Sin saber exactamente para qué, Adelaide cae suavemente de rodillas entre las piernas abiertas de Egil. Él la observa desde arriba a abajo con un tipo de placer desconocido desbordando su cuerpo.—Hoy quiero que me complazcas, Valencia —le dice pasando su pulgar por el labio inferior de la joven—. Esta noche necesito sentir la boca de mi esposa.Egil lleva su cabeza para atrás reclinándose sobre el sillón esperando a que Adelaide comience, pero ella no tiene idea de qué hacer. Ni siquiera sabe por dónde empezar.—Señor Egil yo no... no sé qué debo hacer —responde ella con una voz apenas audible y con mucho temor que su esposo se moleste por su ignorancia—. Yo nunca había estado con un hombre antes de usted.Egil la mira con el ceño fruncido, pero no molesto, porque es consciente que ella era pura cuando la llevó a su habitación. Él levanta un poco su playera y tras desatar el cordón de su pantalón, libera su pene muy erecto y palpitante frente a la cara de la joven.Adelaide se queda
Es la primera vez en mucho tiempo que Adelaide es libre de andar por estos pasillos y eso ya es un gran avance. A pesar de todo lo que le espera, se siente feliz.Al llegar a la puerta, los guardias se apartan y la dejan entrar sin mayor protocolo.—Señor —Adelaide dice en cuanto entra a la habitación. Egil aún se encuentra sentado en la cama con su pijama puesta.—Llegas tarde —Gruñe él en respuesta, aunque mirándola de pies a cabeza—. Creí haber dejado claro que tus funciones iniciarían desde antes de que yo despierte.—Le pido disculpas, señor. Anoche me costó conciliar el sueño y no pude…—No vuelvas a llamarme señor y prepara mi baño y mi ropa. Tengo una reunión en la oficina en exactamente una hora —La interrumpe él, muy molesto.Adelaide asiente y camina hasta el baño donde empieza a cargar el agua en la tina. Olvidó preguntar la temperatura que le gusta, pero si lo hace ahora mismo quizás él se enoje más de lo que ya está. Al final decide dejarlo a la temperatura que Mercedes
—Su sobrino vino a visitarme anoche, aquí en mi habitación —Comenta Adelaide, Irene sonríe—. Él quería algunas cosas de mí, pero yo no…—¿Pero tú no...? —pregunta Irene, intrigada.—Señora Irene, ¿usted puede enseñarme a complacer a un hombre? —Adelaide se lleva ambas manos a la cara, avergonzada. Es que ella nunca había hablado de esas cosas con otra persona que no sea su nana e Irene y ella se conocieron hace poco.—Bueno, no es que yo sepa mucho, pero puedo enseñarte lo básico que necesitas saber —Irene intenta reconfortarla, acariciando su largo cabello. Sabe que ella quedó sin su madre al nacer y que fue criada únicamente por las sirvientas. Es lógico que no sepa algunas cosas que su madre pudo haberle enseñado cuando tuviera la edad. Cosas que toda joven debe saber antes del matrimonio.—Yo sé lo que pasa entre un hombre y una mujer, Mercedes me enseñó algunas cosas, pero su sobrino me pidió que yo…Adelaide se queda callada un buen rato inspeccionándose los dedos, totalmente ru
La tarde llega y Adelaide no tiene más opción que pedir ayuda nuevamente a Irene para preparar la dichosa cena de Egil con esa Ana Lupot, como se lo había pedido él antes de ir a la oficina. Lo olvidó por completo y ahora está desesperada por llegar a tiempo y no ser regañada como en la mañana.Irene y ella van juntas hasta la cocina. Las sirvientas la miran con desprecio, pero una sola mirada de advertencia de Irene las pone a todas en su lugar.—El señor Egil tendrá una cena con la señorita Ana esta noche y pide que se encarguen de eso —Informa Adelaide y todas se quedan pasmadas de que la misma esposa del señor venga a decir que la amante de su marido va a venir a cenar con él. Eso es ilógico desde todo punto de vista y denigrante para ella, ya que estará entregando a su hombre a otra mujer. La cocinera asiente y se pone manos a la obra.Adelaide siempre fue muy observadora y buena estudiante. Mientras las sirvientas se encargan de dejar todo listo, ella memoriza todo el proceso, o
En la habitación principal de la hacienda Arrabal, Egil toma su tercera copa de vino antes de darle el pase a Ana Lupot.Adelaide mira a la joven y un sentimiento extraño se apodera de ella. Está hermosa.—Por favor, siéntate —Ordena Egil luego de saludarla con un beso en su mejilla. Adelaide se estremece al ver la forma en que él la trata. Hace un asentimiento hacia él e intenta salir, pero Egil se lo impide.—No dije que podías retirarte —Adelaide queda estática en la puerta—. Usted se queda.—Puedo volver cuando hayan terminado de cenar —La joven intenta encontrar un motivo para irse.—¡Dije que te quedas! Quiero que nos atiendas.Adelaide se da vuelta y asiente. Sabe que no le queda de otra que acatar las órdenes de su esposo, pero si le diera a elegir, preferiría no mirar nada de lo que ellos hacen.Egil y Ana empiezan a hablar mientras cenan de una manera muy confidente e íntima, una que pone a Adelaide bastante incómoda.Ella se impresiona por la manera que Egil la trata y hast
—Sé que quizás te resulta un poco molesto pensar en que alguien más tenga la atención de tu marido —Continúa, Irene—, pero en el caso de Egil te puedo asegurar que no tiene ningún tipo de vínculo emocional con esa mujer. Él ni siquiera habla con ella, además de lo estrictamente necesario. Para él es solo sexo casual, cuando se canse, dejará de buscarla.—Disculpa que la contradiga, señora, pero su sobrino tiene mucha consideración hacia Petra. Creo que el vínculo que usted dice que no tiene con Ana, lo tiene con ella. Él ni siquiera quiso oírme cuando le traté de explicar lo que había pasado cuando me castigaron.—El caso de Petra es diferente, querida. Ella es una mujer calculadora y ambiciosa. Lastimosamente, aprovechó el momento indicado para quedar como heroína frente a los ojos de Egil y ha sacado todos los beneficios posibles a partir de ese momento.—Pero si la mantiene aquí viviendo en la hacienda y además, sirviéndole ya sabe cómo, es porque algo le atrajo de ella. La verdad,
—Lo más seguro es que si mi primo te manda llamar a su habitación, su esposa se quede a observar todo lo que hacen —Se burla, Lidia. Petra la mira con ira contenida, aunque ahora mismo lo que desea es saltar encima de ella, fue advertida por Egil que debe comportarse. Mostrar serenidad ante sus ojos es su prioridad ahora y no perder lo que tanto le ha costado conseguir—. Me parece que Egil está tomando muy en cuenta a su esposa, tanto que la tiene de perrito faldero y no deja que ninguna sirvienta lo atienda, excepto ella. Dicen que hasta permite que sea ella quien elija los trajes que debe usar todos los días.—Es cierto. A mi primo se lo nota bastante apegado a ella, además, ahora que es la encargada de la casa, todos los sirvientes y guardias la respetan mucho—. Añade Sonia, sorbiendo de su té—. Con la ayuda de la tía Irene están haciendo muchas modificaciones en las rutinas del primo y no se ha escuchado ni una negativa por parte suya.—¿Qué pensará Lilith de todo esto? —pregunta
En el momento que Adelaide regresa a la habitación de su esposo para preparar el baño, él aún sigue con los ojos cerrados. Ella se arrodilla a su lado y lo despoja de sus zapatos, aprovecha para darle algunos masajes y buscar su bata.El baño lo deja listo en un rato.Cuando Egil se levanta para ir hasta la bañera, nota al instante la mancha roja en la cara de Adelaide. Mientras ella lo ayuda a quitar su saco, él la mira detenidamente. Sus dedos pican por quitarle ese mechón de pelo cobrizo que cae suavemente sobre su frente y ver el tono exacto de sus ojos.—¿Quién te hizo esto? —Pregunta en tono firme, pero bajo. Adelaide lo mira directamente a los ojos por unos segundos— ¿Quién le dio ese golpe en el rostro?—Tuve un encuentro con Petra en el pasillo cuando me dirigía aquí —Titubea, Adelaide. Egil la mira con las cejas fruncidas.—¿Ella te hizo esto? —Egil toma su mentón con los dedos y mira la marca roja minuciosamente.—Sí, fue ella —Adelaide traga grueso al contestar. Tiene much