Ignacio llegó al grupo Alcázar, se acercó al escritorio de su secretaria.—Buenos días Andreina.—¡Licenciado! Usted por aquí.—Si, tenía que hacerlo. ¿Mi asistente ya llegó?—Sí, llegó temprano. —¿Dónde está? no lo encontré en su oficina.—Es que hay una junta extraordinaria que el licenciado Alberto convocó a última hora.Ignacio entró a la sala de juntas, todos voltearon a mirar hacia la puerta preguntándose quién los había interrumpido. Alberto sonrió al verlo.—¡Ignacio! ¿Qué haces aquí? ¿Deberías estar en casa descansado, ya que decidiste desobedecer al doctor e irte de la clínica.Ignacio con el semblante serio le dijo:—Yo también me pregunto qué hacen todos ustedes aquí, ¿y a ti quién te nombró presidente supletorio en mi lugar? Eso debería hacerlo Jimena, no tú —Miró a Priscila—. Tú tampoco deberías estar aquí. Alberto le dijo:—Oye Ignacio, ¿qué te pasa? ¿Acaso ya olvidaste que tenemos tantos derechos como Diego y tú de tomar acciones administrativas en esta empresa?—¿U
Más tarde Ignacio fue a su oficina, luego llegó Andrés.—Tu encuentro con Alberto y Priscila fue un choque de trenes como todos los estábamos esperando.—No podía ser de otra manera después de lo que pretenden hacer.—Ya comenzaron los rumores por todos los pasillos del grupo.—¿Qué rumores?—Los partidarios de Alberto dicen que tú pretendes formar una dictadura.—Estoy seguro que esos dos han ido poniendo a todo el mundo en mi contra, desprestigiando mi administración pretenden lograr votos a su favor, —¿Vas a dejar que lo hagan?—Por supuesto que no, acudiré a estancias superiores, debo ir con los que han estado al tanto de todo lo que Diego y yo hemos estado haciendo estos tres años. —Te refieres al tío Ignacio.—Sí, por suerte Diego y yo jamás le hemos hecho algún reproche con respecto a Alejandro, en cambio Alberto y Priscila no fueron para nada prudentes, ni siquiera el día de su funeral repararon en hacer comentarios desagradables e irrespetuosos; no les importó el dolor que
El celular de Silvia repicó, cuando contestó se trataba de Henrry, ella al oír su voz de mala manera le dijo:—¿Qué quieres y por qué llamas a mi teléfono personal?—¿No te agrada escucharme? Después de todo lo que hicimos en nuestro último encuentro, al menos deberías ser un poco más cariñosa, ¿no crees? —¿Qué quieres?—Estoy afuera de tu casa, quiero enseñarte algo. —Silvia blanqueó los ojos.—Ya voy de salida y no tengo…—Solo será un minuto. —Sivia se asomó por la ventana de la habitación, y vio el auto de Henrry afuera.—Está bien, ya bajo a abrirte.—Es mejor que no estén por ahí tus sirvientes, lo que tengo que mostrarte es algo que no querrás compartir con nadie.Silvia bajó y abrió la puerta, Henrry entró la sala. Llevaba consigo una caja mediana.Ella se fue hacia el centro de la sala.—Bien, ¿qué es lo que me quieres enseñar? espero que valga la pena.Henrry se acercó y puso la caja sobre la mesa de centro.—Abrela, es un regalo que preparé para ti. Silvia lo miró con ci
Henrry llegó al bar, sacó la caja que llevaba en el maletero del auto, subió a la oficina y la dejó sobre una encimera. Samuel lo vio llegar y fue donde él estaba, Henrry se había sentado a fumar un cigarrillo y se veía enojado.—¿Qué tienes?—Nada ¿Por qué lo preguntas?—Te ves molesto, mejor dicho, estás molesto.—¡Vaya que me conoces!—Tengo tres años contigo, por supuesto que te conozco. Deberías decirme qué te sucede, de verdad estas últimas semanas te he estado notando inquieto, no estás para nada tranquilo —Se sentó sobre una esquina del escritorio y miró a Henrry a los ojos—. Quisiera que me contaras qué te está pasando.Henrry se quedó mirándolo fijo por algunos segundos, de pronto en un tono frío le dijo:—Maté a Fabiana y a Ernesto Landér… les corté la cabeza a ambos.Samuel se impresionó y abrió grandes sus ojos, luego puso una leve sonrisa.—¿Es broma verdad?—No —Restregó el cigarro contra el cenicero, luego se puso de pie y agregó:—¿Recuerdas aquello que no te quise c
Samuel aprovechó cuando estuvo a solas y le marcó a su jefe para contarle lo que ahora sabía del nuevo cártel, y que este era el causante de la guerra entre cárteles en México. Pero Samuel aún ignoraba que existía otra mujer idéntica a Silvia, y que ella había robado su identidad.—¿Qué más te dijo? —Preguntó el comandante de la policía en México.—Henrry quiere convertirse en el cabecilla de ese cártel.—¿Cómo piensa hacerlo? en cuanto esa gente se entere que él asesinó a su líder seguro intentarán matarlo; no olvides que el Tata es un tipo muy peligroso, trabajó años con el padre de Ernesto.—Tiene cómo llegar a ellos a través de la muñeca; según sé, ella fundó ese cártel junto a Ernesto, ha sido su amante. Ella le pidió que le cortara la cabeza a Fabiana. Henrry mató a su propia esposa para reconquistar a la muñeca.—Hay que detener a esa mujer antes que tome el control de ese cártel. Hablaré con el cónsul para que dé la orden de aprehensión contra Henrry Hernadez, y hay que reunir
Milena llegó a la habitación donde se encontraba Diego, él la recibió. Lo abrazó, él solo habló con la mirada.—Intenté venir antes pero no me dejaron verte.Diego había recuperado un poco el movimiento de su boca.—No quise recibir visitas… es que estuve muy mal, no podía casi ni hablar, pero he mejorado mucho. Me alegra que hayas venido a verme.Ella sonrió.—Te ves guapo como siempre. —Se quedaron viendo a los ojos.—Creí que te habías ido. —Ella con una expresión triste le dijo:—No podía irme después de lo que te sucedió. —Hubo una pausa, luego él agregó:—Gracias por quedarte. Ella le agarró la mano, luego besó sus labios.—Estoy feliz porque estás vivo; Karin me contó todo, de verdad estuviste a punto de morir.—¿Karin está bien?—Si, sólo recibió varios golpes, pero se recuperó en pocos días. —Diego se quedó pensativo, después le dijo:—Karin me contó todo, me dijo la razón por la cual no quieres estar conmigo —Milena agachó el rostro—. Tú no tienes la culpa de lo que ella hi
Lucrecia se topó a Ignacio en el pasillo de la casa, ya era casi las 8 de la noche, ella lo observó de arriba abajo, estaba vestido totalmente de negro, con un suéter de cuello alto, jean y botas.—Vas a salir a esta hora?—Si tía.—Y a donde vas así?—¿Así cómo?—Es obvio que no vas a reunirte con tus amigos.—¿Por qué siempre tengo que darte explicaciones de todo lo que hago?—Es que me parece extraño que vayas a salir vestido así.—Mejor me voy.Lucrecia pareció ser una tía entrometida, pero en sus adentros ella presintió que algo extraño sucedía con Ignacio. Preocupada se acercó a un altar que tenía y rezó por su sobrino.Silvia estuvo un rato en el área de la piscina, había salido a fumar y a esparcir la mente. Más tarde regresó a la casa.Cuando entró se dirigió a la sala para tomar las escaleras al segundo piso. Cuando subió, desde el pasillo oyó a Mari Ángel hablando, creyó que la niña se había levantado y estaba jugando con sus muñecas; entonces entró a la habitación, su rost
Ignacio llegó al auto, iba algo alterado, subió al asiento del copiloto y se abrochó el cinturón de seguridad. La luz de adentro estaba encendida porque Mari Ángel quería ver su elefante. Cassandra notó la cara de consternación que Ignacio traía; volteó hacia él, lentamente estiró el brazo y tocó su muslo, para ayudarlo a sentirse mejor le dijo:—Acabas de lograr por lo menos el setenta por ciento de todo el plan. —Ignacio tenía la mirada hacia la nada y no respondió a su comentario. Varios segundos después le dijo:—Vámonos de aquí. Volteó a mirar a Mari Ángel, Cassandra también y sonrió. Mari Ángel le dijo:—¿Dónde está mi mamá?—Después podrás verla, ahora vamos a casa —La niña chilló:—¡Quiero ir con mi mamá! —Ignacio estaba alterado y le habló con dureza:—Ya te dije que después.Mari Ángel se puso a llorar, él reflexionó.—Perdón, ven para acá mi amor. —Extendió sus brazos y la cargó, suspiró en silencio y puso una falsa sonrisa.—¿Te gustaría comer helado de fresa? —Mari Áng