Un sollozo suave y continuo se escapa de Benedict al oír aquello. Una mano arrugada se posa en su hombro para contenerlo.—Llora todo lo que deseas, Benedict. Es normal sentir dolor por la pérdida de nuestros seres queridos. Solo no olvides que hay alguien, sangre de tu sangre, que te necesita, no te dejes derrotar ahora. —Quiero verlo.Nora hace una señal a dos de los guardias que están apostados en el sitio y ellos lo ayudan a levantarse. Caminan paso a paso hasta llegar a un amplio salón donde algunas sirvientas se encargan de preparar el lugar donde va a ser velado su hermano.Samuel se encuentra firme frente a la puerta donde está el cuerpo inerte de Egil dentro de un féretro, observando cada movimiento de las jóvenes.El rostro de Egil está sereno, tan sereno que duele. El dolor de Benedict al ver el cadáver de hermano es imposible de ocultar. Las jóvenes encargadas de preparar el sitio se hacen a un lado cuando él levanta una mano pidiendo que todas salgan del sitio.—Recuer
Dentro de la habitación, Adelaide se encuentra aturdida y bastante adolorida. Su apariencia es deprimente. Ella no es capaz siquiera de distinguir su alrededor.Ha intentado con todas sus fuerzas mantener la calma, pero los recuerdos que vienen a su mente la están asfixiando.Mueve un poco la cabeza para un lado y puede ver a dos mujeres jóvenes que no reconoce a su costado. Está rodeada y conectada a varios aparatos. Decide dejar de pensar demasiado para no hacerse ideas que quizás no son. Respira profundo y cierra de nuevo los ojos. De pronto, oye un clic y la puerta empieza a abrirse lentamente. Benedict asoma su cabeza y los ojos de Adelaide empiezan a aguarse. —Benedict…—Mi amor —Él se acerca y deja un beso largo en su frente, luego otro en sus labios resecos.Adelaide empieza a sollozar sin control. El poder verlo y abrazarlo es lo mejor que le pudo haber pasado luego de que creyó que no sobreviviría.La señora Irene también entra con Eleonor de su mano, un poco más atrás,
—¿Por qué estás preguntando eso? —Benedict la mira, extrañado—. Tú sigues siendo la señora de esta casa. Solo quiero protegerte, proteger a los niños, es lo que Egil hubiese querido, no creo que esta discusión entre nosotros sea necesaria en estos momentos. —Es una discusión necesaria, Benedict. A mi esposo lo mataron y a mucha gente más. Destruyeron todo, si eso no es razón suficiente para que tú y yo hablemos, no sé qué decirte. —Adelaide… —Mi nana está muerta. Ellos la mataron a sangre fría —Adelaide empieza a sollozar—. Mataron a muchas personas. Vendrán por mí y mis hijos si saben que sobrevivimos. Ellos son inocentes. —Eso no pasará, mi vida, te lo prometo —Benedict peina su largo cabello con los dedos—. Tienes toda la razón en estar angustiada y de cierto modo molesta, pero debemos mantenernos fríos, pensar detenidamente cada paso que vayamos a dar a partir de ahora. Debemos estar juntos en esto, estar peleando por nada no nos ayuda. —Tengo miedo… —Mientras estés aquí c
Parada en el balcón, Adelaide mira el mausoleo y suspira. Desde que Benedict le pidió esta mañana casarse con él, no ha dejado de pensar en Egil. Aunque todavía no le ha dado una respuesta positiva, sabe que no puede evitarlo por siempre.No duda ni un segundo en tomar los pasadizos que la llevan hasta el jardín de rosas y de ahí hasta la tumba de Egil.Con una linterna en la mano y los pies descalzos para no hacer ruido, camina a pasos firmes hasta la entrada principal, pero justo antes de abrir la puerta un dolor agudo se extiende bajo sus pies, haciéndola sentarse en el suelo. Con la luz de la linterna puede ver un pedazo pequeño de vidrio incrustado en la palma de su pie, de donde borbotea su sangre sin parar. Justo antes de jalar el vidrio, una mano grande la detiene, la toma en brazos y la lleva a dentro del mausoleo. A Adelaide no le da tiempo ni de reaccionar, se lleva la mano a la boca ella misma para evitar que un grito de dolor se le escape y Benedict se dé cuenta de que
Ya es bastante tarde cuando Adelaide decide ir a hablar con Benedict. Ya tiene una respuesta para él y no quiere esperar más tiempo para decirle. A pesar de que fue un día agotador, camina a pasos firmes por el pasillo para ir hasta la habitación que él está ocupando ahora. Sabe que ya está en casa porque una de las sirvientas le dijo que había vuelto hace unas horas de la oficina. Se sorprende que no haya guardias en su puerta, pero como la encuentra semiabierta, la empuja suavemente y entra. Oye su voz hacia el balcón, pero son solamente susurros y no logra comprender la conversación. Camina a pasos suaves hasta allí, pero grande es su asombro al ver a Nora conversando con Benedict. —Deja de negarte a lo que te corresponde por derecho, hijo —dice Nora, Adelaide queda descolocada con tal afirmación. Da un paso atrás y pega su espalda contra la pared para que ellos no la vean—. Luchamos mucho por esto, para que al fin puedas disponer de lo que es tuyo por derecho. Y todavía fa
POV Benedict Me encuentro frente al espejo, mirando mi reflejo desde hace varios minutos, mientras miles de recuerdos pasan por mi mente. Sinceramente no me reconozco. Y no me refiero al traje elegante que llevo puesto para mi boda con Adelaide que será dentro de una hora, sino a la persona en la que me he convertido de un tiempo a este punto. Cuando vine a la hacienda Arrabal tenía muy claro lo que quería y no era poder ni dinero, solo buscaba ese vínculo entre Egil y yo que no tuve nunca con mi padre y el mismo vínculo que se había roto con mi madre cuando me hizo ver sus intenciones. Sé que ella sufrió mucho cuando mi padre se casó con esa mujer y quedó sola y embarazada. Tuvo que huir de su propia familia para no ser asesinada, cambiar su identidad, pasar precariedades, apañárselas sola cuando nací, pero su deseo de recuperar su lugar en el clan es algo que me asustó de sobremanera, por eso, alejarme fue mi mejor opción. Con el tiempo me di cuenta de que por más que quisi
POV BenedictUna vez en la capilla, la tía Irene me recibe, me da un beso y un abrazo antes de caminar juntos hasta el altar para esperar a Adelaide. La mayoría de los presentes son los sobrevivientes del clan, también algunos socios y otros pocos empleados de la hacienda. Me siento extrañamente nervioso, como nunca antes lo había estado, mis manos sudan y mi respiración se vuelve casi agónica. Miro a todos los presentes e intento sonreír, pero una ola de escalofríos me recorre cuando un sonido estruendoso proveniente de afuera hace temblar toda la capilla al punto que los cristales de las ventanas explotan en el aire. No se oyen más que gritos alrededor, todos están corriendo despavoridos. Mi mente me pide avanzar, pero no puedo, estoy paralizado, temblando de pies a cabeza, me zumban los oídos y mi cabeza no piensa en otra cosa que no sea Adelaide y los niños.El llanto de la tía Irene a mis pies me hace reaccionar luego de un momento. Camino a grandes zancadas hasta la puerta y
Emma Carusso, recorre lentamente su habitación mientras unas lágrimas corren por su mejilla. Es capaz de sentir el aroma de Egil en este sitio a pesar del tiempo que ya ha pasado desde su muerte y desde la última vez que él estuvo aquí. Los muebles, la cama, las cortinas, todo parece haber sido elegido pensando en ella, sobre todo los retratos de ellos dos y de Eleonor encima del buró, que son el recordatorio perfecto de que cada parte de él está impregnado en esta casa aunque él ya se haya ido. Pasa sus dedos lentamente por un retrato en específico en el que están ellos dos abrazados en la capilla luego de dar el sí en su segunda boda. A pesar de la tragedia de esa noche, allí se veían felices y enamorados.Camina hasta el balcón y su corazón se oprime al ver el hermoso jardín de rosas cuya vista es perfecta desde su posición, es idéntica a la de la hacienda, hasta eso se encargó de hacer para ella. No le cabe duda de que Egil quería que ella estuviera aquí, planeó todo para que p