Mi compañera destinada

La esposa rebelde del rey alfa.

Capítulo 5.

Andrew.

Si Diana estaba pensando que podía jugar conmigo, estaba muy equivocada, nunca le había permitido a nadie que me manipulara con sus actitudes y por supuesto que no iba a empezar a hacerlo.

Al verla en la pista de baile con ese sujeto sentí como la rabia se apoderó de mí, y cuando Érick me dijo que él era el futuro esposo de su hermana, me relajé un poco, aún cuando resultaba evidente que ese imbécil tenía interés por ella.

Pero no pensaba permitirle ni a él ni a nadie que me arrebatara lo que por derecho me pertenecía, así lo había decidido el destino y así sería sin importar lo que tuviera que hacer para lograrlo.

Desde que vi a mi mate bailando de lo más contenta con Ariel, supe que en parte lo hacía para provocar mis celos, ella pretendía darme una lección por haberla fastidiado cuando ingresamos a la fiesta, pero no pensaba permitírselo así que decidí hacer lo mismo y fui en busca de una chica de las que se encontraban en la fiesta para flirtear con ella y así regresarle la jugada en iguales proporciones.

Cuando me hallaba en brazos de la exuberante luna, pude ver el semblante desencajado de Diana al presenciarlo todo y sentí una pisca de satisfacción al ver que estaba celosa, pues eso solo podía significar que además del llamado, entre nosotros podía estar surgiendo algo más.

Vi como salió a toda prisa del salón y que Ariel salía detrás de ella, y eso me puso en alerta, así que me disculpé con mi acompañante y salí de la forma más discreta posible.

–Le agradezco haber aceptado bailar conmigo, pero ahora debo resolver un asunto.– Me excusé para poder ocuparme de lo que verdaderamente me interesaba.

La dejé en su lugar y me dispuse a buscar a mi luna, no sería difícil encontrarla, ya que su aroma me llevaría hasta donde ella estuviera, después de todo estábamos conectados y eso no lo podría cambiar nada ni nadie.

Diana llegó a la terraza, necesitaba respirar aire fresco para digerir todo el mar de sensaciones que la embargaban, y solo podía hacerlo si se encontraba asolas.

Las lágrimas caían a borbotones empapando su bello rostro, el dolor se reflejaba en su cara y parecía que llevaba a cuestas algo muy fuerte que la atormentaba.

–¿Qué te está pasando Diana?, te estás comportando como una tonta, ¿Lo acabas de conocer y ya sientes todo eso por él? No, Diana, no puedes amarlo.– Se reprendía así misma dejando salir todo lo que llevaba por dentro.

–No, Andrew no puede ser mi mate, la diosa luna no me puede estar haciendo esto.– Gritaba ella con desesperación.

–Diana, cariño, sé cómo te sientes, pero no estás sola, yo estoy aquí.– Dijo Ariel tratando de consolarla.

–Tú no sabes nada, Ariel, ni siquiera sabes por lo que estoy pasando.– Contestó bruscamente.

–Tienes que perdonarme, yo soy tan culpable como tu padre de lo que te pasa, yo debí aferrarme a lo que siento por tí y no hacer caso de lo que todos decían.– Confesó avergonzado.

–¿Qué estás diciendo?– Preguntó estupefacta por lo que acababa de oír.

–Que yo siempre te he amado, y cuando se lo dije a mis padres ellos se negaron a que pidiera tu mano.– Exclamó visiblemente consternado.

–Claro, y tú fuiste tan cobarde que permitiste que ellos eligieran por tí, y te comprometieran con mi hermana.– Lo increpó dejando salir su evidente decepción.

–Tienes que entenderme, Diana, sabes muy bien como es nuestra raza, no nos dejan decidir absolutamente nada, estamos regidos por esas estúpidas reglas.– Pronunció apesadumbrado.

–Siempre tenemos elección, Ariel, y unirte a mi hermana no pareció ser un gran sacrificio para tí, y por favor, ya no quiero escucharte, ahora ya es demasiado tarde, algo entre nosotros es totalmente imposible.– Agregó ella.

–No me digas eso, si tú me lo pides podemos huir juntos, da donde podamos ser libres para amarnos.– Propuso.

–¿Cómo te atreves a proponerme eso?, sabes que jamás traicionaría a mi hermana, ella te ama, y ahora debes cumplir con tu deber y casarte con ella, porque aunque lo niegues, estoy segura que sientes algo muy fuerte por Elena.–

–No voy a negar que Elena me gusta mucho, pero no se compara con lo que siento por tí, Diana.– Dijo con vehemencia mientras se acerca más a ella para abrazarla.

Diana trata de alejarse, pero él la aprisiona entre sus brazos y después besa sus labios con ferocidad.

Pude presenciar la escena desde lejos y estaba a punto de saltarse encima para arrancarle a mi luna de los brazos, cuando mi beta se hizo presente, e intervino con esa forma tan particular para hacerme entrar en razón.

–Señor, por favor espere, no debe hacer esto, tiene que ser un mal entendido.– Me aconsejó él.

–Déjame matarlo, Érick, nadie toca lo que me pertenece.– Gruñí completamente fuera de mis cabales.

–Alteza, la chica todavía no ha sido reclamada, usted no puede exigir nada todavía.– 

–Soy el maldito rey alfa, y ella es mi mate.– Repliqué enfurecido.

Estaba a punto de enfrentarlos cuando nos percatamos que Diana salió corriendo, parecía enfadada, por lo que una leve esperanza de que pudiera tratarse de un mal entendido se instaló dentro de mí.

–Llama a Dorian de inmediato.– Indiqué.

Érick asintió, sabía que en ese momento era inútil llevarme la contraria, por lo que se limitó a cumplir mis órdenes al pie de la letra.

En pocos minutos, Dorian apareció en la estancia, su rostro era de satisfacción, por lo que supuse que ya había tomado una decisión respecto al prometido de Diana, así que debía darme prisa y anticiparme para reclamar a Diana como mi compañera.

–¿Cómo ha ido todo Dorian?– Le pregunté con un gesto indescifrable en el rostro.

–Esta noche ha ido mejor de lo que esperaba, muchos alfas buscan prometerse con mi hija, le confieso que creí que eso no ocurriría, pero ya veo que me he equivocado.– Enfatizó.

–¿Hay algún problema con Diana?– Inquirí con curiosidad.

–Su rebeldía, Alteza, me apena confesarlo pero mi hija tiene una personalidad algo fuera de lo común, y eso siempre ha supuesto una serie de problemas.– Confesó.

–¿Has arreglado ya el compromiso con algún alfa?– Lo interrogué. –No todavía, estaba por hacerlo cuando usted me llamó, pero tengo en mente al compañero perfecto para mi querida hija, ese alfa sabrá como meterla en cintura, haciendo honor a la verdad, ella lo que necesita es a alguien que le enseñe cuál es su lugar en nuestra sociedad.– Vociferó orgulloso.

Me daba rabia de solo escucharlo, ese tipo era un retrógrada con fachada de licántropo civilizado, y de ninguna forma iba a permitir que le entregara a Diana a otro macho patético al igual que él.

Ella era mía, y aún cuando estaba muy molesto con ella por lo que había visto, la deseaba con desesperación y pensaba tenerla al precio que fuera.

Sabía que de cierta forma me estaba comportando como Dorian, pero al menos yo tenía un motivo válido, no como esos patanes que solo la buscaban por conveniencia.

–No quiero que arregles ningún compromiso, quiero a Diana para mí, deseo que ella sea mi esposa. –Exclamé con determinación.

Dorian abrió los ojos como platos por la impresión que le causaron mis palabras, él jamás imaginó que su hija pudiera interesarme, pero sabía perfectamente que no pondría objeción alguna.

–Señor, este es un gran honor para nuestra familia, no sabía que usted tuviera interés de comprometerse.–

–No lo tenía, pero Diana resultó ser mi compañera destinada.– Expuse causando una gran sorpresa en el alfa que me miraba impresionado.

–Entonces no hay nada más que decir, mi señor, mi hija Diana será su esposa, solo permítame hablar con ella para informárselo antes de anunciarlo.– Solicitó un tanto preocupado.

Dorian conocía los alcances de su hija, y estaba seguro que deseaba hablar con ella para advertirle que debía aceptar.

–No quiero que haya intermediarios, seré yo quien le informe a mi mate que nos comprometeremos.– Le dije tajantemente.

–Pero señor, Diana suele ser algo problemática, no me gustaría que le hiciera una grosería.– Reconoció apenado.

–Ella ahora es mi problema, y yo sabré como tratar este asunto.–

Me dirigí a buscar a Diana, sabía perfectamente donde se encontraba, así que de unas cuantas zancadas estaba junto a ella.

Diana estaba llorando, y no pude evitar conmoverme, pero cuando recordé lo que había sucedido con el idiota de Ariel, toda buena intención desaparecía.

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