Son más de cuatro horas las que Adelaide permanece en la celda de Benedict. Cada día se llevan mejor y a él le encantan las historias que ella le lee, aunque su compañía es lo que realmente le interesa.Luego de un rato, la joven finalmente sale y grande es el susto que se lleva cuando en la puerta dos guardias la toman del brazo y la llevan hasta el cuarto de su esposo.Ella les ruega que la suelten, pero ninguno de los dos le hace caso. Su corazón se acelera al máximo y llora sin remedio. Su esposo la descubrió, descubrió que fue a ver a Benedict a escondidas.Cuando abren la puerta, Egil se encuentra sentado en su silla, Irene y Mercedes están paradas en una esquina, custodiadas por dos guardias. Gage está a un costado de su jefe y del otro, Lilith.—Egil yo… —Adelaide se ahoga en sollozos y no consigue hilar una oración completa. —¿Quién te dio las llaves de la celda de ese delincuente, Adelaide? —La voz fría de Egil cala hasta los huesos de la joven. Él está muy enojado. Su cara
A la mañana siguiente, la puerta de Adelaide se abre y una joven sirvienta, que nunca antes había visto, entra con una charola. ¿No había dicho su esposo que nadie podía entrar, excepto los guardias?—Traigo su comida indicada, señora —dice ella dejando en la mesa todo lo que trajo. Adelaide ni siquiera tiene ganas de contestar. Está sentada en un sillón con la vista hacia la ventana.—Debe alimentarse bien, recuerde que está embarazada. El señor Arrabal pidió que sea bien vigilada en cuanto a los alimentos que consume.Adelaide sigue sin decir nada.—Su esposo amaneció de mejor humor, señora. Parece que Petra logró contentarlo en la noche, porque amanecieron y hasta desayunaron juntos. Ambos se veían muy tranquilos y felices. Al menos ya no está tan enojado como ayer. Los ojos de la joven empiezan a lagrimear nuevamente, como si fuera poco lo que ya ha llorado durante toda la noche. Egil pasó la noche con esa mujer que tanto mal le ha hecho desde que llegó a la hacienda. Lo hizo sol
Casi dos días después de mucho tormento y búsqueda, uno de los guardias encuentra un dije de rubí en un camino oscuro que lleva al pueblo y se lo comunica a Egil inmediatamente. El corazón del hombre da un vuelco cuando el guardia coloca el dije en su mano. Es el mismo que él le había regalado.—¿Qué más encontraron? —pregunta Egil con un nudo en la garganta y temiendo lo peor.—No había nada más, señor.—Llévame a ese lugar ahora. Iremos a peinar de nuevo la zona.Egil y Gage, con una cantidad importante de hombres, van hasta el sitio. Irene, Mercedes, las primas de Egil y Petra, van tras ellos. En el camino, Petra y Lilith se miran por unos segundos y asienten con una sonrisa. El plan está dando el resultado exacto que querían.Recorren el sitio minuciosamente hasta llegar al pueblo, hablan con algunos vecinos y estos les dicen que vieron a una mujer con esas características entrar a un hotel de baja categoría junto con un hombre el día mencionado.Egil no se detiene a pensar si es
Las manos de Egil no dejan de temblar mientras Gage derrama el agua tibia sobre ellas para limpiarlas. Gage está muy preocupado por su semblante, Egil está pálido y con un dolor que le es imposible de ocultar.—Será mejor llamar al médico. Necesitas algo para que puedas descansar —dice Gage colocando una toalla por encima de sus manos.Egil camina hasta la silla y toma una botella de ron al paso, que abre y bebe más de la mitad del contenido antes de sentarse.—Lo único que necesito es que se vayan todos y me dejen en paz —Gruñe Egil sin dejar de beber de su botella—. Estaré bien.Gage trae al médico de todos modos, quien examina a su jefe y le deja un frasco de tranquilizante encima de su mesa antes de retirarse.—Tú también sal de aquí —dice Egil a Gage con la mirada fija en la nada.—Llamaré a Lilith para que te preparen un baño —responde él a pesar de lo dicho por su jefe.—¡¿Qué parte de que todos se vayan, no entiendes?! —Los gritos de Egil llegan hasta el pasillo, donde Lilith
—Egil —La suave y sensual voz de Nadia Valencia retumba en el lugar. El silencio se extiende de forma abrumante. Todos voltean a verla, excepto Egil quien se toma unos segundos antes de hacerlo.El rostro de Petra se torna de un color azul pálido como si hubiese visto un fantasma. Por momentos parece tambalear, pero a la fuerza consigue estabilizarse.Nadia lleva un vestido azul zafiro, sencillo, pero que deja notar su envidiable figura. Su cabello, que antes era largo y lacio, ahora lo tiene hasta los hombros y de un tono rubio. Su piel está tersa y extremadamente blanca, resaltando sus grandes ojos azules y sus labios rosados. Se ve preciosa.Si la hija mayor de Bahram Valencia antes era una joven bella, ahora lo es mucho más. Todos se quedan mudos al verla. Solo los guardias se ponen en alerta y cubren a su jefe.Tanto ella, como Nora, quien se encuentra a su lado, dan unos pasos a él, pero sin acercarse demasiado.—Nadia —A Egil le cuesta creer que la mujer en su frente sea la mis
—¿Eres tú la sirvienta que vino con Adelaide Valencia a esta hacienda? —La pregunta de Nora sobresalta a Mercedes, quien se encuentra atareada con algunas cosas que le ordenó Lilith. Ella aparta una silla que se encuentra al paso de la anciana para que pueda pasar.—Veo que mi pregunta te tomó desprevenida —agrega Nora cuando Mercedes no contesta a su pregunta.—Lo era cuando vine a esta hacienda y durante dieciocho años desde el día que nació. Ahora ni siquiera estoy segura de que ella siga viva.Nora nota la tristeza en la voz de Mercedes. Imagina su desazón y lo toma como propio, ya que su angustia por Nadia también la embarga.—Ella sigue viva —La afirmación de Nora detiene a Mercedes de su tarea.—¿Cómo es eso posible? ¿Cómo lo sabe, señora? ¿Acaso usted pudo entrar a verla? —La sirvienta limpia sus manos con su mandil y se acerca a ella con ilusión de saber de su niña.—Anoche entré a la celda y la vi —Nora mira a sus lados para verificar que nadie las esté oyendo—, pero necesit
—Quisiera hablar contigo a solas, si es posible —dice la señora Irene tratando de no mirar el hecho de que Nadia está completamente desnuda y limpiando el piso. —¡Di lo que tenga que decir tía o vete! Si te molesta tanto lo que ves, tienes permiso de irte —responde de mala gana, Egil.Nadia se encuentra atareada, limpiando, mientras él se encuentra sentado en el sillón con la cabeza para atrás con una copa vacía en su mano.—Vengo a pedir que dejes que me marche de la hacienda —El pedido de su tía hace levantar la cabeza a Egil—. Y que me permitas llevarme a Adelaide conmigo.La sola mención de ese nombre hace enfurecer al hombre. Aparta a Nadia del camino y va hasta su tía con un odio en los ojos que ella nunca antes había visto.—Tú puedes irte cuando te venga en gana, tía, pero ella nunca saldrá de estas tierras, ni siquiera cuando haya muerto.Irene se estremece con la mirada de su sobrino. Nunca lo había visto tan enfurecido y violento. Un miedo profundo la recorre entera cuando
Con un andar torpe, Mercedes, va hasta el sótano donde se encuentra Adelaide.Con un cuenco de agua en una mano, vendas y desinfectantes en otra se detiene frente al guardia, quien la mira de manera indiferente.—Tienes quince minutos —dice él abriendo la puerta para que la sirvienta pase. Mercedes asiente.Al mismo instante en el que entra al sitio, unas ganas enormes de llorar la embargan al ver el estado en el que se encuentra Adelaide. Corre hasta ella y verifica sus signos vitales antes de acercar a su boca un poco de agua. Ella no reacciona y Mercedes se desespera.Coloca la cabeza de la joven en su regazo y saca de su delantal el frasco que le dio Nora y vierte un poco dentro de su boca, asegurándose que la beba completamente. Luego moja un pedazo de venda y le limpia la sangre seca de sus heridas y coloca ungüentos para que puedan cicatrizar más rápido. Por increíble que parezca, todo indica que solo una de las balas entró en su hombro derecho y la otra, solamente la rozó, cau