Emma Carusso, recorre lentamente su habitación mientras unas lágrimas corren por su mejilla. Es capaz de sentir el aroma de Egil en este sitio a pesar del tiempo que ya ha pasado desde su muerte y desde la última vez que él estuvo aquí. Los muebles, la cama, las cortinas, todo parece haber sido elegido pensando en ella, sobre todo los retratos de ellos dos y de Eleonor encima del buró, que son el recordatorio perfecto de que cada parte de él está impregnado en esta casa aunque él ya se haya ido. Pasa sus dedos lentamente por un retrato en específico en el que están ellos dos abrazados en la capilla luego de dar el sí en su segunda boda. A pesar de la tragedia de esa noche, allí se veían felices y enamorados.Camina hasta el balcón y su corazón se oprime al ver el hermoso jardín de rosas cuya vista es perfecta desde su posición, es idéntica a la de la hacienda, hasta eso se encargó de hacer para ella. No le cabe duda de que Egil quería que ella estuviera aquí, planeó todo para que p
Dentro del gran salón de la hacienda de Zimbron, Fidel Alonso permanece inmóvil luego de que le llegaran noticias sobre el atentado de la hacienda Arrabal, donde murieron Adelaide Valencia y sus hijos, y que Benedict le hiciera llegar sus intenciones de acabar con él y toda su familia.De fondo se oye a sus abogados discutir acaloradamente sobre las posibilidades de que Benedict Arrabal se levante más fuerte después de esto y tome venganza, así como advirtió. Esa posibilidad lo pone de un humor aún peor. —Eso no va a pasar, ¿verdad, hermano? —Cesar saca a su hermano Fidel de su ensoñación—. Ese bastardo no tiene cómo destruirnos, ¿o sí? Eso es imposible. El tío Martín dijo que esa familia estaba destruida, que no tenían recursos para sostenerse, menos para una guerra.Fidel no contesta nada. Desde que se destruyeron las demás haciendas pertenecientes al clan Arrabal, sus problemas se han multiplicado por cuatro. Solamente recibe quejas y más quejas durante todo el día por parte de lo
Benedict se encuentra en la habitación, sentado en el sillón, mirando un retrato de Adelaide y Gaspar. La luz tenue y la calidez de la chimenea crean un ambiente sereno y acogedor en la habitación, pero en el corazón de Benedict no hay más que pesadumbre, odio y miles de ganas de acabar con el mundo. Se lleva la mano a la cara e intenta dispersarse de esos pensamientos que lo aturden desde ese día que ocurrió todo. Dormir es algo que no consigue hacer sin soñar con ella y su hijo. Todavía no puede creer lo que pasó.En ese momento, unos toques resuenan en la puerta. Es su tía Irene.—¿Cómo te sientes? —pregunta ella, inclinándose para dejar un beso en su mejilla.—De la única forma en que puedo sentirme —responde él con cierta amargura en la voz—. Muriendo lentamente. —Sufrir es inevitable, pero depende de cada uno sobrellevarlo —dice Irene para reconfortarlo—. Debes reconsiderar la forma en que quieres enfrentar esto, Benedict. ¿No crees que ya son suficientes pérdidas?—No, esto
—Admiro tu valor y audacia para llegar hasta aquí —Fidel camina hasta su sillón y toma asiento—. Supongo que ahora tendré que matar a todos aquellos que te ayudaron a llegar a mi habitación. Aunque admito que muchas veces la necesidad nos lleva a tomar decisiones desesperadas. Imagino que tu única opción ante tan terrible crisis es venir a pedir clemencia. Benedict sonríe un poco ante lo dicho por Fidel. No le sorprende su arrogancia, toda su vida ha oído cosas sobre este hombre y ninguna de ellas han sido buenas. Aunado a que rechazó a su propia hermana embarazada para quedarse como jefe. ¿Qué puede esperar de alguien de esa reputación?—Lamento decepcionar tus expectativas, Alonso —Benedict se coloca a solo dos pasos de él para mirarlo de frente a frente—, pero no vengo a pedir clemencia ni suplicar tu ayuda. No te necesito, tampoco a tu fortuna.—¿Acaso ya te rendiste y vas a huir? —Se burla el hombre. Intenta reír, pero solo le sale una tos seca, demostración de su nerviosismo—.
Continuación en Roma…En Roma, Emma Carusso avanza con confianza hacia la sala de juntas, donde la reunión con el abogado Lenotti ya debía estar en marcha. La breve, pero inusual interacción con ese apuesto desconocido, la ha dejado un tanto desconcertada.Da unos toques a la puerta antes de entrar. Gustavo se levanta de su asiento y va a recibirla personalmente. Hay varias personas reunidas en una gran mesa de vidrio, quienes se levantan también para saludarla.—Señora Carusso, es un placer recibirla. Gracias por venir.—Disculpa por el retraso, me costó un poco encontrar la sala —se excusa ella con su habitual sonrisa afable. —No se preocupe, señora, todavía no se inicia la reunión —Gustavo la guía con la mano hacia la mesa y le indica la silla que va a ocupar.La sala de juntas es espaciosa y elegante, y tiene una imponente vista de la ciudad a través de las ventanas, es incluso más hermosa que la oficina principal de la hacienda. Su lugar está al lado mismo de la cabecera, el úni
En la mansión Palumbo…—Finché non sei finalmente arrivato! (¡Hasta que por fin llegaste!)Los gritos de Aurora, la exesposa de Adriano, hacen eco en la enorme y lujosa mansión. Beatriz, la hija de ambos, sale rápidamente de la cocina al oír los griteríos de su madre. Adriano la ignora, camina hasta el minibar y sirve un poco de vino en su copa antes de dirigirse hasta su despacho, el único lugar donde tiene un poco de paz cuando ella está en la casa. Luego de todo el trabajo que tuvo hoy en la empresa, lo último que quiere es soportarla. —¿Qué pasa, mamma? ¿Por qué le gritas así a mi papá? —pregunta la hija con el rostro abatido mientras se limpia la mano con su mandil. —Pregúntale a él dónde estaba y con quién —Aurora va hasta el despacho, seguida de su hija. —Papà…—No sé de qué hablas, Aurora, además, lo que yo haga o deje de hacer ya no es asunto tuyo, estamos divorciados hace 10 años y llevas casi la misma cantidad de años casada con otro hombre, ¿recuerdas? Ni siquiera sé q
Emma va hasta su balcón y desde allí se queda mirando el paisaje nocturno de Roma. Este lugar es realmente bello. Siente una paz que nunca antes había sentido y cada segundo del día parece tener un sentido que antes no tenía cuando era Adelaide. Regresa hasta su habitación y se desnuda frente al espejo donde se observa por un largo rato. Es como si estuviera viendo a otra persona. Se peina con los dedos su cabello, negro ahora, y sonríe. Pensar que antiguamente adoraba su pelo rojizo y largo, ahora ama a la persona que está enfrente. Sirve un poco de vino espumante en una copa y con ella, va hasta la tina que ya está preparada para ella desde hace rato. Se mete en el agua tibia y espumosa, y prende su laptop. Empieza a leer un artículo en sociales y su curiosidad por saber más aumenta cuando encuentra una foto de Adriano en la nota. En todas las fotos él mantiene una postura estoica, pero imponente. Si tan solo ella tuviera la mitad de la seguridad que proyecta él con su mirada,
Samuel maneja hasta la mansión y se encarga personalmente de subir el ramo que Adriano le regaló en la habitación de su jefa. Emma, comparte con sus hijos durante un momento antes de ir a prepararse. Elige un vestido en azul claro en diseño sirena para la cena, con bordados de piedras y maquillaje un poco más elaborado que lo que suele usar, unos tacones plateados y su infaltable perfume. —Está muy hermosa, señora —le dice su sirvienta quién la ayuda a colocarse el vestido—. Este tono le favorece mucho. Todo el mundo va a quedar encantado con usted.—Gracias. En ese momento se oye una camioneta entrar en la pasarela de la mansión y la sirvienta le informa que Adriano ya llegó. Adriano también está nervioso. Hoy Beatriz cumple sus 18 años e hizo un pedido especial a su padre para que invitara a Emma a la cena. Ha insistido tanto que hasta ella misma envió una invitación en la constructora para ella, por si a él se le olvidaba.Todo está listo en su casa. Se encargó personalmente de