Con un andar torpe, Mercedes, va hasta el sótano donde se encuentra Adelaide.Con un cuenco de agua en una mano, vendas y desinfectantes en otra se detiene frente al guardia, quien la mira de manera indiferente.—Tienes quince minutos —dice él abriendo la puerta para que la sirvienta pase. Mercedes asiente.Al mismo instante en el que entra al sitio, unas ganas enormes de llorar la embargan al ver el estado en el que se encuentra Adelaide. Corre hasta ella y verifica sus signos vitales antes de acercar a su boca un poco de agua. Ella no reacciona y Mercedes se desespera.Coloca la cabeza de la joven en su regazo y saca de su delantal el frasco que le dio Nora y vierte un poco dentro de su boca, asegurándose que la beba completamente. Luego moja un pedazo de venda y le limpia la sangre seca de sus heridas y coloca ungüentos para que puedan cicatrizar más rápido. Por increíble que parezca, todo indica que solo una de las balas entró en su hombro derecho y la otra, solamente la rozó, cau
Egil estuvo durante cuatro días en las otras haciendas tratando de arreglar algunos problemas con los campesinos y hoy lo único que desea es olvidarse de todo y emborracharse hasta quedarse dormido.Como siempre llena una copa de vino y se la bebe toda para darse valor a sí mismo. Como si su vida dependiera de ello, toma el camino hasta el sótano.Dio permiso a Gage antes de irse para que dejara entrar a Mercedes junto a ella, tal como se lo pidió su tía, con ciertas restricciones. Tampoco pretende verse débil al acceder a ayudarla luego de lo que le hizo.Con una lámpara de emergencia en su mano llega hasta la ventana. Adelaide aún sigue dormida, tal como cuando él se fue.—¡Abre la puerta! —Ordena al guardia que se encuentra a su lado. Este rápidamente saca del manojo la llave y abre la puerta para él.Egil no se atreve a entrar, pero desde la puerta puede verla acostada en el piso. Da un solo paso hacia ella, pero retrocede nuevamente y sale a toda prisa del lugar como temiendo lo
Antes de que Nadia llegue hasta donde está Egil, él se levanta y camina encontrándose con ella en el medio mismo del salón. La rodea lentamente mientras su mirada áspera envía olas de frío en la espalda de la joven.Egil saca su daga y sin que nadie pille su intención, corta el vestido de Nadia dejando a la vista sus grandes pechos. Todos los presentes jadean al verla, mientras ella solo desea vomitar al ver las miradas lujuriosas de aquellos hombres.—Tu misión esta noche será complacer a todos mis invitados. Seducir es lo que sabes hacer, ¿no?, pues hazlo —Egil rompe lo que queda de su vestido y la deja desnuda completamente antes de alejarse de nuevo hasta su silla.—Egil...—La voz de Nadia se apaga cuando una mano la toma del cuello y la pone de rodillas.Egil llena su copa y ofrece un brindis por ella. Varios de aquellos hombres se acercan y la rodean. Muchas manos empiezan a tocarla por todos lados.Los gritos de horror de Nadia no tardan en llegar y Egil se regocija al ver la t
La mano de Egil tiembla de sobremanera al ver a Adelaide moverse. Algo en su pecho duele al ver su larga cabellera cobriza moverse de un lado a otro.—Trae a Mercedes, ahora mismo —Ordena al guardia antes de salir del lugar. Este sale inmediatamente en busca de la sirvienta.Egil llega a su habitación con una mezcla de sentimientos causando estragos en su pecho. Dolor, tranquilidad, rabia, tristeza, alegría. ¿Acaso él estaba esperando que esa traidora despierte? Se golpea la cabeza por la pared a un punto doloroso mientras ríe como un maldito desquiciado.—¿Te encuentras bien? —Gage lo encuentra totalmente fuera de sí cuando abre la puerta. Egil niega. Es la primera vez que Gage lo ve tan afectado por algo.—Ella despertó —Todo tiene sentido para Gage ahora.—¿Qué piensas hacer con ella?—No sé qué hacer, Gage. Es la primera vez que no sé qué hacer —Gage nota la mano temblorosa de su jefe y se preocupa. Desde que recibió esa bala en el hombro, su salud no ha sido del todo buena y ese
Petra empieza a sentir nuevamente dolor en su bajo vientre. Sus dolores estomacales han aumentado mucho en estos últimos meses, al igual que su sangrado vaginal y rectal. Ningún medicamento ha conseguido aliviarla y la doctora que la atiende no tiene un diagnóstico certero para ella. No saber exactamente lo que le pasa, la desespera. La mujer entra a su habitación y enseguida cae de rodillas al suelo. Un surco de sangre empieza a escurrirse por entre sus piernas manchando el piso. Su vista se nubla y empieza a temblar de pies a cabeza. —¡Maldita sea! —grita. Se lleva ambas manos al vientre para mermar el dolor, pero nada surte efecto. Ya no lo soporta. Cada día es peor y se siente más débil. Estos achaques son más frecuentes. Luego de estar con Egil, todo parece haber empeorado. Debe conseguir aliviarse antes de que él se dé cuenta de lo que le pasa. Eso sería absolutamente terrible y todos sus planes podrían venirse abajo. En la habitación principal, Egil mira a ambas mujeres par
—No voy a permitir que la adjetives de ese modo —Benedict se enfurece cuando Egil empieza a insultar a Adelaide. Se acerca a él de manera amenazante. Egil tira a un lado su daga para darle a entender que no le importa pelear con él mano a mano.—¿Y tú me lo vas a impedir? ¿Tú y quienes más? ¿Acaso estás enamorado de ella? ¿Estás enamorado de mi esposa, maldito traidor?Benedict se abalanza contra él y ambos caen al suelo. Los varones se empiezan a golpear y Gage intenta entrar, pero su jefe le grita que se aleje.—¿Cómo te atreves a referirte a ella de ese modo cuando ella lo único que ha hecho es amarte y perdonarte a pesar de todo lo imbécil que fuiste con ella? ¡Eres muy poco hombre, Egil! ¡El maldito aquí eres tú! Intentaste matarla desde el mismo día que vino a la hacienda, la maltrataste, la juzgaste, la humillaste y traicionaste con otras mujeres.La celda se convierte en un campo de batalla a los pocos segundos. Los guardias se empiezan a desesperar al ver a su jefe recibiendo
Una semana entera transcurrió desde aquella charla entre hermanos. Egil no salió ni una sola vez de su habitación en este tiempo, ni siquiera para ver a Adelaide como tiene acostumbrado o para ir a la oficina. Todos los pormenores de las empresas los lleva a cabo desde ahí con la ayuda de Gage y Vítor.Gage está muy preocupado por él. Aunque el médico lo está tratando y siguiendo de cerca su evolución, su mano no deja de temblar y el dolor en su pecho lo ataca frecuentemente y cada vez con mayor intensidad. Eso tiene a Egil de muy mal humor todo el tiempo.Esta mañana, Gage recibe lo que esperaba desde hace un tiempo. El hombre que había enviado a la hacienda Zimbron de encubierto al fin ha regresado y con mucha más información de lo que él esperaba.Algo de ese viaje de la sirvienta Petrona a ese lugar no cuadraba del todo y ahora entiende el motivo real.¿Acaso ese hombre que estaba con Adelaide en aquel hotel no dijo que era de los límites de Vinoxy? Él dijo que había conocido a Ad
—Debes controlarte, señorita —dice Petrona a Petra—. La esclava está ganando mucho terreno gracias a su serenidad y persistencia. No podemos permitir que siga aquí o nuestros planes irán a pique y su padre… —¡Ya lo sé! No es necesario que me lo recuerdes todo el tiempo —Petra entra al baño para verificar su sangrado—. Por ahora, lo más urgente es que vayas con la doctora, Petrona. De la esclava nos ocuparemos después.Petrona asiente y sale de la hacienda tomando el camino que lleva hasta la carretera, donde toma un taxi para ir hasta la doctora. Uno de los guardias de Gage la sigue desde cierta distancia.La mujer llega unas horas después y la doctora le da la receta con la advertencia de que la enfermedad de Petra ya no tiene solución, que lo único que puede hacer por ella es aliviar su dolor, pero que ya no puede salvarla. Que nunca había visto ninguna enfermedad tan extraña como la suya en toda su vida.Petrona se queda sorprendida por la respuesta de la doctora. Algo dentro de e