Emma va hasta su balcón y desde allí se queda mirando el paisaje nocturno de Roma. Este lugar es realmente bello. Siente una paz que nunca antes había sentido y cada segundo del día parece tener un sentido que antes no tenía cuando era Adelaide. Regresa hasta su habitación y se desnuda frente al espejo donde se observa por un largo rato. Es como si estuviera viendo a otra persona. Se peina con los dedos su cabello, negro ahora, y sonríe. Pensar que antiguamente adoraba su pelo rojizo y largo, ahora ama a la persona que está enfrente. Sirve un poco de vino espumante en una copa y con ella, va hasta la tina que ya está preparada para ella desde hace rato. Se mete en el agua tibia y espumosa, y prende su laptop. Empieza a leer un artículo en sociales y su curiosidad por saber más aumenta cuando encuentra una foto de Adriano en la nota. En todas las fotos él mantiene una postura estoica, pero imponente. Si tan solo ella tuviera la mitad de la seguridad que proyecta él con su mirada,
Samuel maneja hasta la mansión y se encarga personalmente de subir el ramo que Adriano le regaló en la habitación de su jefa. Emma, comparte con sus hijos durante un momento antes de ir a prepararse. Elige un vestido en azul claro en diseño sirena para la cena, con bordados de piedras y maquillaje un poco más elaborado que lo que suele usar, unos tacones plateados y su infaltable perfume. —Está muy hermosa, señora —le dice su sirvienta quién la ayuda a colocarse el vestido—. Este tono le favorece mucho. Todo el mundo va a quedar encantado con usted.—Gracias. En ese momento se oye una camioneta entrar en la pasarela de la mansión y la sirvienta le informa que Adriano ya llegó. Adriano también está nervioso. Hoy Beatriz cumple sus 18 años e hizo un pedido especial a su padre para que invitara a Emma a la cena. Ha insistido tanto que hasta ella misma envió una invitación en la constructora para ella, por si a él se le olvidaba.Todo está listo en su casa. Se encargó personalmente de
La cena transcurre con tranquilidad a pesar de todos los esfuerzos de Aurora de hacerse notar. Santos custodia a su madre en todo momento y en muchas ocasiones la mantiene a raya cuando ella intenta acercarse a Emma y Adriano.Emma se comporta como una dama y no se deja aminorar por ella, permanece al lado de Adriano y de Beatriz en todo momento, incluso en la mesa se sienta al lado de él y Aurora no puede refutar nada por más que se esté muriendo por dentro de la rabia. Beatriz está muy feliz. Conversa mucho con Emma y le cuenta de sus sueños de tener su propia pastelería. Por supuesto, Emma la apoya y cree que ella tiene mucho talento. Se compromete a ayudarla y ser su socia para abrir el primer local.—¡Ya llegó la hora de cantar y comer el pastel! —grita Aurora llamando la atención de todos mientras señala el pastel que Santos trae en la mano. Beatriz sonríe de manera forzada mientras las luces se apagan y todos empiezan a cantar feliz cumpleaños en italiano. Cuando todos se ace
En la hacienda Arrabal y los alrededores, la reputación de Benedict tomó mucha fuerza luego de la muerte de Fidel Alonso y sus hermanos, meses atrás. Ahora es conocido por todos por su frialdad y arrogancia. No duda un solo segundo en acabar con quien sea si se opone a su plan. Incluso su madre dejó de tener voz para él. La ansiedad y desesperación de Calixto creció considerablemente. La muerte de Fidel Alonso lo tiene muy molesto y a la vez aterrorizado de lo que ese hombre sea capaz de hacer con ellos. Ha oído sobre las intenciones de Benedict de tomar venganza también contra él y su padre, y no tiene idea de cómo frenar su ataque. Bahram Valencia está enfermo y casi no puede valerse por sí mismo. Benedict ya tiene en su totalidad la fortuna que correspondía al clan Arrabal, ahora también tiene la del clan Alonso. Sabe que ya no puede hacer nada en su contra, los números no se encuentran a su favor, menos ahora que es el dueño de todos los negocios tanto nacionales como internacio
—¿Quieres probar? —la pregunta tan repentina de Benedict hace sonrojar a Pamela imaginando que habla de sus atributos muy visibles ahora frente a ella. —¡Está loco! ¿Por quién me toma? —responde ella de inmediato bastante ofuscada—. Ni siquiera lo conozco. —No veo cuál es el problema, es solo un whisky —responde Benedict señalando la copa, pero a la vez sonriendo de una forma que perturba a Pamela—. ¿Qué pensaste?—Nada —responde ella al darse cuenta de que metió la pata. —Bien, ¿Te vas o no? —pregunta él mientras busca algo en sus cajones—. Es tarde y necesito dormir.—¿Entonces no te importa que vaya a esta hora de la noche, sola? —cuestiona ella como si eso fuera un problema para él.—No —Benedict responde mientras se coloca su bóxer. Pamela lo mira indignada—, pero si quieres quedarte yo puedo…—Bien —Lo interrumpe ella—. Me quedaré aquí mismo en el sofá, quieta, no voy a molestar para nada. Pamela se acomoda allí con toda la intención de quedarse ahí mismo a dormir. Benedict
Una gran humareda se cierne en el horizonte, oscureciendo el cielo y cubriendo de sombras la mansión Turnnie. Fue un ataque sorpresa, devastador, planearon llegar hasta aquí durante todos estos meses para que todo saliera perfecto. El caos reina mientras las llamas devoran la casa y los cultivos, y los gritos de los sirvientes llenan el aire. En el centro del caos, Benedict mira con rostro sereno la destrucción. Se supone que este día marcaría la justicia que había esperado durante tanto tiempo. El hermano de Adelaide, Calixto, y su padre Bahram Valencia, finalmente debían recibir el castigo que merecían por el ataque al clan Arrabal, que había cobrado la vida de muchas de personas, incluido la de su hermano Egil, también por todas las veces que idearon matarla a ella. Sin embargo, ambos están desaparecidos. —Lo siento, señor, pero no podemos hallarlos por ningún lugar —Informa uno de sus hombres—. Todo indica que no están en la mansión. —¿Buscaron dentro de los sótanos? Benedic
Pamela se encuentra atareada cocinando dentro de la precaria choza en la que vive con su tía desde que su madre murió hace 20 años.Desde que llegó ayer en la mañana, su tía no ha dejado de reclamarle y llamarla de todas las formas posibles por haber escapado esa noche en la que quiso venderla a ese hombre asqueroso por un poco de dinero. Por supuesto que ella ya está acostumbrada a sus malos tratos con tantos años viviendo con ella, pero lo que hizo esa noche, sobrepasó todos los límites y no piensa dejar que vuelva a ocurrir. Todavía lleva puesta la venda en su rodilla, y aunque el dolor ya es casi inexistente, teme que sus heridas se infecten. Mientras guisa la carne para el almuerzo, toma un vaso de vidrio y sirve un poco de agua, pero al darse la vuelta, una figura oscura y grande sentada en el único sillón de la pequeña salita, la sobresalta, haciendo que el vaso caiga de entre sus manos al suelo. —Hola, pequeña —La voz ronca y firme de Benedict la estremece de pies a cabeza
—¿No es lo mismo que tú piensas hacer? ¿Acaso tú no vas a reclamar lo que compraste? —pregunta Pamela a Benedict en un tono amargo mientras se señala a sí misma. —Por supuesto que sí lo reclamaré —responde él, seco—. Con la diferencia que yo seré tu esposo, conmigo tendrás todo lo que nunca soñaste tener, no te tomaré a la fuerza, pero eso no garantiza que cuando tú misma decidas estar conmigo, no sea duro contigo, porque es así como me gusta follar. Serás la señora Arrabal, la madre de mis herederos, mi mujer. Un silencio abrumador los envuelve en ese momento. Pamela ni siquiera sabe qué responder a eso. Él le extiende su mano y Pamela tarda unos segundos en tomarla. Benedict la lleva a su regazo, así como cientos de veces tuvo a Adelaide. De cierto modo, Pamela le recuerda a ella, su inocencia, su espontaneidad, su sencillez. Benedict inhala el aroma de su pelo antes de dejar un beso nuevamente en su frente. Esto es algo que Pamela nunca antes ha vivido, ni siquiera sabe cómo re