—Tu misión esta noche será complacer a todos mis invitados. Seducir es lo que sabes hacer, ¿no?, pues hazlo —Egil rompe lo que queda de su vestido y la deja desnuda completamente antes de alejarse de nuevo hasta su silla.—Egil...—La voz de Nadia se apaga cuando una mano la toma del cuello y la pone de rodillas.Egil llena su copa y ofrece un brindis por ella. Varios de aquellos hombres se acercan y la rodean. Muchas manos empiezan a tocarla por todos lados.Los gritos de horror de Nadia no tardan en llegar y Egil se regocija al ver la t
La mano de Egil tiembla de sobremanera al ver a Adelaide moverse. Algo en su pecho duele al ver su larga cabellera cobriza moverse de un lado a otro.—Trae a Mercedes, ahora mismo —Ordena al guardia antes de salir del lugar. Este sale inmediatamente en busca de la sirvienta.Egil llega a su habitación con una mezcla de sentimientos causando estragos en su pecho. Dolor, tranquilidad, rabia, tristeza, alegría. ¿Acaso él estaba esperando que esa traidora despierte? Se golpea la cabeza por la pared a un punto doloroso mientras ríe como un maldito desquiciado.—¿Te encuentras bien? —Gage lo encuentra totalmente fuera de sí cuando abre la puerta. Egil niega. Es la primera vez que Gage lo ve tan afectado por algo.—Ella despertó —Todo tiene sentido para Gage ahora.—¿Qué piensas hacer con ella?—No sé qué hacer, Gage. Es la primera vez que no sé qué hacer —Gage nota la mano temblorosa de su jefe y se preocupa. Desde que recibió esa bala en el hombro, su salud no ha sido del todo buena y ese
Petra empieza a sentir nuevamente dolor en su bajo vientre. Sus dolores estomacales han aumentado mucho en estos últimos meses, al igual que su sangrado vaginal y rectal. Ningún medicamento ha conseguido aliviarla y la doctora que la atiende no tiene un diagnóstico certero para ella. No saber exactamente lo que le pasa, la desespera. La mujer entra a su habitación y enseguida cae de rodillas al suelo. Un surco de sangre empieza a escurrirse por entre sus piernas manchando el piso. Su vista se nubla y empieza a temblar de pies a cabeza. —¡Maldita sea! —grita. Se lleva ambas manos al vientre para mermar el dolor, pero nada surte efecto. Ya no lo soporta. Cada día es peor y se siente más débil. Estos achaques son más frecuentes. Luego de estar con Egil, todo parece haber empeorado. Debe conseguir aliviarse antes de que él se dé cuenta de lo que le pasa. Eso sería absolutamente terrible y todos sus planes podrían venirse abajo. En la habitación principal, Egil mira a ambas mujeres par