Jenna sintió un profundo dolor al ver a su madre en aquella circunstancia, sus ojos se llenaron de lágrimas y su corazón se estrujó dentro de su pecho. ¿Cómo había pasado todo esto? ¿En qué momento su madre se convirtió en una despiadada mujer?—Madre —llamó con la voz ahogada.Zaida levantó la mirada para encontrarse con un par de ojos idénticos a los suyos, pero tan distintos a la vez, pues los ojos eran las ventanas del alma y Jenna era como un libro abierto.—¿Qué haces aquí? —preguntó con voz grave, los gritos habían dejado secuelas en ella y la voz estaba apagándose al mismo tiempo que lo hacía su vida.—Vine a verte y a despedirme de ti —susurró en tono bajo, como si fuera un secreto.—No debiste venir, Jenna —murmuró.—¿Por qué? ¿Por qué hiciste todo esto, mamá? ¿Por qué te has condenado a esta muerte espantosa y nos has condenado a vivir el resto de nuestras vidas sin ti? —preguntó.—Jamás lo entenderías, Jenna, jamás —dijo.Ella se inclinó para apartar un mechón suelto del h
Los suaves toques a la puerta hicieron que Abdel dejara de lado los documentos sobre su escritorio y pronunciara un fuerte “pase”, para recibir a quien llamaba.—Señor —pronunció el hombre haciendo una ligera inclinación, el cuerpo de Abdel Rafiq se tensó como la cuerda de una guitarra, pues no esperaba ver al jefe de la policía ese día en su residencia y menos a escasos días de la boda de Hasan.—¿Qué lo traje por aquí? —preguntó, levantándose de su asiento y saliendo de detrás de su escritorio.—Me temo que no son buenas noticias, señor —respondió el hombre, mientras apretaba el sobre blanco detrás de su espalda.—Al mal trago hay que darle prisa —respondió Abdel, había escuchado el dicho de Sienna y lo había adoptado.—La señora Zaida…, ha muerto.Abdel se giró al escuchar la noticia, miró desde su posición el patio de su palacio donde muchas veces paseó con Zaida y sus hijos cuando niños, observó sin ver la ciudad que muchos años recorrieron, creyendo que formaban uno de los matri
Los días fueron pasando y ajenos a la muerte de Zaida, Hasan y Sienna siguieron con los preparativos de su boda.—Casarse por estos lares es un verdadero ritual —dijo Scarlett al ver el precioso vestido de novia que había llegado esa mañana.Era el vestido perfecto, con el que cualquier novia podía soñar, hecho de una fina tela. El vestido era largo y blanco, con muchos brillos, llamativo para realzar la presencia de la novia entre los invitados.Sin embargo, Sienna habría preferido algo menos ostentoso, pero tampoco se opuso cuando Hasan le dijo que era así como debía ser y que se dejara llevar y disfrutara de la experiencia.—Es lo menos que te mereces luego de esa boda exprés en Nueva York —señaló Scarlett, recordando lo desastroso que había sido acudir al ayuntamiento, ver a su hermana casarse en contra de su voluntad y luego soportar los gritos de su madre, cuando Hasan la dejó plantada con la recepción que había hecho para celebrar la boda civil.Sienna arrugó la nariz ante las
—¿Estás bien?Nayla limpió sus lágrimas al escuchar la voz del hombre a su espalda.—Sí, no te preocupes —respondió con prontitud y, aunque era una completa mentira, pues su corazón lloraba lágrimas de sangre.—No lo parece, ¿por qué no vienes a la cocina? Le pediré a mi hermana que te prepare un té —se ofreció.Nayla había creído que quien le hablaba era uno de los invitados a la fiesta de boda, pero al girarse se encontró con el rostro de Ahmed, el hermano de Halima y nuevo asistente de Hasan.—No quiero molestar a Halima, debe estar volviéndose loca con el banquete —respondió con rapidez.—No será ninguna molestia, también puedo hacerlo yo si no te molesta —dijo.Nayla asintió, no se sentía bien y quizá un té le ayudaría, pues no sería una solución.—Eres muy amable, Ahmed —susurró en tono bajo.El hombre le sonrío y Nayla se quedó petrificada al verlo, de repente fue como si Ahmed le recordara a alguien, pero negó. Debía ser su estado de ánimo que le jugaba una mala pasada.—Ven,
Las manos de Abdel temblaron y su corazón se encogió dentro de su pecho hasta el punto que creyó dejaría de latir.“Querido Hasan.El más querido y amado de mis tres hijos y quién menos supo valorar mi amor. Te amé tanto, que fui capaz de hacer todo por mantenerte en la línea de sucesión de tu padre y en este momento final de mi vida, no sé si hice lo correcto o debí dejar que el primer hijo de Abdel ocupara tu lugar.Puedo adivinar la confusión en tu rostro mientras lees estas letras que llevan mi confesión final. No eres tú el heredero de Abdel, sino el hijo que él engendró con otra mujer en la noche de nuestra boda.”Abdel apretó la hoja entre sus manos hasta arrugarla, mientras luchaba para ahogar el gemido que subió por su garganta. ¿Qué es lo que Zaida había hecho? ¿Cómo que tenía un hijo con otra mujer?El dolor le atravesó como un rayo y, aunque deseaba no leer el resto del contenido de la carta, ahora debía hacerlo, tenía que saberlo.“Engañar a Abdel no era tarea fácil, no p
«Le hice creer a tu tía que su hijo nació muerto»Abdel no había leído la última parte de la carta, no había podido tras enterarse de las cosas que Zaida había hecho y que deseaba como última voluntad confesarle a Hasan para hacerlo sentir culpable. Esa era su intención, cargar a Hasan con sus culpas, cuando su hijo era inocente de todo. Nadie le había pedido a Zaida actuar de la manera que lo había hecho. Su ambición y maldad superaba todo lo insuperable.El grito de Azahara de alguna manera no solo rompió el hilo de sus pensamientos, sino también su corazón, fue tan desgarrador, que tocó cada fibra de su ser, él se giró para verla, pero Azahara estaba cayéndose al piso, se había desmayado.Abdel luchó ante la indecisión de llamar a su personal para que se llevaran a Azahara a su habitación o hacerse cargo de ella personalmente. Al final la tomó entre sus brazos y la llevó hasta su habitación, si Azahara pensaba que podía escapar de él, se había equivocado. No la dejaría sola ni a so
Ajenos a todo lo que en el palacio se estaba viviendo y a muchos kilómetros de distancia. Hasan y Sienna llegaron a Italia, la primera ciudad donde iniciarían su luna de miel.—¿Cansada? —preguntó Hasan, mientras miraba a Sienna caminar hasta el balcón de la habitación desde donde se podía tener una panorámica perfecta de la ciudad de Roma.—Echo de menos a Hasin, me pregunto qué estará haciendo —susurró.Hasan la tomó de la cintura y colocó su mentón entre el cuello y el hombro de su esposa.—Debe estar portándose de maravilla, además, no puede estar en mejores manos. Scarlett es su tía —dijo dejando un beso en el cuello de Sienna.—Siento que estoy abusando de mi hermana —susurró.Hasan sonrió.—He hablado con ella sobre el tema, le ofrecí contratar una niñera para cuidar de nuestro Hasin y todo lo que conseguí fue que se enojara conmigo, alegando que no necesitaba contratar a nadie, por lo menos, mientras estuviera ella en Dubái, pronto tendrá que volver a Nueva York para terminar
«¿Qué es lo que te ha hecho?»Nayla miró a su madre palidecer, mientras Azahara trataba de pensar en algo que le ayudara a salir bien librada de ese incómodo momento, no quería que su hija se enterara de la verdad, no así y menos cuando no sabía si su hijo en realidad vivía o no.—¿Qué haces en mi habitación? —preguntó Abdel, enojado por el atrevimiento de Nayla.Ella se giró para verlo.—¿Qué es lo que mi madre hace aquí? —cuestionó ella, ignorando la pregunta de Abdel—. ¿Por qué le haces esto? —insistió.Abdel la miró con cara de pocos amigos.—Vete, Nayla —pidió Azahara con voz baja y tensa. No quería arriesgarse a que Abdel le respondiera y contara la verdad.—No, mamá, no me iré sin ti —respondió y dio un paso hacia delante para tomar la mano de su madre.Ella negó.—Por favor, hija, vete —sollozó Azahara, mirando la mano extendida de su hija.—¿Qué es lo que estás haciendo, madre?—Nayla…—No te sacrifiques por mí de esta manera —susurró la joven al ver a su madre llorar y pensa